viernes, 9 de mayo de 2014

CARNE DE MI CARNE Y HUESO DE MIS HUESOS

 HOMILÍA MATRIMONIO CAMPANY SCOLARI & ALVARADO ESCOBAR


Dios concede su gracia como el Buen Sembrador.
Realmente los antepasados de esta localidad acertaron al momento de designar a este lugar como “cielo azul”. Pues, este permite dar un marco notable a la agricultura, toda vez que se juntan una serie de factores que así lo posibilitan: el sol generoso, la cercanía a los afluentes de agua de la cercana cordillera, y una tierra generosa. Casi imposible resulta no recordar la parábola del sembrador que nos enseñó Jesús, en la cual nos cuenta que un hombre colocó semilla entre espinos, a nivel superficial, entre piedras. Todo ello resultó infructuoso, no porque la semilla fuese deficiente sino porque la tierra que la recibía no estaba bien dispuesta. Tradicionalmente la exégesis de este conocido relato del Evangelio,  nos refiere a la Palabra de Dios como la semilla, al corazón converso como la tierra buena, y las tentaciones del poder, del placer y del tener como los espinos, piedras, y tierra superficial.
Como esposos, a partir de este día, tienen la oportunidad de recibir la gracia de Dios, que el Buen Sembrador quiere conceder. A fin de cuentas, de esto se trata esencialmente lo que estamos celebrando, para esto se han dedicado con los mayores afanes en estos últimos días. ¡Para recibir la gracia de Dios! Toda vez que para un creyente lo que Dios nos concede no es una ayuda o complemento a los afanes, esfuerzos y capacidades nuestras, sino implica el ejercicio de su santa voluntad -a través- de lo que cada uno puede, por lo que reconocemos que la bendición de Dios es necesaria para que crezcamos en virtud, perfección y santidad. ¿Para qué se casan? ¡Para ser santos!
En este proyecto de vida Dios no es una simple visita. Las visitas están un instante pero luego se van. ¡El Señor Jesús con su gracia viene para quedarse! Por esto, lo que el Señor en este día les concede es una puerta abierta, un puente de acceso, un camino por recorrer, todo ello muy diferente a lo que muchos piensan del matrimonio como una pérdida de la libertad. ¡El hombre que ama es libre!
Por esto, sabiamente escribía el recordado Papa Benedicto XVI: “Dios no es rival de nuestra existencia sino su verdadero garante” (28 de Noviembre 2012). El matrimonio fue hecho por Dios para el adecuado ejercicio de la libertad del hombre y la mujer. Recuerdo como hace unas semanas atrás, en una fiesta de matrimonio en la localidad de Guanajuato un soltero arengaba a las huestes cantando: “soy soltero y hago lo que quiero”, mientras repartía brebajes en abundancia a los eufóricos que estaban a su alrededor. Esto me hizo recordar la respuesta capciosa de un anciano esposo que ante la pregunta ¿Qué habría sido de Adán si no fuera por Eva? No dudó en responder: ¡Estaría en el Paraíso! ... 

Complementarios en el proyecto de Dios.
Más allá de lo anecdótico de lo anterior, el hombre y la mujer son seres naturalmente complementarios, hasta el extremo que de su mutuo amor y entrega puede surgir un ser totalmente nuevo, con un alma inmortal, única e irrepetible.  Nunca ahondaremos en este mundo la maravilla que implica el don de Dios dado a los padres en la persona de sus hijos. El poder de Dios creador, que hizo de la nada todo, es homologado en vuestra alma y vuestro cuerpo, para hacer que aquel ser que captó la mirada creadora de Dios cautive el corazón de Dios que se hizo semejante a nosotros para que nosotros lo fuésemos de Él.
Adán, hablando con Dios le dijo: “Estoy muy solo en este lugar, quiero una compañera, la quiero inteligente, de buenos modales, con medidas convenientes, muda, y bonita”. Dios le respondió: “Eso te va a costar dos brazos y dos piernas”. Algo inquieto Adán dijo: “Mmm…no sé, y si acaso no es tan guapa, que hable un poco y no sea tan lista”. Con rapidez Dios le contestó: “Eso te va a costar dos brazos”. Adán se puso pensativo: ¿Cómo me voy a peinar? ¿Cómo voy a subir a un árbol? ¿Cómo voy a tirar una lanza para cazar un mamut? Y, en silencio se dijo: “Sí que sale cara esa compañía, porque no quiero perder mis piernas ni mis brazos. Fue nuevamente donde Dios, que andaba creando cosas por aquí y por allá y le preguntó: “Señor, ¿y por una costilla que me darías? Lo que sigue lo conocemos…
Más allá de esta anécdota, asumimos que lo que hoy acontece no es sólo  producto de la unilateral decisión, ni tampoco –exclusivamente- de un mutuo acuerdo, sino que vuestra unión tiene un tercer protagonista. ¡Y ese el Dios! En efecto, de la nada nos creó y como señala la Sagrada Escritura “los pensamientos de Dios son eternos”, al momento de pensar en vuestra alma dibujó el rostro, esbozó la voz y delineó el cuerpo de quien hoy asumirá el compromiso irrevocable de vivir “el resto de vuestros días” siendo uno solo.
En consecuencia, si desde el origen de vuestra existencia el Señor los hizo el uno para el otro, a partir de este día, sólo existe un camino para alcanzar la perfección, sólo se puede avanzar por una senda para ser santos cual es ser uno para el otro siendo uno con el otro.
Tan sublime como insondable es este misterio, que dos elementos de la Santa Biblia nos lo anuncia: primero, el mandato de Dios de “crecer y multiplicarse” dado en el Paraíso a nuestros primeros padres,  y segundo, que cuando el Apóstol San Pablo se refiere al matrimonio señala que “gran sacramento es este que yo lo refiero al amor de Cristo por su Iglesia”.



Sin duda, el novio dirá a su prometida hoy lo que Adán dijo a Eva en el Paraíso: ¡Tú eres la única mujer de mi vida! Claro, algunos pueden sonreír con esto, toda vez  que –in illo tempore- no revestía mayor gracia porque realmente no había otra mujer en toda la tierra…, pero, ahora sí hay más mujeres…y hombres también, por lo que para ser fieles en nuestros días se necesita la gracia de Dios reservada a este sacramento.  Sin la presencia de Dios el hombre no se entiende, por lo que no duden como esposos incluir en cada jornada el recuerdo permanente del Señor Jesús, puesto que –también-  la familia sólo se puede sostener inquebrantable si acaso está apoyada por la gracia que Dios no deja de conceder a quienes la imploran con fe y perseverancia.
Los hijos como una bendición de Dios.
No hay edad ni circunstancia, por temprana o tardía que sea, que la llegada de un hijo no sea parte del querer de Dios. Si para el creyente no existe la casualidad menos aún si se refiere a la llegada de un hijo o de una hija: Nadie viene al mundo porque sí. En vuestro caso, como esposos que se aman para toda la vida, tendrán un destello de vuestra entrega, Dios mediante con la llegada de aquellos que Dios les conceda para ser integrantes del banquete de la vida.
No nos cansaremos de reiterar que los hijos son una bendición de Dios. Por esto, Es importante tener presente que vuestra relación de esposos ha de estar siempre abierta al don de la vida.
Es cierto que los padres pueden variar sus sentimientos hacia sus hijos a medida que la edad progresa: cuando los hijos nacen y tienen pocos años de edad suelen exclamar: “es tan tierno, me lo comería”. Cuando pasa el tiempo, y aparece la conocida edad del pavo, que para algunos constituye la edad del buitre, los padres nostálgicamente dicen: “Por qué no me lo comí antes”…
A este respecto, tal como dice un spot publicitario de estos días: “cada hijo trae una marraqueta bajo el brazo”. Espiritualmente hablando, el hijo es en sí una bendición permanente, incomparable a cualquier bien con fecha de vencimiento. El hijo es una imagen de Dios entregado a vuestro cuidado para ser educado en la virtud y la fe.
El hijo no es un extraño que de sorpresa llega a un hogar, sino que es alguien a quien siempre se le ha esperado y que viene a dar sentido a la vida esponsal, de la cual es signo visible de amor, vínculo de mayor unidad de la familia, y futuro del mundo. Así, aconteció hace dos mil años, donde no fue el signo de lo ostentoso y extraordinario con lo cual Dios vino se presentó en el mundo, sino que se mostró bajo  la indefensa y pura figura de un recién nacido, cobijado bajo el cuidado de sus padre y su madre.


Crecer en las virtudes: Gratitud, humildad y disponibilidad.
Desde ahora, preparen la llegada de sus hijos: ¿Cómo? Orando a Dios por ellos, y procurando como esposos tener una vida matrimonial según el querer de Dios, tal como enseñaba a los novios el actual Romano Pontífice: “sepan decir gracias, perdón y puedo”.
Saber perdonar: ¡Gran tarea que requiere una verdadera disciplina interior! Porque todos debemos saber pedir perdón, porque hay muchas cosas de las que hacemos y decimos ¡sin querer queriendo! Que ofenden a los demás. ¡Qué decir al interior de la vida familiar! Donde se vive junto, y donde hay mayor ocasión de ofender con olvidos, menosprecios, flojera y descuidos, a quienes están a nuestro alrededor. Esta fecha debe gravarse en vuestro disco duro, con el fin de recordar el día del matrimonio, del  cumpleaños, y del onomástico.
Ser agradecidos: La Santa Misa tiene un sinónimo que se usa con frecuencia: Eucaristía, la cual es una palabra de origen griego que significa “Dar gracias”. Dios quiere que dominicalmente participen de la Santa Misa para manifestar la gratitud a Dios por todas las bendiciones recibidas. Que nada anteceda vuestro compromiso familiar de acompañar al Señor cada semana. Nadie nace sabiendo…y si acaso, en los primeros meses de casados, la esposa con cariño le prepara al marido un almuerzo de dudosa apariencia, ¡diga gracias!, si el esposo atento el fin de semana le lleva a su esposa al dormitorio el desayuno continental ¡diga gracias! No dar por supuesto que el cónyuge sabe de vuestra gratitud ¡no sea mezquino en ser agradecido y decirlo!
Pedir por favor: ¿puedo? ¡Palabra mágica! que tiene la capacidad de transformar para bien lo que parece imposible, pero que su eventual ausencia puede mutar la vida familiar en un infierno. Quien pide permiso en el matrimonio no rebaja su dignidad ni menoscaba su integridad por el contrario, se enaltece al reconocer y respetar a su cónyuge manifestando que su querer pasa por el deseo y voluntad del ser amado. Al preguntar ¿puedo? se fortalece la relación matrimonial, que de suyo tiene cambios con el correr de los años. El primer tiempo: él tiene el control remoto, ella escucha al marido…el segundo tiempo: ella tiene el control remoto,  el marido escucha a su señora…el tercer tiempo: el control remoto vuela por el aire, los vecinos escuchan.
¡Para que ello no pase!: Sepan perdonar a tiempo, sean en todo momento agradecidos, y no olviden pedir por favor.
Finalmente, los invito a que consagren vuestro hogar al cuidado del Sagrado Corazón de Jesús y a la protección de la Virgen Santísima. Antes que contratar seguros, empresas de seguridad para la casa, cobíjense ante Quien está atento a sus necesidades las veinticuatro horas del día. ¡El amigo que nunca falla! Que es Jesús.
Amén.










No hay comentarios:

Publicar un comentario