domingo, 17 de noviembre de 2013

¿QUE SE NECESITA PARA SER DISPONIBLES PARA DIOS?



Un gran amor a Dios: Porque un gran amor acarrea a todos los demás amores. El amor a Dios tiene la fuerza extraordinaria para cambiar todo. Si acaso no empezamos a amar as Dios en esta vida no hay modo de unirnos a El en la eternidad. Si nuestro corazón llega a la eternidad sin amor de Dios, la dicha simplemente, no existirá. Del mismo modo como un hombre sin ojos no puede ver la belleza del firmamento estrellado, un hombre sin amor de Dios no puede ver a Dios: se presentaría ante Dios ciego. Para ello, se requiere tener claro dos puntos principales: 

a). Conocer todo lo que podamos sobre Dios: Ello, para poder amarlo, para mantener vivo nuestro amor y para hacerlo crecer. 

b). Hacer lo que Dios nos manda: No basta con sólo conocer a Dios. Existe un termómetro  infalible para medir nuestro amor por una persona, y esto es procurar hacer lo que le agrada. Hay una sola forma de mostrar nuestro amor a Dios, y consiste en hacer lo que el quiere que hagamos, siendo la clase de persona que El dispuso que fuéramos. El amor de Dios no esta solo en los sentimientos. Amar a Dios no esta solo en los sentimientos…El amor de Dios reside en la voluntad. No es lo que sentimos sobre Dios, sino lo que estamos dispuestos a hacer por El, como probamos nuestro amor a Dios.
 
Esto es lo que el Catecismo nos enseña al decir: ¿Para qué te ha creado Dios? A lo que se responde: ¡Para conocerlo, amarlo y servirlo en esta vida! Por ello, el amor a Dios no se da sin previo conocimiento, y no es amor verdadero el que no se traduce en obras: haciendo lo que Dios quiere. 

Humildad: Sujeción a la voluntad divina.  

Mortificación: coloca un dique de contención a todas las tentaciones. Hay que dominar las fuerzas incitas que existen en nosotros desde el pecado original. La mortificación es una palabra que viene del latín (morten facere) y quiere decir: hacer morir. Entre los cristianos la empleamos para designar los esfuerzos con los que procuramos hacer morir en nosotros el pecado y las malas inclinaciones que nos llevan a El.
 
Con frecuencia, es una palabra que a algunos asusta porque se piensa en lo que va a costar. Mas, a nadie le parece excesivo someterse a un régimen alimenticio con el que se pretende conservar la línea que la moda y los estereotipos de la belleza exigen hoy. Casi siempre el hombre contemporáneo se sacrifica para parecer bien. ¡Que decir del sacrificio al que se someten los deportistas con tal de alcanzar la victoria y ser reconocidos.

En este sentido todo lo que mira al bien presente, en lo que se refiere al cuerpo y a la vanidad, todo nos parece poco, mas cuando se trata del bien del alma o del amor a Dios, cualquier cosa que se nos pida, por pequeña que sea, nos parece demasiado. 

¿Quién podría negar la existencia de una mortificación secularizada? Pues bien, el sacrificio es parte de la vida de cualquier persona. Cambian las motivaciones y las practicas concretas. De hecho, la cultura neopagana que tenemos tiene su propia mortificación.

Piercing: agujerearse el cuerpo y llevar colgado todo tipo de metales en las partes mas variadas del cuerpo: lengua, cejas, cintura, orejas. 

Tatuajes: Son marcas del cuerpo como antiguamente se hacían a los esclavos con inscripciones que duran para toda la vida. 

Cinturones gástricos: que impiden artificialmente comer mas de la cuenta.

Cirugías estéticas: Por medio de valores exorbitantes se modifica  parte del cuerpo. 

Alto rendimiento: Es el termino usado para los deportistas que se preparan a llegar a ser los mas destacados. En ellos se invierte por lo que deben asumir el sacrificio o rendir. También, se incluye las horas agotadoras de gimnasio para conseguir una musculatura escultural o dibujada. 

Dietas extenuantes: Que se hacer para lucir el cuerpo exageradamente delgados, lo cual provoca muchas veces, algunas enfermedades psiquiatritas como son la anorexia y la bulimia. 

Solarium: Exposición solar-natural o artificial- por largas horas sufriendo a veces un calor insoportable para lucir un bronceado que teóricamente mejore la propia imagen (esto solo lo sen los blancos, paradójicamente  las personas de color intentan blanquear el color de su piel). 

Fiestas y juntas: El encierro por horas en locales sin luz, sin aire, llenos de humo, con música ensordecedora en horarios que exigen horas de paciente espera.

Oración: Mediante la cual vamos a lograr la gracia de Dios. 

Se requiere una perfecta disponibilidad.

Disponibilidad “profesional”: El que ejerce una profesión puede muchas veces pecar a causa del reloj, porque se pretende ser tan eficiente y eficaz que “sin querer queriendo” es en algunas ocasiones, es el reloj el que marca los tiempos de atención y disponibilidad hacia los otros. En ocasiones no tenemos ni siquiera un minuto para atender, escuchar y acompañar a algunas personas, porque estamos tan ocupados que no podemos perder mucho tiempo. Ninguno de nosotros imagina a Jesús diciendo no es hora de sanar enfermos, o solo esta hora es para realizar exorcismos, o este es el momento para hablar con los Apóstoles. Jesús estaba siempre disponible. 

Es cierto que los horarios nos ayudan a estar mejor organizados y a aprovechar al máximo nuestro tiempo disponible. Nuestra naturaleza humana nos suele enseñar que no somos superhombres ni dioses, por lo se requiere un descanso para luego ser mas eficientes a la hora de actuar. Eso es parte –también- de la disponibilidad. 

Disponibilidad “condicionada”: Se da cuando no se ama lo suficiente, por lo que cualquier dificultad u obstáculo parece insalvable. Al no tener asumido el principio de totalidad entonces se colocan diversas condiciones para poder estar disponibles, haciendo de esta actitud virtuosa una suerte de intercambio: porque tú haces esto yo entonces estoy disponible. No es la manera como Dios ha actuado con nosotros para darnos su gracia.

Disponibilidad “a regañadientes”: Es aquella que se tiene a causa de la tibieza y mediocridad. En una oportunidad el Señor llamó a uno para seguirle, y este respondió: tengo que hacer algo primero. Mas allá de ahondar en que tenia urgentemente que hacer era constatar que había algo mas importante que seguir a Jesús, que responder a la llamada  gratuita del Señor.  Todo el merito que eventualmente podríamos obtener lo terminamos perdiendo por rezongar, postergar, o hacer de mala gana algo.

¿Cuáles son los frutos de la disponibilidad? 

a). Crecimiento del amor: Existe una ecuación entre disponibilidad y amor a Dios. Mientras más disponibles mas crece el amor, y mientras más aumenta el amor más disponible somos. Quien ama y se sabe amado siempre está disponible para servir. Quien de verdad ama no duda en entregar todo su tiempo a la persona amada. No hay obstáculos ni excusas para no estar con quien se quiere de verdad. ¿Cuál es la medida del amor, sino amar sin medida? Igualmente, acontece con la virtud de la disponibilidad, o se es disponible en todo momento o no se es en nada. La disponibilidad es fruto del amor. 

b). Estabilidad anímica: El hecho de estar siendo disponibles con termómetro, con regla, con cuentagotas, puede producir intranquilidad interior la cual  nace de no estar cumpliendo lo que Dios realmente nos está pidiendo. Al igual que la avaricia en el plano material, la falta del verdadero espíritu de disponibilidad ocasiona tristeza, nostalgia y vacío en el alma. ¿Qué más claro ejemplo de esto tenemos en el evangelio que aquel joven que se alejo triste ante la invitación de Jesús de darlo todo para seguirle?

c). Paz interior: Frecuentemente, al mirar las noticias internacionales, constatamos la ausencia de paz en muchas partes. No se trata de grandes conflictos sino más bien de infinitud de desencuentros y animosidades entre naciones. Y, lo que acontece entre naciones subyace –también- en la relación entre personas. 

La crispación de ánimos es evidente y casi no resiste mayor análisis constatarlo. Entonces nos preguntamos: ¿Por qué no tenemos paz? Responderemos por dos razones: En primer lugar, muchos no entienden qué es la verdadera paz; pues su concepto de paz se reduce a una situación de simple ausencia de conflictos. En segundo lugar, la mayoría no entiende que la única paz verdadera, aquella que satisface plenamente y es duradera, es la paz que viene de Cristo.

San Pablo dice que la paz del Señor “sobrepasa todo entendimiento”: Es una paz que solo Dios puede dar porque El se ha rebelado como un Dios de Paz. La expresión “sobrepasa todo entendimiento” es traducción de la frase griega huperechousa (tener sobre) y panta (todo) noun (pensamiento). La mente nuestra es incapaz de producir la paz que sólo Dios puede dar, por lo que la paz de Dios es tan sublime, tan asombrosa, que no hay manera que pueda comprenderla plenamente, porque la mente es finita y el Dios de Paz es infinito.

d). Alegría: Como negar que quien tiene una actitud disponible en su vida suela ser feliz. ¡Si hay felicidad en la tierra es la que han alcanzado los que son disponibles! Aquí nos detenemos en el testimonio de nuestra Madre Santísima. Hemos de reconocer su disponibilidad confiada en Dios que fue el origen de tantas bendiciones recibidas y que por el cielo fue llamada “Tú eres la llena de gracias”. En su visita a su prima Isabel exclamo: “Me llamaran bienaventurada (feliz) todas las generaciones”. La Virgen María es por excelencia modelo de disponibilidad, pues su vida fue ofrecimiento libre al plan de Dios. 

La única certeza de su actitud fue que iniciaba un camino con unas exigencias que Ella no iba a controlar.  Su realización personal y el ejercicio de su libertad, pasaban por la depuración de un permanente acto de disponibilidad, que finalmente llenaba de gozo, de alegría, de felicidad de estar haciendo lo que debía, es decir, de estar cumpliendo la voluntad de Dios.

e). Orden: Todo suele funcionar mejor cuando impera el orden en nuestra vida. Sea nuestro escritorio, nuestra oficina, nuestro closet, todo lo que está en orden nos facilita la vida. En cambio, donde ésta falta surge el caos. La disponibilidad ocasiona un orden en el sentido que es como tener una puerta siempre abierta, que a la primera necesidad ésta se abre y todo se hace mas expedito. Si el orden exterior es importante el interior es necesario. Decía un santo: “Virtud sin orden, rara virtud” (San Josémaria Escrivá de Balaguer, Camino, 79). Orden sin disponibilidad, ¡raro orden!, añadiremos. 

Para lograr esta ecuación perfecta se requiere una exhaustiva disponibilidad

Nunca somos disponibles enteramente, por lo cual  siempre se puede ser más disponible. El que cree tener total disponibilidad no crece en santidad, porque queda como agua estacada en un tranque, se pudre. El verdadero espíritu de disponibilidad nos hace ser como un estanque que tiene un afluente permanente, que es la gracia que viene de lo alto, y un efluente que evacua lo cual seria una voluntad de responder como el profeta: ¡Heme aquí que estoy para hacer tu voluntad!
 
Presbítero Jaime Herrera, sacerdote diócesis de Valparaíso 





 

 

 

 

domingo, 10 de noviembre de 2013

El mayor genocidio actual es el aborto

 

No hace falta que uno sea creyente o ateo para aceptar que nuestras conductas tienen repercusiones que van mas allá de lo que  uno muchas veces piensa o desea. 

Señores de nuestros silencios, definitivamente somos esclavos de nuestras palabras y acciones. Ya lo clamó un dirigente social que con sus manos limpias sentenció: lo escrito,  escrito está…es decir, lo hecho, ya está hecho y no se puede modificar. Jesús murió en la cruz con la inscripción: Jesús, Nazareno, Rey,  Judío. 

El hombre deja huella con su obrar: nuestras acciones siempre tienen repercusión: variada, temporal, limitada, pero no deja de tener consecuencia, sea para bien o para mal. 

Mas,  no solo la acción producto de una opción, sino también tiene consecuencia la indiferencia, la ligereza, la superficialidad. No optar por algo y dejar que los acontecimientos sigan su inercia es –también- es un camino que tiene consecuencias. 

Hace unos días, una estudiante que cursa en la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, pintó de negro una lápida en homenaje a quienes se les impidió tener el derecho a nacer: a ser niños, jóvenes, adultos, ancianos. El absolutismo hecha sus nuevas raíces bajo el slogan de “tengo derecho sobre mi cuerpo”, como si aquella promotora  fuera dueña del alma del fruto de sus entrañas. Aquel absolutismo que tanto mal hizo y que parecía ser definitivamente superado en el tiempo, se ha reinventado, para de las cenizas, tender al símil moderno de la promoción de la esclavitud, la cual sostenía que las personas podían tener sujetos de modo absoluto  por derecho a aquellos seres inferiores considerados por la sociedad. El que esclavizó ayer  y el que promueve el aborto hoy coinciden en una cosa: se creen dueños absolutos de la vida ajena. 
 

“¿Quién establece los derechos en medio de nosotros?”… arengaba la dirigente que vedaba a otros repetirse un plato que ella gustosamente no dudaba en tomar, inicialmente por una segunda vez. La pregunta es riesgosa si entendemos que el Estado “hace” los derechos de las personas, toda vez que si asumimos que los “da”,  bien puede acontecer que en otras situaciones, regulándolos, los termine desconociendo, tal como históricamente ha sucedido en nuestra Patria y en tantas otras regiones en el pasado.  

La persona no existe porque el Estado lo diga. El matrimonio entre un hombre y mujer no existe porque el Estado lo diga. La persona no vive un día mas porque el Estado lo diga., y tampoco dejará alumbrar el sol cada día, o la luna de presentarse cada noche simplemente porque un decreto del Estado lo disponga. El Estado no da los derechos de las personas, y  en el mejor de los casos, debe estar presente  para su mejor reconocimiento. El Sol nunca tuvo Rey, como lo sostuvo un hijo de la flor de lis ayer, ni el Sol tendrá reina como alguna desearía en el futuro. Si tenemos derecho a nacer es porque somos creaturas de Dios, por lo que la mayor grandeza radica en la vinculación con Dios, en lo que constituye la dimensión religiosa que es inherente  de toda persona humana. ¡El hombre vale lo que vale su fe!
 
¿Con esto entonces se desprecia al no creyente? Por el contrario, un hombre religioso sabe que su  mayor bien es la fe, por esto, procurará hacer todo lo posible para que los demás un día, como el,  participen plenamente del don del que se sabe indigno custodio, por lo que por su ADN trascendente respetará la vida ya gestada, la vida del que ha nacido, y la vida de quien está cercano a morir naturalmente. Para un católico es dañino el aborto, la pena de muerte y la eutanasia. 

A favor de la vida humana sin excepción, reconocemos que el mayor genocidio del mundo actual es el aborto. Porque, para conseguirlo, se aúnan fuerzas, personas, recursos y una ideología, que de modo sistemático procura quitar la vida de un conjunto de personas bien definidas que son los niños en el vientre materno. La única condición que exigen los genocidas contemporáneos es que sea, por ahora, un nonato el que se va a asesinar. 

La cobardía y maldad de este acto queda reflejado en que se quita la vida de un inocente, cuya voz es apagada antes siquiera que se pueda percibir: Es la misma inocencia del que anhela vivir la que desnuda la vileza ilimitada  del que perversamente solo busca asesinarle. Una y otra vez diremos que hemos nacido para vivir no hemos nacido para matar. 

La colusión perversa de quienes se colocan de acuerdo para el exterminio masivo de un grupo de personas, como son las que crecen en el vientre materno. Haciendo apología de una ideología criminal como es el abortismo, no dudan en fomentar en la sociedad una cultura de muerte. Bajo similares slogan en el pasado se exterminaba por colores de raza, por pertenencia a una tradición, por vinculaciones  geográficas, en fin, cualquier pretexto ha parecido ser suficiente para eliminar personas, y es obvio, si la persona de Dios no ocupa el lugar que le corresponde, menos lo ocupará aquello que de sus manos a salido, como es las creación entera.  ¡No se respeta a Dios, menos se respeta al hombre! 

El financiamiento para el crimen del aborto es dado por recursos del Estado: Por cierto, en aquellas naciones donde se ha legislado al respecto, pero también, existe una grave responsabilidad en la competencia de aquellos organismos del Estado que debiendo perseguir los ilícitos, no lo hacen con la fuerza, sagacidad y oportunidad que les corresponde por ley. No puede ser más importante perseguir los delitos cometidos  al interior de un cajero automático que en un vientre materno. ¡Algo está mal, y debe cambiar, ahora! 

Con lo anterior, el acto genocida de un aborto queda manifestado en la extrema crueldad que se usa para cometer este crimen abominable, en palabras del Concilio Pastoral último. Las atrocidades que vemos tristemente ocasionadas como actos de enajenación, a causa de la droga, el alcohol, el exceso de velocidad, o producto de guerras declaradas casi unívocamente por hombres “de cuello y corbata”, que no han vestido camuflaje en sus vidas, pueden conmovernos fuertemente.  

¿Quién no enmudece ante las muertes del narcotráfico en México, cuya cifra supera a las victimas de la década de la Guerra en Vietman? Los químicos usados para quemar el feto en el vientre materno no difiere del NAPALM que quemaba pastizales y niños inocentes; las bombas que destrozaban cuerpos son la que facultativos juramentados para defender la vida, usan sus manos para pulverizar un cuerpo llamado a ser parte del banquete de la vida. Si la muerte de un inocente clama al cielo ¡que decir de la de aquellos cuyos Ángeles en sus alabanzas no dejan de implorar por quienes les fueron individualmente encomendados por el mismo Dios! 

Ningún genocidio es aceptable menos el cometido contra inocentes en el vientre materno, llamado a ser  el “sagrario de la vida” y “primer seminario”, en palabras de San Juan Pablo II. Por ello, en la búsqueda de una cultura de la vida, que sea respetuosa de los caminos de Dios inscritos en la naturaleza, y de la voz de la Iglesia, que experta en humanidad, no puede enmudecer la verdad de la que es custodia y testigo fiel.  Los que promueven el aborto como una opción de elegir deben saber que, como católicos, cuantas veces sea necesario, reiteraremos que la vida humana como regalo de Dios no está a la venta. 

En época de elecciones es necesario saber qué dicen los que postulan a cargos de gobierno en nuestra Patria, especialmente en lo referido al don de la vida de aquel que ésta por nacer. Si ningún crimen es aceptable, no lo es tampoco ningún tipo de aborto, porque cuando se habla de vida humana no se hace primeramente reconociendo sus facultades, capacidades, talentos, virtudes, sino simplemente por lo que esencialmente se trata: ¡es persona y debe nacer! Tenga siete horas, siete días, siete semanas, siete meses, siete años o setenta años. En virtud del crecimiento ininterrumpido que se tiene no se puede sino reconocer el derecho a nacer de todo ser gestado en el vientre materno como un derecho a la vida, a la vez que no se dejará de condenar su interrupción como un crimen cobarde e inaceptable para una sociedad, que de momento se precia de ser mayoritariamente creyente. 

Hoy, si somos interpelados ante la disyuntiva de “ser de Cristo” o “ser del mundo”, sin posibilidad de componendas, del mismo modo,  aquel que ya ha aceptado a Cristo, como “camino, verdad y vida”, y a su Iglesia como piedra segura para defendernos del mal, no puede pretender transitar por la misma vereda que lo hacen cuantos defienden, promueven y aceptan un acto genocida que tanto mal hace para toda la sociedad, y que no tiene parangón con ninguna otra realidad, por dramática que pueda haber sido. 

Que Jesucristo: ¡Vida del mundo! Bendiga nuestras familias, ilumine a nuestros gobernantes, legisladores y jueces, fortalezca a los padres de familia y maestros, para que todo niño gestado en el vientre materno en Chile, desde el primer instante, perciba la certeza de una sociedad que le defiende y quiere, tal como Dios. Amén 

PADRE JAIME HERRERA GONZALEZ

SACERDOTE DIOCESIS VALPARAISO

HOMILIA INICIO DEL MES DE MARIA 2013.


¡TODA LA TIERRA GRITE DE GOZO!

 1. “Aclamad a Dios toda la tierra, estallad, gritad de gozo y salmodiad” (Salmo 98,4).

Hermoso marco, el que masivamente, nuestras familias han querido dar inicio al Mes de María. No pareciera ser posible de otra manera, si consideramos la noble tradición religiosa de la Iglesia diseminada a lo largo de nuestra Patria. Mas allá, de ser este hecho consecuencia de un muy buen elaborado proyecto pastoral hecho a fines del Siglo XIX  o responder a una antigua tradición arraigada desde la declaración del Dogma de la Inmaculada Concepción, es necesario ver el hecho de este Mes como parte de un proyecto de santidad que Dios ha dispuesto para que nuestras almas sean sanadas a lo largo de estos días santos de conversión por medio del Rosario, la Santa Eucaristía, y la Palabra de Dios, que no deja de invitarnos –permanentemente- a una nueva vida. 
 
Cuando las fuerzas parecen declinar con el paso del Año: el estudiante debe cumplir con sus exámenes finales y eventuales pruebas de Simce y Pre-selección Universitaria, los trabajadores y empleados se ven envueltos a evaluaciones laborales para mantener sus puestos, y eventualmente buscar vacantes cercanas de asenso, cuando se produce el mirar hacia atrás respecto si hemos sido fieles a los dones entregados, cuando mas el cuerpo y la mente quisieran encontrar mayor alivio, el peso del tiempo y los afanes de cada día parecen multiplicarse hasta exponencialmente.  

¡Son tiempos difíciles ¡Surgen de la nada inconvenientes, molestias y desencuentros, los cuales no se explican únicamente de manera natural sino principalmente porque las fuerzas del Mal no dudan en actuar ante el hombre y la sociedad debilitada.

Los tiempos de gracia son a la vez tiempos de prueba: Lo vemos cuando Dios entrega al hombre el poder de administrar la creación, otorgándole el poder sacar de todos los frutos puestos en el paraíso, menos de uno…era la prueba que no fue superada por Adán y Eva; lo vemos cuando Dios pide al patriarca Abrahán que sacrifique a su primogénito; lo vemos cuando los israelitas fueron sacados de la esclavitud en Egipto y debieron recorrer durante cuarenta años por el desierto. Un trayecto que normalmente tardaríamos solo  unos días a pie exigió cuatro décadas: muchos que briosos partieron, cayeron con el paso de los años y no superaron la prueba. ¿Es que acaso Dios no da la gracia suficiente? ¿Es culpable Dios de la inconstancia del hombre? 

Dios hizo al hombre “a su imagen y semejanza” por cierto, pero donde El no se deja vencer es en la generosidad: su misericordia es infinita, su bondad ilimitada, su amor es eterno, por ello, como en resumen de su ser, como un icono de si, quiso dejarnos a Aquella que serviría de Medianera Universal de toda gracia, como es María Santísima. Si ella hermosamente señaló su melifluo predicador: “Nunca se ha oído decir que quien recurriese a Ella su plegaria haya sido desatendida” (San Bernardo de Claraval). 

Sin lugar a dudas, al mirar nuestros monasterios, templos, capillas y catedrales exclamaría el Salmo 98: “Dios se ha acordado de su amor y su lealtad para con la casa de Israel. Todos los confines de la tierra han visto la salvación de nuestro Dios”. Lejos esto de dejarnos en la inercia de una tranquilidad ha de movernos, por el camino de la conversión, a un mayor apostolado, de tal manera que el solo hecho de celebrar el Mes de María es un acto misionero de la mayor relevancia, pues: hace remover los afectos de la primera infancia cuando nos acercábamos con plena pureza y confianza a recibir por Primera vez a Jesús Sacramentado; nos hace cuestionar seriamente de nuestra vida presente llena de superficialidades, maquinaciones “pseudo celestiales” y “terrenales”, como si el fin pudiese justificar en ocasiones aquellos medios que conllevan indebidas acomodaciones y entreguismo a los criterios y pareceres mundanos. La realidad de hoy es muy simple: ¡O somos de Cristo o somos del mundo! 

Cuando una persona ha contraído el sagrado vínculo del matrimonio suele utilizar una argolla que lleva inscrito interior el nombre de su esposa. También, quien ejerce la plenitud del sacerdocio, lleva un anillo que representa la Iglesia local a la que sirve y que se llama “esposa”, la cual reverentemente se saluda de rodillas. ¿Qué pensaríamos de un hombre casado que usa la argolla de acuerdo a las personas que le rodean? ¿Por qué ante determinadas personas ocultar su condición de casado? ¿Qué puede justificar una vaguedad en este aspecto? ¡Nada! ¡Nada justifica ocultar voluntariamente lo que uno es?  

De la misma manera, ¿Qué pensaríamos de un sacerdote que oculta su identidad de consagrado para pasar desapercibido en algunos ambientes? La cosa es muy simple: donde no te puedes presentar como sacerdote fácilmente identificable con tu hábito, no deber estar. ¡No podemos renegar de lo que vitalmente somos! Se es sacerdote, como enseña un refrán local: “aquí y en la Quebrada del ají”. 

En ambos ejemplos que hemos citado se da una opción, que emerge de una vocación a la que se ha sido llamado, habida consideración que convocados universalmente a la santidad, debemos procurar transmitir a los demás lo mas nítidamente nuestra identidad, cual es la pertenencia imborrable como hijos de Dios e hijos de la Iglesia desde el bautismo sacramentalmente recibido. 

El don de la fe recibido aquel día, que ojala lo celebrásemos aun con mayor entusiasmo que el propio natalicio, hace que tengamos una manera de vivir que no puede confundirse con los criterios del mundo. Así lo procuró hacer cada uno de los Santos que la Iglesia ha elevado a los altares, llegando al martirio asumido en casos que van mas haya de la excepción. Precisamente, durante este Mes Bendito procuraremos diariamente recordar a los mejores hijos de la Iglesia, porque en ellos, tenemos la más próvida enseñanza, que es dictada por los mejores maestros. De la escuela de los Santos para ser santos: sin rebajas, sin mediocridades, sin travesuras, sin pausas, sin garabatos…! Santos con mayúscula y punto! 

2. “Reavivar nuestros recuerdos en virtud de la gracia otorgada” (Romanos XV, 15). 

¡Se debe notar a quien pertenecemos! Quienes están llamados a ser creyentes deber leer en cada una de nuestras acciones y en cada una de nuestras palabras de que parte estamos: Si de los que clamaban sarcásticamente “baja de la Cruz”, o de los que no dejaban de implorar: “acuérdate de mi cuando estés en tu Reino”.

Iniciamos un tiempo de conversión: Hay un canto que resulta impostergable entonar cada día de este mes: “Hoy he vuelto Madre”, porque encarna el alma de estas celebraciones, cuyo lema central ha sido, es y será que:  ¡Vamos a Jesús por medio de María!. En este sentido, descubriendo la Vida de la Virgen, en cada uno de sus misterios, sean de dolor, de gozo, y de gloria, tal como los meditamos en el rezo diario del Santísimo Rosario, resulta imposible no encontrarse con Jesús, quien quiso hacerse presente en el mundo por medio de María y ser llamado por la Escritura como el Hijo de María. Ningún camino es mas seguro para llegar al corazón de un hijo que el de una madre, y en el Corazón de Jesús y en el Corazón de María ello se da perfectamente. 

Se equivocan gravemente quienes ven un óbice en la devoción de la Santísima Virgen en vistas a una mejor cercanía entre todos los cristianos, toda vez, que tal como nos enseña la experiencia cotidiana es la madre la que mejor sirve para mantener unida la familia y a sus hijos entre si. ¡Quien mas que una madre clama por la armonía fraterna de quienes son carne de su carne! A tiempo y destiempo procura alcanzar dicho cometido: con María Virgen acontece de manera semejante, Ella más que nadie y antes que todos, anhela que todo bautizado reconozca a su Hijo y Dios como Divino Redentor. Por tanto, la búsqueda de una cercanía entre los hijos de Dios no se hace relegando a la Virgen a un plano secundario sino precisamente destacando su rol fundamental en el anuncio de la Buena Nueva de la cual fue materna portadora y testigo fidelísima. ¡Los cristianos no somos huérfanos: tenemos una Madre que es la Virgen María!

San Pablo, en la Carta a los Romanos dice: “En algunos pasajes os he escrito con cierto atrevimiento, como para reavivar vuestros recuerdos, en virtud de la gracia que me ha sido otorgada por Dios” (XV, 15). Tres veces hace hincapié en llamarnos a la conversión: Lo hace con atrevimiento, lo hace para reavivar, y lo hace apoyado en la gracia. Solamente atendiendo al uso de los verbos entendemos que se trata de una viva exhortación, una “interpelación” en terminología actual, la cual se explica por la necesidad para alcanzar la santidad por una parte y, por las múltiples dificultades que presenta para el creyente el mundo actual, por otra. ¡No son tiempos fáciles! ¡Son tiempos desafiantes! ¡Son tiempos cuesta arriba!

Por ello, en el Evangelio el mismo Señor nos dice que “los hijos de este mundo son mas astutos con los de su generación que los hijos de la luz”. En jerga de los sectores alternativos se suele decir: que este es el mundo de “los vivos”, no de “los pollos”. En círculos mas noveles subsistía la clara diferencia entre los “bacanes” y los “Nerds”, lo que a su vez actualmente se suele un poco simplificar hablando de una generación: “On” y una “Off”. 

Mas, la pillería y viveza tienen “pies cortos”: es entusiasta, briosa en los comienzos, pero suele quedar a mitad de camino, lo cual en la vida espiritual acontece como en un campo deportivo o en medio del fragor de una batalla, porque aquel que no avanza, retrocede. Nuestra búsqueda debe tener largo alcance. El encuentro con Jesús es determinante no admitiendo tardanzas, dilaciones ni claudicaciones. Una vez de Cristo: ¡Siempre de Cristo, todo de Cristo! 
 
 El Apóstol Pablo una vez que ve a Cristo señala: “ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mi” (Gálatas II, 20). Fue tal la certeza de estar con el Señor, que a partir de ese instante no hubo otra posibilidad de poder subsistir más que caminando junto a Jesús. Y, bien sabemos como fue ese peregrinar, que el mismo describe con meridiana  claridad en su segunda carta a los bautizados de Corinto: “¿Son ministros de Cristo? Como si estuviera loco hablo, yo más; en trabajos más abundantes; en azotes sin número; en cárceles mas; en peligro de muerte muchas veces; de los judíos cinco veces he recibido cuarenta azotes, menos uno; tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado; tres veces he padecido naufragio; un día y una coche he estado como naufrago en alta mar; en caminos muchas veces; en peligros de ríos; peligros de ladrones; peligros de los de mi nación; peligros de los gentiles; peligros en la ciudad; peligros en el desierto; peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos; en trabajo y fatiga; en muchos desvelos; en hambre y sed; en muchos ayunos; en frío y en desnudez; y además, de otras cosas, lo que sobre mi se agolpa cada día, la preocupación por todas las comunidades” (XI,23-33).
 
Los múltiples desafíos que implica la vivencia de nuestra fe hoy, solo se puede asumir a la luz de una fe que implique la certeza de estar apoyados en la sólida roca que es la verdad bimilenariamente transmitida por el magisterio perenne, que ha sido la garantía sobre la cual se ha desarrollado y expandido nuestra religión a lo largo del mundo, a lo largo del tiempo y en lo mas hondo de nuestro ser, llegando a ser el mejor abono para el desarrollo de los pueblos. Por ello, al acercarnos a Dios, al procurar vivir nuestra fe nos hacemos mejores ciudadanos, a la vez que nos comprometemos a respetar todos los aspectos de la vida del hombre, tanto en su dimensión espiritual como corporal. Nada de lo que humanamente ha sido asumido por Jesús en la Encarnación puede estar ajeno al mensaje de Salvación, de tal manera que al consagrar este Mes a la Virgen María redoblamos nuestro esfuerzo por hacer que no sólo al interior de nuestras almas reine Cristo, sino –también- lo haga en lo mas hondo en la célula de la sociedad que es la familia, “por la cual pasa el futuro del mundo” (Rodelillo, 1987 San Juan Pablo II). 
Amen.
Pbro. Jaime Herrera González.
Cura Párroco de Puerto Claro.

 

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Causa final del hombre


 
EJERCICIOS ESPIRITUALES DE SAN IGNACIO  

Venimos a hacer retiro para ordenar la vida la cabeza inteligencia, la voluntad el corazon y ¿Como se hace esto? Para ordenar la vida, como para ordenar cualquier movimiento,  resulta indispensable conocer la causa final,  porque de otra manera es imposible. Saber hacia donde vamos. 
 
En la bóveda de la capilla Sixtina Miguel Ángel pinto dos manos famosas: las de Dios, indicando cual es el fin dando el ser, mostrando el fin de la existencia del hombre y la mano receptiva  de Adán, que recibe el ser de Dios, indicando hacia donde debe dirigir su vida.
 

¿Cual es el fin absoluto último?: Es  la gloria de Dios que es darle luminosidad a Dios nuestro Señor, acercar a los hombres a  Dios. Santa Teresa de Calcuta con su vida, con su obra, indudablemente acerca a los hombres a Dios, nadie dudaría de ello. Ser luminoso es dar gloria a Dios.  

El fin absoluto y ultimo de toda persona es darle eternamente luminosidad el fin aquí en la tierra es acercar las almas a Dios de ese para que le amen, para que le  sirvan y para que le conozcan. De ese conocimiento nace el amor. El amor no es ciego. El amor no anda a tientas. 

¿Que significa este conocimiento, este estar sujetos a Dios?. Nosotros dependemos de Dios. Es una dependencia esencial,  absoluta, total, universal, amorosa. 

Esencial: Si yo no dependo de Dios yo seria nada. No podría existir.

Absoluta: Yo no le puedo poner condiciones a Dios nuestro Señor. Respecto de esta dependencias. Punto final.

Total: Depende mi inteligencia, depende mi voluntad, depende mi quehacer entero. Nada escapa de El.

Eterna: Siempre dependí de Dios, dependo actualmente, y dependeré siempre de El. 

Amorosa: No dependo simplemente como un  esclavo o un siervo,  sino como un hijo depende de un Padre infinitamente bueno. Esto es lo esencial.

Advirtamos que nosotros tenemos una libertad  ascética, jurídica, moral, sicológica. Con esta libertad sicológica nosotros le podemos decir no, yo no quiero sujetarme a Ti,  a Dios: La libertad sicológica consiste en la facultad de decir si o no a Dios independientemente del valor moral. 

¿Y qué pasa si yo le digo a Dios que no deseo depender de El? Si yo no quiero depender de quien si debo, terminaré dependiendo de quien no debo. El alcohólico no quiere depender de Dios respecto del alcohol y se hace esclavo del alcohol, así el drogadicto, y el ludópata. Un leproso convertido al catolicismo señaló que “Durante ese tiempo era un estropajo humano. En un leproso se convirtió, yo era nada”.
 
El hombre debe sujetarse a la voluntad divina, tiene que sujetarse a Dios, ahí esta su libertad y su grandeza. Un gran sociólogo italiano, beato, padre de familia, salesiano y consejero de León XIUII, Guiuseppe Toniolo (7 Octubre 1918) decía: “mi dignidad es darle a Dios todo lo que tengo, porque yo dependo de El,  sin cortapisas ni demoras, sin reticencias

Ahora nosotros tenemos que pensar: ¿Yo, dependo de Dios realmente?  Con esta sujeción humilde,  total y plena. ¿Estoy tranquilo en mi conciencia con Dios” ¿No le niego nada a Dios nuestro Señor?

Advertid que todo está en ser coherente con lo que me dicta mi conciencia iluminada por la fe. Porque, la santidad consiste en  la ecuación perfecta entre la inteligencia iluminada por la fe y el corazón corroborado con el Espíritu Santo. Cuando hay una cohesión entre el corazón y la inteligencia, una ecuación, entonces hay santidad. Evidente que la ecuación absoluta es inasible aquí en este mundo. La gracia consiste en tender siempre hacia ese ideal. 

Para esto necesitamos esta ayuda de Dios nuestro Señor que siempre la otorga a quien la implora. Un dogma de fe nos dice que: “El hombre no puede de ninguna manera  alcanzar a Dios sin la gracia divina”. De la misma manera “La gracia sola no puede hacer nada si acaso  nosotros no colaboramos”.  

Sintetizando para qué vivo: Vengo de Dios que es mi principio. Voy por Dios que es mi Padre. Voy hacia Dios que es mi fin.  

Tengo que decirle a nuestro Señor: ¡Yo quiero hacer tu santa voluntad! ¡Yo quiero estar contigo!  ¡Yo quiero hacer tu santa voluntad!

Advertir que la perfección consiste en buscar siempre el fin: La ciencia ascética consiste en la cohesión que hay entre el fin de la vida y la misma vida. Porque alcanzado el fin ya no se puede exigir más. 

La palabra “Ascética” proviene del verbo griego “asqueo” que significa “entrenamiento”, “esfuerzo”, para dominar tendencias desordenadas. En sentido literal significa “pulimiento”, “refinamiento”, y “suavizamiento”. En estricto rigor los griegos usaban esta palabra para desarrollar las fuerzas dormidas, y obtener la corona de laureles que se otorgaba al vencedor en los juegos.  

La vida del cristiano es una lucha para conquistar el Reino de los Cielos (San Mateo XI, 12). San Pablo que fue formado a la manera griega utiliza la figura del pentatlón griego para ejemplificar la batalla espiritual y el esfuerzo moral. Por la gracia de Dios podemos lograr perfectamente este fin.

La lucha moral consiste ante todo en atacar y eliminar los obstáculos, es decir, las concupiscencias de la carne, de los ojos y del orgullo de la vida, que son los efectos del pecado original que sirven para probar al hombre.

A este primer deber, San Pablo lo llama “despojarse del hombre viejo” (Efesios IV, 22).

El segundo deber, es “revestirse del hombre nuevo”, según la imagen de Dios (Efesios IV, 24). ¡El hombre nuevo es Cristo! Es nuestro deber luchar por asemejarnos a Cristo, viendo que El es: “El camino, la verdad y la vida” (San Juan XIV,6). Debe quedar claro que este esfuerzo es de orden sobrenatural y no puede ser realizado sin la gracia divina. 
 
Sin vida acética no puede haber vida mística. En la vida mística tenemos experiencia de Dios porque El se nos muestra, pero para que esto suceda primero debemos “vaciarnos de nosotros mismos”, tal como enseña el Evangelio: “Quien quiera seguirme que cargue con su cruz de cada día y se niegue a si mismo. Sin negación y purificación de uno mismo Dios no puede venir a nosotros. Es como si alguien nos dice: “si quieres que vaya a visitar tu casa, primero bárrela, tenla limpia y después iré”.

Si deseamos tener experiencia de Dios, primero tenemos que llevar a cabo un trabajo y un esfuerzo a vaciarnos de nuestras emociones, de nuestros instintos, de nuestros deseos, de nuestras ambiciones humanas. En definitiva: ¡hay que abandonar el ego! Sin esto, no puede haber un a experiencia mística. La vida ascética es imprescindible para la vida mística. La vida ascética es una vida en la cual las virtudes dominantes son virtudes adquiridas, y por virtud adquirida se entienden aquellas que resultan adquiridas de un esfuerzo personal, acompañado de la gracia que Dios no deja de conceder. 

La vida mística es una vida que, por medio de los dones del espíritu Santo, se remonta sobre los esfuerzos humanos. Es una vida en que las virtudes infusas la elevan sobre las virtudes adquirida, y el alma se ha de mas pasiva que activa.  

Es semejante comparar entre la vida ascética (en que la acción humana prevalece), y las vida mística (en que la acción divina prevalece) la misma diferencia que hay entre un remo y una vela. El remo representa el esfuerzo ascético, la vela la pasividad mística que se despliega para recibir fructuosamente la brisa divina.

 

 

 

 

 

 

viernes, 1 de noviembre de 2013

Homilía en la Solemnidad de Todos los Santos

Hemos conocido el amor que Dios nos tiene



1.- El desamor como signo de nuestro tiempo.

        ¿Qué valora el mundo de hoy en una persona? ¿A quién considera bueno la mayoría de las personas que están a nuestro alrededor? Indudablemente, al exitoso, al que logra sus deseos, al que satisface sus necesidades. Al que tiene poder, bienes, capacidades. En general, a aquella persona que lo pasa bien.

        En esto la vinculación con los demás no parece tener un carácter determinante: los vínculos con el prójimo sólo parecen justificarse en tanto cuanto importan a los propios e inmediatos intereses, como si todo el mundo dependiera de nosotros y debiese girar a nuestro alrededor. El hombre actual piensa que es como el sol alrededor del cual todos le sirven. Nada bueno tiene esto, si consideramos que al comienzo de la revelación la humanidad ya empieza a inclinarse hacia el mal, no sólo en el triste episodio del paraíso terrenal con nuestros primeros padres (Gen. 3, 19), sino luego con pretender alzar una edificación que rivalizase con Dios en Babel (Gen. 11, 1-19)

         Más cercanamente, tanto en el denominado renacimiento, como en el siglo de las luces, o en la llamada era industrial, siempre el hombre ha tendido a dejar a Dios de lado: mas, el hombre autónomo puede alzar por un tiempo un mundo sin Dios, pero dicha marginación termina prontamente por volcarse contra el hombre mismo.

         Sin Dios, el hombre y la sociedad se pierden, se termina diluyendo, por lo cual las fuerzas del Maligno no parecen ser contenidas por la cultura actual más que por la senda de una espiral decadente. Entonces, si acaso no importa Dios, su obra, tampoco será relevante, por lo que de la indiferencia fácilmente dará paso al desprecio, manifestado en maltratos, olvidos y persecuciones.
  
        La crispación social no tiene otro origen basilar más que en el rechazo a Dios y sus designios. Pues, la crisis del hombre y la sociedad, que se manifiesta de múltiples maneras: por una parte, en violencia desenfrenada, donde la vida humana en ocasiones tiene el simple valor de una cerveza o de un cigarrillo ¡se mata a una persona por unas cuantas monedas! Se manifiesta en la falta de perdón, donde se urde en los resquicios y se exacerban rencores para la premisa anticristiana de "ni perdón ni olvido", con la cual sólo "se siembran nubes y cosechan tempestades".

         El eclipse de Dios obscurece la vida humana: alejados voluntariamente de Dios, quien se ha revelado como un Dios de Amor, hace que en el corazón del hombre termine anidando el egoísmo más recalcitrante, en el cual el yoismo e individualismo cierra las puertas al compartir, cierra las puertas al sentir las necesidades ajenas como propias, cierra las puertas a salir de uno para ir al encuentro del otro. Todo ello, porque se siente autosuficiente.

2.- El amor: distintivo del cristiano.
         Como en un espejo, cuando el Evangelio nos habla del amor, debemos procurar reflejar en toda nuestra vida: nuestros sentimientos y actitudes, con aquel camino que el Señor nos pide claramente: sin tardanzas ni recortes, porque las Escrituras no admiten vaguedades ni liviandades. Así leemos en la Primera Carta de San Pablo a los Corintios: "Porque el amor es paciente, es servicial, no es envidioso, no se jacta, no se engríe, es decoroso, no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal, no se alegra de la injusticia, se alegra con la verdad. Todo lo cree, todo lo excusa, todo lo espera. Soporta todo, porque el amor, es Dios ( 13, 1-13).

2.1. El amor es paciente: Porque más que tolerar, como algo irremediable, se asume y acepta con paz interior, aquellos males que devienen.

2.2. El amor es afable: Porque en su rostro expresa que procura en todo momento devolver el bien por el mal, asumiendo con convicción que si quiere ser verdadero discípulo de Jesucristo y recibir su perdón misericordioso no puede sino aplicar lo implorado: "perdona nuestras deudas como nosotros perdonamos a nuestros deudores".

2.3. El amor no tiene envidia: Al evitar compararse con los demás, y al procurar tener presente sólo el cumplir la voluntad de Dios, no se llena de soberbia al tenerse como superior de otros ni su alma se colma de envidia al no saberse bajo los demás. ¡Quién a Dios tiene nada le falta, sólo Dios basta! Como creyentes que somos, asumimos que nuestros logros avanzan por un carril distinto del que avanzan los éxitos  mundanos.

2.4. El amor no es presumido: Cuando uno vive desde la fe, cada acontecimiento y realidad es medido desde la perspectiva espiritual. Me acerca a Dios, es importante, me aleja de Dios es desechable...Sus éxitos, logros, objetivos tienen relevancia desde la búsqueda y vivencia de la vocación universal a la santidad, a la que está llamado todo bautizado. ¿De qué podríamos presumir si sabemos que Dios es el que sostiene nuestras vidas?

2.5. El amor no se engríe: ¡Estamos en un mundo ensimismado! En ocasiones, preferimos cobijarnos en un caparazón, para así imponer nuestra voluntad sobre los demás. Por cierto, que el demonio puede hacer que bajo una apariencia de humildad se anide el mayor de los orgullos. La distancia que suele imponer nuestra actitud temerosa, tiende finalmente a elevarme siempre a mí mismo para sentirme seguro. En cambio, el amor hace alegrarse al descubrir el valor y los méritos ajenos, descubriendo que no debemos luchar por conseguirlo ni imponernos sobre nuestro prójimo.

2.6. El amor no es ambicioso: La posesión del creyente es el desprendimiento, por ello al dedicarnos con ardor al crecimiento espiritual, los deseos por las cosas ajenas y exteriores resultan finalmente secundarios. Desde la visión del creyente, que se sabe de paso en este  mundo, pues, tiene anclada su carta de ciudadanía en el Cielo, hemos de tener como propio únicamente aquello que está llamado a perdurar con nosotros.

2.7. El amor no se irrita: A pesar de que el cristiano en todo momento puede estar sujeto a persecuciones, por lo cual, desde el primer discurso nuestro Señor nos previno, nunca la ira ha de adueñarse del corazón y transformarse en rencor, toda vez que tenemos la convicción de esperar un premio que no dice relación con los sufrimiento. ¡Es un negocio con rentabilidad del ciento por uno! Es cierto que el hecho de no enojarse, implica un esfuerzo, un sacrificio, que en ocasiones, no es menor y requiere de gran virtud, por ello, recordaremos que, cuando uno se sacrifica, lo esencial de ello no es la privación, sino que es el enriquecimiento. Si nos sabemos unidos a Dios nada nos separará de su amor. Sólo el amor de Dios puede vencer el rencor del hombre.

2.8. No lleva cuentas del mal: En el disco duro de nuestros recuerdos hemos de guardar los buenos momentos, las buenas intenciones, evitando una camáldula de faltas ajenas. ¡No podemos tener un Dicom de los defectos ajenos!, simplemente porque Dios nos ha perdonado de más y más veces de las que nosotros - eventualmente - lo hemos hecho con nuestros hermanos. Aprender a olvidar hará que nuestra alma se libre de toda maquinación malsana, evitando el camino de la venganza que suele estar abonado de recuerdos. ¡Seamos libres: perdonando primero, y olvidando después!

2.9 No se alegra de lo injusto: Hemos de tener una mirada favorable, confiada, y positiva del prójimo porque "con la medida que midamos seremos medidos". Por cierto inmersos en una cultura donde antes se colocan los cercos y luego se planta, donde primero las rejas y luego la casa, se vive en un ámbito de desconfianza. No podemos alegrarnos de los males ajenos, celebrando su encarcelamiento, sus padecimientos y hasta su muerte, sino queriendo el bien nuestro - también - para los demás (San Gregorio Magno, Moralia in Iob, 10,7-8.10). No otra cosa nos enseña Jesús al decir: "Amaos los unos a los otros como Yo os he amado".

          Los Santos descubrieron una clave: ¡La medida del amor es amar sin medida! Los verdaderos límites son los que no existen, lo cual, San Agustín con su capacidad de síntesis habitual señaló: Delige, et quod vis fac, "Ama y haz lo que quieras" ( Homilía VII, de San Juan). Esto último, lejos de ser una invitación al libertinaje nacido de una conciencia endiosada, marca un camino exigente y definitivo, puesto que cuando nos encontremos cara a cara con Dios, todos los demás dones desfallecerán; y el único que permanecerá para siempre será la caridad , pues "Dios es amor" (1 San Juan 4, 8) y "nosotros seremos semejantes a Él" (1 San Juan 3, 2), llamados a vivir en comunión perfecta con Él.
 
          Por ahora, la caridad es el distintivo de los bautizados. Es la síntesis de toda su vida: de lo que cree y de lo que hace. El amor es la esencia del mismo Dios, es el sentido de la creación y de la historia, es la luz que da bondad y belleza a la existencia de cada hombre. Al mismo tiempo, el amor es, por así decir, el "estilo" de Dios y del creyente, es el comportamiento de quien, respondiendo al amor de Dios, plantea su propia vida como don de sí mismo a Dios y al prójimo.
       
         Si pensamos en Todos los Santos, reconocemos la verdad de sus dones espirituales, y también de sus caracteres humanos, pues, la vida de cada uno de ellos fue un himno a la caridad, un canto vivo al amor de Dios. Amén.

R.P. Jaime Herrera, Festividad de Todos los Santos, Noviembre de 2013.-

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