sábado, 22 de noviembre de 2014

Solemnidad de Cristo Rey del Universo 2014

 EL REINO DE DIOS EN MIGAJAS.

La fiesta de hoy se centra en un rey. ¿Qué es lo que caracteriza a un rey? Por cierto, nuestra respuesta será diferente a la que eventualmente podría haber dado una persona hace unos siglos, o hace mil años. Más allá de las características extrínsecas hay algo que ha permanecido en común y ello nos habla de soberanía (basileia tou theou), lo cual indica una realidad absoluta y permanente, pues se reina sin fecha de vencimiento y se reina en todo.
Es impensable un monarca que sólo reine en su castillo. Se es rey sobre todas las cosas y no está sujeto a los poderes terrenos, por lo cual todos tienen el mismo derecho de pertenecer como de saberse obligados a ser parte de él. La universalidad de derecho y la obligación es absoluta, según leemos en el Nuevo Testamento: “Que Dios sea todo en todos” (1 Corintios XV, 28).
Jesucristo es rey. El primero y definitivo argumento es que lo dijo el mismo Jesús no solo de manera explícita sino de manera permanente a lo largo de su predicación. Su auto revelación fue darse a conocer como Aquel que tiene soberanía sobre todo, lo cual para unos, como testigos del Reino, sería razón suficiente para seguir el camino del martirio, y para otros  la causa definitiva para condenar a Jesús a morir en la Cruz. Recordemos que sobre la Cruz, visible a la mirada de todos, se colocó una inscripción en tres idiomas que señalaba: INRI (Jesús Nazareno Rey de los judíos).
El anuncio del Reino de Dios marca un punto de inflexión: un antes y después, un todo o nada. Para el creyente y el ateo, el feligrés y el hereje, el converso y el contumaz, resulta imposible quedar inmóvil ante lo que nuestro Señor anunciaba: el reino de Dios está cerca, es decir presente en medio vuestro.
Cincuenta veces aparece la expresión Reino de Dios en los Evangelios. ¡Es un tema importante y recurrente! Jesús se expresó con la denominación usada por sus coetáneos, la cual se pronunciaba en arameo "Malkouta di chemaya" que significaba "Reino de los Cielos", en la cual con la palabra "de los cielos" se designaba a Dios. Tan sagrado era para aquellos el nombre de Dios que optaban por denominarlo con otra expresión.
Cuando Jesucristo dice: “Yo soy Rey”, desde ese momento su presencia rivalizará con los poderes de este mundo: el demonio, el mundo y la sensualidad, citados por el apóstol San Juan como enemigos del alma, de la Iglesia y de Dios. Por esto,  quiso dejarnos la imagen de su realeza a lo largo de todo su camino al Calvario: un manto púrpura, una caña como bastón de mando, y una corona trenzada de espinas. 

Tomando la indumentaria de los reyes de este mundo (manto, corona y cetro), le dio un nuevo sentido, transformando de una vez para siempre aquellos signos en hojarasca de fantasía,  ante el valor ilimitado que su inmolación daba desde el trono de la Cruz. Ninguna sede real desde entonces sería comparable a la que Jesús tuvo aquel Viernes Santo, por medio de la cual, de una vez para siempre, sería Rey de Universo.
¿Cuáles son las características del Reino de Dios?
a). El Reino de Dios crece en todo momento: Tomando el ejemplo de una simple semilla de mostaza, enseñó la parábola del Reino de Dios que crece misteriosamente, de manera permanente. ¿Quién se da cuenta como día a día crece un árbol? ¿Quién percibe diariamente como crece un niño? De modo semejante, casi sin darnos cuenta el Reino de Dios se expande a lo largo de universo. Mas, para tomar conciencia de ese crecimiento se requiere de una generosa disponibilidad, mediante la cual,  como semilla dócil,  el creyente se deje irradiar por la gracia del “sol que viene de lo alto”  e impregnar del “agua fecunda” que es la moción del Espíritu Santo  que hace posible renovar todas las cosas.
Por ello, la disponibilidad es una virtud que nos hace ser parte del Reino de Dios, de tal manera que nunca nos acostumbremos a un modo de entrega determinado, ni nos sintamos que ya hemos hecho suficiente. El católico siempre debe estar con un corazón disponible a cumplir lo que Cristo Rey le pida, evitando tanto “dormirse en los laureles” como “echar raíces”. La disponibilidad sólo es posible vivirla desde un abandono a los dictámenes del Espíritu Santo que siempre “hace nuevas todas las cosas”.
b). El Reino de Dios se expande lentamente: La prisa es una de las características de nuestra época. Para todas las cosas se quisiera tener una olla a presión que apure la cocción, por ello no es extraño que se viva tensionado, que el tiempo siempre sea escaso, y las cosas no siempre salgan al tiempo querido por cada uno. ¿El hombre es para el tiempo o tiempo es para el hombre? Para evitar ser esclavos de la prisa, Dios nos ha dejado la presencia de Cristo Rey quien nos invita a crecer por medio de la virtud de la paciencia, que permite alejar todo atisbo de tristeza con la certeza de la promesa hecha: “Se sentarán junto a mí en mi Reino” (San Mateo XIX,28).
Nuestro Señor dice: “Por vuestra paciencia salvaréis vuestras almas(San Lucas XXI, 19). Entonces, su realeza se expande por medio del cumplimiento de su voluntad cuando el creyente es paciente. Dice la Escritura: “Mejor que el fuerte es el paciente, y el que sabe dominarse vale más que el que conquista una ciudad” (Proverbios XVI, 32). Por esto decían, no sin razón los antiguos que la fortaleza en el obrar es propia de los romanos y la paciencia en el sufrir es propia de los cristianos. Así lo vivió el pequeño Silvio Dissegna, de doce años de edad, quien ofreció sus dolores de cáncer óseo diciendo: “debo rezar y sufrir mucho para ganar el paraíso” (Turín, 24 de Septiembre de 1979).

Silvio Dissegna, 1979

c). El Reino de Dios está cerca de nosotros:  Nuestro Señor fue claro en decir que “el Reino de Dios ya está presente en medio nuestro”, con lo cual, tenemos la convicción  no solo de que seremos parte de un reino futuro, sino que ya se ha iniciado y germinalmente está desarrollándose ahora junto a nosotros. Así, somos miembros vivos del Reino de Dios, por lo cual nuestra vida presente debe procurar estar a la altura de lo que Cristo Rey nos pide.
Para asumir esta realidad se requiere de la virtud de la sabiduría, la cual se enriquece por medio de la lectura atenta de la Sagrada Escritura y de la plegaria incesante que no deja de repetir: ¡Adveniat Regnum tuum! tal como Cristo le enseñó a sus Apóstoles, cuando estos le imploraron: “Señor, enséñanos a rezar como tú lo haces” (San Lucas XI, 1). ¿A qué se opone la sabiduría? A la necedad, la cual surge de hacer pensar al hombre que es un rey, que es el hombre quien dictaminaba lo que es bueno y verdadero, haciendo que en la actualidad haya tantas verdades como hombres, lo cual conduce a la incertidumbre de la falta de certezas. La verdad no es sinónimo de opinión. Por medio de la oración sincera y la meditación de la Biblia tendremos la luz y fuerza necesaria para hacer presente el Reino de Dios en un mundo que masivamente reniega de quien dijo soy “el Camino, la Verdad y la Vida” (San Juan XIV, 6).
d). El Reino de Dios en las cosas pequeñas: Aparentemente la respuesta que da Jesús a Poncio Pilato es contradictoria: Yo soy Rey…pero mi Reino no es de este mundo.  (San Juan XVIII, 36). Como decía una antigua profesora de teología: un ya pero todavía no. Es decir, un reino de allá y de acá.
Los caminos de Cristo Rey son diversos a los que siguen los reyes de ayer y hoy de este mundo.  En efecto, la primera lectura dice: “Yo mismo apacentaré mis ovejas, y yo las llevaré a reposar. Buscare la oveja perdida, tomaré a la descarriada, sanaré a la herida, confortaré a la enferma” (Ezequiel XXIV, 15). Dios actúa en primera persona, toma la iniciativa, sirve no es servido; da nuevas oportunidades; es pronto a perdonar; se toma su tiempo para actuar. Es un Dios que no quita nada, porque lo da todo; y en nuestro tiempo, no es un Dios que prohíbe, es un Dios prohibido, al que socialmente se le debe ocultar para que no resulte molesto ni políticamente incorrecto…
Beato José Sánchez, México

En esta Solemnidad de Cristo Rey, recordamos a cuantos, por  el  camino  de  la virtud de la humildad,  han hecho de su vida cotidiana un servicio a Cristo aprendiendo que realmente “servir es reinar”; que “sufrir es reinar”, que “amar es reinar”, que “dar es reinar”, que “perdonar es reinar”. Sólo así, -por la senda de la humildad- un día podremos escuchar la voz y contemplar la mirada de Jesús, Pastor Bueno,  quien nos dirá: “Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo”  ( San Mateo XXV, 31-46). Amén.

SACERDOTE JAIME HERRERA GONZÁLEZ.

  








viernes, 21 de noviembre de 2014

¡Sólo Dios es Adorable!

 TRIGÉSIMO TERCER DOMINGO  /  TIEMPO ORDINARIO  / CICLO A.

1.      "¡Bien, siervo bueno y fiel!; en lo poco has sido fiel, al frente de lo mucho te pondré; entra en el gozo de tu Señor." (San Mateo XXV, 14-30).

Durante estos últimos meses hemos visto numerosos artículos sobre las  consecuencias de la Primera Guerra Mundial. Diversas ceremonias han homenajeado  a quienes murieron hace cien años. Muchas veces tendemos a pensar que las personas sólo mueren masivamente a causa de la violencia de una guerra. Más debemos saber que el suicidio  causa más muertes al año de las que suman en conjunto las guerras y los homicidios juntos.
Un crimen ocupa primera plana, un suicidio –generalmente- se oculta.  La Organización Mundial de la Salud estima que para el año 2020 las personas que deciden poner fin a su vida serán anualmente  un millón y medio de personas. Actualmente cada 40 segundos una persona se quita la vida en el mundo: terminada esta  Santa Misa habrá noventa personas que lo han hecho, y por las que deberíamos elevar una plegaria.
Ahora bien, enfermedades como la depresión, déficit atencional, trastornos de la personalidad, síndrome de desgaste ocupacional, son el mayor problema de salud de nuestro tiempo constituyendo una verdadera pandemia. Los países que más tienen este drama son los menos cristianos y no religiosos: Groendandia, Finlandia, y China entre otros.
Los que menos tienen son los países monoteístas: Egipto, Siria, Perú. Más allá de explicaciones naturalistas que suelen incluir desde aspectos climáticos y alimenticios, hasta diversas consideraciones afectivas o hereditarias, hay un sustrato basilar en todo ello que nos lleva a tener presente el modo cómo se enfrenta la vida, cómo se educa el alma, cómo se crece en las virtudes y cómo se progresa en perfección o santidad.
En efecto, las palabras del Señor  son claras: “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma?” ¿Puede el hombre perder su alma? Y, de algún modo ¿morir viviendo?
Recientemente un reconocido filósofo (Byung-Chul Han) se ha referido a nuestra cultura como una “Sociedad del cansancio”. Esto, porque existe una suerte de agotamiento abúlico que le impide cualquier reacción en el plano del crecimiento, de la búsqueda del bien, de un cambio para mejorar la sociedad. El alma del hombre actual está como anestesiada, sin poder reaccionar con presteza y certeza, por ello,  es un ser desconfiado, dubitativo y temeroso.

Como aconteció aquel día en la familia doliente de Jairo, cuando el Señor Jesús dijo a todos: “¡La niña no está muerta sino dormida!” (San Mateo IX, 24), hoy nos encontramos ante una religiosidad adormecida, la cual ha sido favorecida por una espiritualidad que no ha colocado la primacía del amor de Dios en el centro de sus acciones y pensamientos sino que ha privilegiado los anhelos y deseos humanos. ¡El hombre, una vez más, ha preferido ser servil a sus proyectos propios, mostrándose  renuente a servir a su Dios!
En vez que el hombre mire a Dios, Dios debe mirarle, por lo que el camino de muchos bautizados no pasa por buscar el amor de Dios sino por encontrarse a sí mismo, de tal manera que no es ya la gracia la verdadera fuerza transformadora del hombre y de la sociedad sino las propias capacidades que cada persona imagina tener de manera inagotable.
Y, aquello que no es gracia, es desgracia…para el hombre y el mundo porque lo que nada tiene de bueno siempre será malo. Una y otra vez debemos recordar: Sólo Dios es adorable; sólo Dios es amable, porque es Dios. Como imploraba aquel recordado misionero de las agrestes tierras de Aysén, el Padre Antonio Ronchi, quien en sus particulares correrías apostólicas y novedosos emprendimientos misioneros, desprovisto de mayores seguridades y respetos humanos, en todo momento supo dar a Dios lo primero en sus intenciones y lo mejor de su tiempo señalando: “¡Busquemos la primacía del amor de Dios!”.
Actualmente el hombre es lo que produce, centrando su existencia en el alcance de sus humanas posibilidades que –fantasiosamente- le hacer creer que son ilimitadas. “Se puede”, es el slogan de campañas publicitarias, presidenciales, y deportivas. El mundo actual más que buscar la bondad y deber del hombre está centrado estrictamente en su rendimiento.
A muchos no les interesa que la persona cumpla su deber, que sea virtuoso y santo, sino que, ante todo, sobre todo y en todo,  sea rentable. Los reclinatorios usados antaño para orar han cedido su lugar  a las máquinas de los gimnasios; las consultas y locutorios se han transformado en escritorios unipersonales; las vocaciones sagradas de servicio y gratuidad se han dejado abducir por la rentabilidad que entraña una profesión.  Por esto, el citado pensador de Friburgo dice. “Si la sociedad disciplinada generaba locos y criminales, la del rendimiento –donde no hay ninguna regulación, ningún no, ninguna negatividad- produce depresivos y fracasados, es decir, aquellos sujetos que ya no pueden más. El exceso del aumento del rendimiento provoca el infarto del alma”.
Nuevamente, surge la pregunta: “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma?”(San Mateo XVI, 26).  En el fondo de muchas incomprensiones personales, de no pocas neurosis y problemas existenciales está la búsqueda frenética que tenemos por alcanzar, mantener y acrecentar,  un determinado estándar de vida, que puede ser legítimo si acaso no se hipoteca no sólo la felicidad de cada uno,  sino la santidad personal y familiar en muchas ocasiones.
2.      En ella confía el corazón de su marido, y no será sin provecho” (Proverbios XXXI, 10-13).
Usando la imagen de Prometeo dice: “Es usted; nadie nos somete, nos sometemos a nosotros mismo en busca del éxito. Un dominio mucho más efectivo pues lo acompaña el sentimiento de libertad. Se produce la paranoia de que la libertad y coacción –amo y esclavo- coinciden. Nos abandonamos a la libertad obligada o a la libre obligación de maximizar el rendimiento. Todo es proyecto, iniciativa, motivación, el verbo no es deber sino poder, ser capaz….”yes we can” (si se puede)”.
El centro del proverbio que hemos escuchado habla de confiar, de tener fe. No lo dudemos: las crisis del mundo de hoy son consecuencia de la falta de fe en Dios. Este hombre, que se presenta: moderno, capaz, poderoso, y progresista, curiosamente padece de un temor generalizado, donde si antaño se decía al despedirse: “vaya con Dios”, “Adiós”, “que te vaya bien”, se ha sustituido por un simple: “cuídate”. Como si lo más importante fuese tener precaución de algo, de lo que debe uno protegerse, de algo malo que puede arreciar con fuerza incontenible en nuestras vidas.
¿De dónde surge este temor? Por cierto no es de ningún hecho histórico actual, porque ya en el evangelio la primera invitación del Señor a sus discípulos fue a no tener temor, lo cual iba de la mano con la entrega del don de la fe cuyo objeto era su presencia misma. ¡Cómo temer si estaban junto a Él! Ninguna razón podía ser más poderosa para no llenarse de miedo que saberse entregados en las manos de Quien no sólo era el autor de la vida sino la misma Vida.
Cuando el Arcángel Gabriel se presentó ante la Santísima Virgen, antes de cualquier diálogo, la invitó a no temer porque el Señor la había elegido como su Madre. En efecto, la primera creyente cuyas certezas nacerían y convergerían en la persona de su hijo y Dios hecho hombre, le hizo enfrentar cada una de las etapas de su vida, por arduas y felices que fuesen desde aquella inquebrantable confianza que había depositado incondicionalmente en las promesas de Dios, por lo que concibió a Cristo primero en su corazón que en su cuerpo, ya que desde temprana edad toda su vida fue consagrada a los designios establecidos por Dios,  que la constituyó como la “llena de gracia”( San Lucas I,28),  cuya grandeza sería reconocida “de generación en generación”.




3.       “Sois hijos de la luz e hijos del día. Nosotros no somos de la noche ni de las tinieblas” (1 Tesalonicenses V, 1-6).
Ahora bien, la falta de temor no debe llevarnos a la temeridad  que anida en la soberbia ni a la audacia que conduce al orgullo. Nuestra seguridad se funda en Cristo, por ello sabemos en Quien hemos creído y depositado todas nuestras seguridades humanas. Según esto, no actuamos como aventureros ante un mundo incierto, ni a tientas por donde el Señor permite nuestro caminar, sino que lo hacemos a paso firme,  sabiendo que como “hijos del día” estamos guiados por la luz de una verdad de la cual nuestra Iglesia no participa en forma parcelada sino que es depositaria de la plenitud de la revelación que es Cristo Jesús.
Así, la devoción a la Santa Eucaristía da fuerza a los corazones vacilantes y temerosos, que saben que,  al momento de la consagración,  como luego en el sagrario,  pueden cantar con gozo y virtudes que “Dios está aquí”. Para ser “hijos de la luz” se requiere de ir madurando en nuestra devoción a la Santísima Eucaristía, en la que Cristo se ha querido hacerse totalmente en cada partícula para que tengamos vida abundante y verdadera. Entonces, no podemos ser buenos discípulos del Señor si acaso no colocamos la primacía del amor en Cristo hecho “Pan de los Ángeles” (Salmo LXXVII, 25).
De modo semejante, la caridad del creyente se expande necesariamente al saberse amado por Dios, el cual no rehuyó camino alguno para ofrecernos su perdón hecho misericordia. La cercanía hacia quien más lo necesita no debe tener un origen sociológico sino estrictamente emanado de las Sagradas Escrituras. El interés por los mas necesitados siendo una prioridad para nuestras comunidades creyentes debe estar abierto para acoger aquellas realidades que eventualmente puedan presentarse de manera sorpresiva, para lo cual se requiere de un grado no menor de acogida y disponibilidad. ¿Cuál es la clave para ello? Saber que se forma parte de la única familia de Dios que conduce a la salvación. Con mayor fuerza con que defendemos nuestra familia debemos hacerlo con respecto de la familia de los hijos de la luz que nos habla el Evangelio.
Finalmente, el hecho de estar con Jesús e imitar su vida, implica reconocer las virtudes de la Santísima Virgen María, pues si el mismo Cristo quiso ser reconocido como el “hijo de María”, ¿Quién somos nosotros para desconocer lo que el Unigénito de Dios hizo y dijo a su propia madre. Entonces, realmente el cariño, respeto y obediencia de Jesús se prolonga a través de la devoción a la Virgen Madre, la cual, nunca ha de ser tenida como accesoria sino, más buenamente,  como indispensable camino para llegar al Corazón de su Hijo y Dios. ¡Omnes cum Petro ad Iesum  per Mariam! Amén







  
                       Padre Antonio Ronchi Berra  ¡En todo, buscad la primacía del Amor de Dios!



miércoles, 12 de noviembre de 2014

Temario de Meditaciones Mes de María


PARROQUIA  NUESTRA  SEÑORA  DE  PUERTO CLARO DE VALPARAÍSO, de lunes a Viernes a las 19:30 hrs.


María Estrella de Esperanza. (Viernes 7 de noviembre)
María nos ilumina  el camino  para llegar a Jesús. (Lunes 10 de noviembre)
Las virtudes de María Santísima. (Martes 11 de noviembre)
María: Madre de Dios y nuestra Buena Madre. (Miércoles 12 de noviembre)
El camino espiritual de María. (Jueves 13 de noviembre)
El Magnificat. (Viernes 14 de noviembre)
La Luz de María: Camino para llegar a Jesús. (Lunes 17 de noviembre).
Ascendencia, nacimiento  e infancia de María. (Martes 18 de noviembre)
La Natividad de la Virgen María. (Miércoles 19 de noviembre)
Presentación de la Santísima Virgen. (Jueves 20 de noviembre)
Virginidad Perpetua,  Maternidad Divina. Viernes 21 de noviembre)
La Santidad Perfecta de María. (Lunes 24 de noviembre)
Importancia de María en la familia. (Martes 25 de noviembre)
María Madre de Jesús, desposada con San  José Custodio. (Miércoles 26 de noviembre)
La Maternidad espiritual de María. (Jueves 27 de noviembre)
La Anunciación. (Viernes 28 de noviembre)
¡Mi alma canta la grandeza del Señor! (Lunes 01 de diciembre)
¡Hagan todo lo que Él les diga! (Martes 02 de diciembre).
¡Bendita eres entre todas las mujeres! (Miércoles 03 de diciembre).
¡Bendito es el fruto de tu vientre! (Jueves 04 de diciembre).
¡Todo Primogénito será consagrado al Señor! (Viernes 05 de diciembre)
La Fe de María Santísima. (Lunes 8 de diciembre).






martes, 11 de noviembre de 2014

TANTO VA EL AGUA AL CÁNTARO, QUE AL FIN SE ROMPE



Parroquia Nuestra Señora de Puerto Claro, Valparaíso
 TEMA  DE  FORMACION  MES  DE  NOVIEMBRE DEL  2014.

Cuando estamos fuera del país, en lugares donde se hablan idiomas desconocidos, suena como agua en el desierto, la voz de un compatriota que habla a la distancia. Por los modismos, por el tono, de inmediato nos resulta familiar. Pues bien, tan característico como el hablar lo es nuestra religiosidad, es decir cómo vivimos nuestra necesaria relación con Dios.
Y, uno de los medios privilegiados de toda vida espiritual es cómo se participa en la Sagrada Liturgia, pues o te comportas  como rezas o rezas lo que te comportas…Más simple aún: Haces lo que dices, o dices lo que haces.
Entonces, importa lo que decimos a Dios en la oración privada como en la oración litúrgica. Como en toda relación personal que entablamos, siempre tiene repercusión el cómo decimos las  cosas, el qué decimos y los silencios que eventualmente guardamos, los cuales –en ocasiones- pueden ser más elocuentes que la misma multiplicidad de palabras. Por esto, habituados al uso frecuente de los textos litúrgicos, es gravitante la terminología utilizada, tras las cuales siempre hay una determinada visión de Dios y de su Iglesia. En las recientes traducciones del Misal Romano leemos algunas expresiones que es necesario profundizar.
¿Los demás o prójimos?
Ayudar a “los demás” y servir al “prójimo” como Cristo  puede sonar parecido, pero no es lo mismo. Como decía un periodista de un matinal nacional: “Una cosa es una cosa, y otra cosa es otra cosa”. La palabra “prójimo” implica proximidad, cercanía, y se traduce del termino griego plesion,  equivale de manera limitada a la expresión hebrea rea’. Tiene cercanía con la palabra “hermano” pero posee matices propios. “Prójimo” implica asociarse con alguno y entrar en su compañía, no implica una relación natural ni pertenece a la casa paterna, de tal manera que podemos decir que si mi hermano es mi otro yo, el prójimo es otro que yo que puede llegar a ser mi hermano.
Las antiguas traducciones veterotestamentarias en ocasiones hablan de “los otros” (Éxodo XX, 16ss), pero nuestra lectura de todo el A.T se debe hacer desde la realidad de la plenitud de la revelación en el N.T. Dios habló de una vez para siempre en Jesús, por lo que transformó la palabra prójimo de manera definitiva (San Lucas X, 29).
Pero, la palabra -que hoy leemos en algunas oraciones del Misal Romano- “los demás” es una expresión genérica e impersonal que nada tiene que ver con la riqueza honda y tradicionalmente usada de “prójimo” por la liturgia y en la vida de nuestra Iglesia.
¿Caritativos o solidarios?

De manera similar, hablar de “ser caritativo” no es lo mismo que “ser solidario”. ¿Por qué al interior de la Iglesia ocupamos indistintamente estos términos cosa que habitualmente evitan hacer los no creyentes? Una conocida transnacional solidaria organiza en nuestra Patria una colecta de 72 horas. En un paradero los voluntarios se acercan a solicitar ayuda y al manifestar que no se haría en esa ocasión,  uno de los “solidarios” pega un golpe al vehículo ante los sorprendidos pasajeros. Curiosa manera de exigir ser solidarios, que coloca las solicitudes hallowinescas de “dulce o travesura” como cosa de infantes de pecho. Definitivamente la caridad no usa distintivos porque “la mano izquierda no sabe lo que hace la mano derecha” (San Mateo VI, 3); la caridad actúa en primera persona “hay más alegría en dar que en recibir” (Hechos de los Apóstoles XX, 35); y la caridad parte del bolsillo propio, no de la expoliación de los ajenos (San Lucas X, 25-37).
¿Párroco o referente?

Tratar de traducir los artículos y publicaciones emanados de eximios pastoralistas y liturgistas resulta, en ocasiones, más engorroso que descifrar los textos de apoyo para los docentes. Todos requieren de un diccionario de siglas y terminologías que  sólo los autores parecen comprender….creo. Una de ellas es la dada para referirse a lo que la tradicional tonada de los Huasos Quincheros denomina “Cura de mi pueblo”. Es decir, el Párroco a cargo de un sector de fieles de la diócesis que oficia de “alargue” del cuidado pastoral de quien ha recibido la plenitud del sacerdocio por medio d la consagración episcopal.
¡Nihil sine episcopo! Clamaba un Padre de la Iglesia. El Párroco no se manda solo, aunque en ocasiones, por la gravísima crisis vocacional de la actualidad, de larga data en algunas diócesis, deba ejercer aparentemente solitario su ministerio, al cual los ángeles miran quizá con solemnidad, respeto y admiración. ¡Un hombre tiene en sus manos al Dios que ellos adoran! Vaya sublime misterio, que además palpita en su corazón humano.
R.P. Jaime Herrera
Vinculado estrechamente a una comunidad de fieles, el Párroco sabe que su tarea primera es adorar a Dios, ser santo para santificar; ser creyente para que crean. Casi, podemos decir su vida de sacerdote párroco está mitad en el cielo y mitad en la tierra; como verdadero signo de contradicción que le hace ser plenamente con los pies en la tierra, como plenamente su corazón puesto en el cielo.
Esta tensión para el mundo le hace ser frecuentemente incomprendido…como su Maestro. El Cura Párroco siempre está de llegada como siempre de salida, porque pertenece aquí como allá.

 

 

Del latín parŏchus, y este del griego πάροχος, que deriva del verbo παρέχω (paréco, "yo suministro". Era la persona que daba atención por encargo a los que estaban de viaje. Y, esta expresión asumida por el Derecho eclesiástico habla del “pastor propio” que alimenta con su fe y sacramentos a su propia comunidad.
El Párroco hace realizable, de modo preferente aunque no exclusivo el camino de la Iglesia universal en la vida cotidiana, del hogar, de las instituciones. En términos financieros se habla hoy de una macro economía y de una micro economía, pues bien, entonces, diremos que  las parroquia permiten avocarse a la microiglesia, con toda su riqueza. De ahí la plena vigencia de la vida parroquial, y de reconocer al Párroco, por su nombre tradicional.
La cercanía del Cura Párroco con los fieles es única. No la posee ningún movimiento ni organización  porque es como el antiguo médico de la familia: a todos conoce por su nombre y de un vistazo sabe cuáles son la causa de las dolencias.  Por eso, en general los párrocos son gorditos y los técnicos de pastoral delgados… ¿No recuerda Ud. que los médicos antiguos de pueblo, y los de familia eran todos algo rellenitos? Evidente: después de la visita una tacita, y algún engañito más.
Hoy, nos hablan de “referentes” para denominar a quien tiene Cura de Almas, llegando incluso a denominarle “agente pastoral cualificado”, con lo cual se licúa la antigua expresión del querido “Cura de mi Pueblo” a la de un funcionario más en el pueblo, que eventualmente cumple un rol importante, si pero se  olvida que en medio de la Misa actúa in persona Christi. Tal Misa, tal Cura, señalaba un magno pontífice.
Mas, lo anterior no es un simple asunto semántico. No se trata de palabras más, palabras menos, pues tras cada palabra hay una manera de ver la Iglesia, o de no querer verla…Una comunidad parroquial debe tener una cabeza visible, aunque en ella puedan colaborar otros sacerdotes. Afirmar que “todos son párrocos” es como delegar en todos unas responsabilidades, mandos y servicios, y –sabido es que- allí donde todos mandan ninguno obedece, a la vez que, la experiencia lo indica, suele pasar que donde todos están,  a ninguno se le suele encontrar oportunamente.
¿Reunidos o apelotonados?

No hace falta pasar largas horas estudiando cómo traducir la Santa Biblia para darse cuenta de los graves errores que se pueden encontrar en algunos textos actualmente en uso. Así, podemos imaginar el rostro de sorpresa de los feligreses que en medio de la Santa Misa escuchan que había una multitud que “apelotonaba” a Jesús. ¿Qué quiso decir el teólogo bíblico con ello? Debería entender que una muchedumbre es estar apelotonados.  
No menor sorpresa ha de haber experimentado más recientemente, en medio de la festividad de la dedicación de la Basílica de Letrán algún feligrés meditando las palabras del Evangelio recordaba que el padrecito había leído que Jesús dijo: “No hagáis de la casa de mi Padre una casa de comercio” (San Juan II, 16). Antaño se leía: “cueva de ladrones”, en referencia a la expresión del profeta Zacarías: “En aquel día no habrá más mercader en la casa de Dios de los ejércitos” (XIV, 21).  Pero ¿Es lo mismo una “cueva de ladrones” que una casa de comercio? Acaso la señora que tiene un kiosco y comercia legítimamente para obtener el sustento diario, como el empresario honesto que da empleo a muchas personas con sus gestiones  comerciales deberán sentirse afectados por aquella homologación de “comercio” a “cueva de ladrones? Mi instinto me hace percibir cierto humo liberacionista tras esta reciente traducción de la Santa Biblia, pues basta leer los textos paralelos de San Mateo XXI, 13 y San Lucas XIX, 46 para darse cuenta que hay una  traducción parcial y reductiva.
De múltiples maneras se han buscado caminos para hacer que los fieles participan más en las celebraciones eucarísticas. Un día se dijo: “el problema es el idioma”, y se incorporó la lengua vernácula a la tradición milenaria del latín litúrgico; otro día se dijo: “Es que debemos ver el rostro al celebrante”, y  se giró al sacerdote, pero… ¿hubo más participación real? Otro día se tuvo la inventiva de hacer actos más simples y breves para que los fieles se acercaran. Y, pasado el tiempo marcado por tantas iniciativas,  finalmente nos podemos preguntar: ¿Por qué decrece el número de quienes asisten habitualmente a nuestros cultos?
No hablamos de aquellas eventualidades que son siempre excepcionales, como son las peregrinaciones que reúnen a miles de fieles (Yumbel, Lo Vásquez, Maipú, Andacollo, y  La Tirana). Nos referimos, más bien, a lo que sucede en el día a día. A las cinco personas que rezan diariamente, y que pueden sumar algunas mas cuando hay una “Misa especial”, como son las de:  aniversario de difuntos, participación de grupos tercera edad, sociedades en sus aniversario, clubes deportivos, colegios y sinnúmero de otras organizaciones que pueden converger en el templo y dar la impresión de una gran participación, lo cual para el asistente ocasional le dejaría una imagen de renovación y esperanza sobre la vida de la Iglesia hoy.
Más, el día a día tiene la fuerza de ser como la gota milenaria que es capaz de roer y esculpir  la más inerte de las rocas. Así acontece con la verdadera piedad popular, aquella celebrada todos los días con cantos conocidos y de tonos algo aletargados. Entonado por cancinas cabelleras que ven pasar generaciones de iniciativas e inventivas, las cuales en ocasiones  se hacen francamente insoportables, y que gracias a Dios, duran lo que duran no más.
Como dice una canción española de los setenta “la Puerta de Alcalá ha visto pasar el tiempo”, nuestros atrios ¿qué dirían de todo lo que han visto transitar en la inventiva litúrgica de las últimas décadas? Filminas, diapositivas, beta, vhs, power point, proyectores, Data Show, bailes, disfraces, globos, pancartas.
¡Aplaudamos a Pedro, Juan y Diego porque están aquí!… Grita el animador, pasando luego lista de todos los asistentes que también sonrientes se lleva cada uno un cerrado aplauso.  Y, luego a casa con el recuerdo de haber estado con personas muy agradables y acogedoras.
Pero ¿regresan con la certeza de haber estado con Dios? Con haber conocido su Palabra, no la fría e impersonal explicación de biblistas que -a veces- toda su vida traducen las escrituras haciendo luego generosas ofertas con ediciones “corregidas u aumentadas” de la Santa Biblia.
Y, ahí están los feligreses, los de siempre. Con su fe que mantiene y acompaña los cirios de nuestro altar que no dejan de consumirse en cada celebración como diciendo: “Dios está aquí, venid adoradores”. Mientras el canto se escucha en los tabiques gastados y algo siniestrados: “Hasta tus planta Señor llegamos buscando asilo en tu corazón”.