jueves, 25 de diciembre de 2014

Imágenes de la Santa Misa Tradicional de Navidad 2014

           Las siguientes fotografías corresponden a la Santa Misa de Navidad celebrada  por el R.P Jaime Herrera G. en su parroquia Nuestra Señora de Puerto Claro, Cerro Toro, Valparaíso, Chile.

                                      ¡¡¡Feliz Navidad!!!










lunes, 22 de diciembre de 2014

Invitación a la Misa de Navidad en Parroquia de Puerto Claro




El día 25 de Diciembre la Misa de Navidad de la Parroquia de Nuestra Señora de Puerto Claro será celebrada según el Rito Tradicional en latín y con canto gregoriano a las 13:00 hrs.                            Quedan todos ustedes invitados.

         Puer natus est nobis, et filius datus est nobis: cujus        imperium super humerum ejus: et vocabitur nomen ejus,                                        magni consilii Angelus.
                                                                                   Isaías 9,6

domingo, 21 de diciembre de 2014

Un amor que vivifica y rejuvenece a los esposos


 HOMILÍA MATRIMONIAL   /   PARROQUIA DE PIRQUE 2014.
1.        «Con gozo me gozaré en Yahveh, exulta mi alma en mi Dios, porque me ha revestido de ropas de salvación, en manto de justicia me ha envuelto como el esposo se pone una diadema, como la novia se adorna con aderezos”. (Isaías LXI, 1-2, 10-11)
Hay varias realidades que se dan en cada celebración de matrimonio. La Solemnidad que encierra cada acto litúrgico que resalta especialmente en la noble sencillez de una boda; el reencuentro de personas que desde hace un tiempo no se ven, y que por los vínculos de familiaridad, amistad y trabajo se ven fortalecidos; el deseo de pasarlo bien, tan característico de nuestro tiempo.; la gratitud, tanto de quienes hacen la invitación a participar como la de quienes asisten con los mejores propósitos. En fin, la lista de  “motivaciones” parecería ser interminable, mas no olvidamos que hemos sido convocados principalmente por Dios mismo que ha hecho de la vida de estos novios una ocasión para fortalecer nuestra fe.
En efecto, los signos tradicionalmente usados en el matrimonio hablan elocuentemente de una deseo de búsqueda, de encuentro y de estar con Dios, quien al momento de crear el alma de quienes dirán hoy ¡Si acepto! los hizo necesariamente complementarios el uno al otro, de tal manera que los fines del matrimonio de ser uno para el otro pasa por la indisoluble unidad y la manifestación del amor por la honesta procreación de los hijos, que siempre son un regalo de Dios y una señal que fortalece y rejuvenece el amor de los esposos.
Dios es el protagonista principal de esta celebración, en la cual todo nos habla de su presencia. El altar representa la cruz donde Cristo se entregó por nosotros de una vez para siempre; en el sagrario se guarda el tesoro de toda la Iglesia cual es el Cuerpo de Cristo que permanece expectante pare caminar por nuestra vida y para fortalecer a quienes están enfermos, el confesionario nos habla de un Dios que es justo y misericordioso, que nos da siempre una nueva oportunidad si acaso sinceramente confesamos nuestros pecados; las bancas donde nos sentamos, nos invitan estar atentos como parte de una comunidad que cree y espera la bendición que viene de lo alto.
No estamos en cualquier lugar, sino que hemos venido a la Casa de Dios que es el hogar propio de nuestra alma, donde el creyente naturalmente está a gusto, porque aquí Dios está: ¡Deus ibi est! Más aún, si consideramos que este templo fue erigido bajo el patronazgo del Santísimo Sacramento, es decir al alero de don inestimable que Cristo nos ha entrega diariamente diciéndonos: “Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados: Yo os aliviaré” (San Mateo XI, 28)“El que come de este pan vive en mí y Yo en él”. (San Juan VI, 51).
La presencia de Jesucristo en la Santa Misa y en el templo es real y substancial, es decir, podemos  decir,  al salir de este hermoso templo,  que estuvimos con Jesús, tal  como lo dijeron los Apóstoles: “Hemos visto al Señor”. ¡Cuánta emoción habrán tenido quienes en Judá y la Palestina estuvieron en los milagros que realizó el Señor! Para algunos fue tan incidente en sus vidas que –posteriormente- prefirieron el camino del martirio antes que renegar de lo que vieron y escucharon sobre Cristo; para otros,  el solo nombre del Señor les llevó a cambiar su vida de perseguidor a seguidor fidelísimo de Cristo y su Iglesia.
¿Y nosotros qué? Ahora, Jesús no viene sólo por un tiempo, sino que ha llegado para quedarse en medio nuestro, a pesar de lo cual,  no acabamos de reconocerlo; se coloca a caminar junto a nosotros y en ocasiones lo tratamos como un extraño; nos entrega sus enseñanzas y en el mejor de los casos las subvaloramos como simples expresiones de buena crianza. ¿Qué hace que no cambiemos? ¿Qué nos impide abandonar el camino aletargado de la tibieza espiritual? No otra cosa que poseer una fe debilitada, pues,  si realmente aceptásemos a Cristo en nuestra vida, y si realmente escuchásemos sus enseñanzas transmitidas por nuestra Madre la Iglesia, el mundo se haría pequeño para poder encerrar nuestro amor a Dios y el respeto por cada realidad salida de sus manos.
2.        “¡Su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen” (San  Lucas I,46-50).
A lo largo de nuestra vida tenemos oportunidad de experimentar y conocer la bondad de Dios que se suele manifestar de diversas maneras. Es que el amor es siempre comunicativo y creativo por lo que encuentra siempre el modo para sorprender por su gratuidad y bondad. Uno de ellos es el testimonio de la familia: A la novia la hemos visto crecer al alero de nuestros altares con su canto, en compañía de sus padres y hermano. Ese coro familiar solemnizó  muchas veces las celebraciones en los tiempos litúrgicos de adviento, natividad, cuaresma y pascua de resurrección. Esto resulta aleccionador si consideramos que en un conjunto musical cada instrumento y cada voz ocupan un rol definido, lo cual nos permite no solo escuchar un sonido sino valorar su armonía. Igual acontece con la familia.
 Cuando Dios formó al hombre no sólo lo hizo complementario a la mujer, sino que lo integró a una familia, de la cual cada uno ha venido a este mundo. Ninguna persona nace sin la intervención de un hombre y una mujer, por lo que,  necesariamente, al momento de constituir una nueva familia  sólo se puede hablar de matrimonio cuando se tiene  a ambos en su origen. La originalidad del amor de Dios es tan sublime que les permite a ambos, a partir de este día, ser sus más fidedignos intérpretes para los hijos que en el futuro Dios les quiera conceder y ustedes generosamente acoger, como un regalo del Cielo.
Ciertamente, ambos se saben partícipes de los muchos dones y talentos que a lo largo de los años han recibido, lo cual debe ser motivo de filial gratitud,  pues,  de modo misterioso,  éstos inequívocamente han pasado por el corazón, la inteligencia, la voluntad, el sacrificio y la vida de vuestros padres que hoy, con fe, regocijo y santo orgullo les acompañan.
3.      “Que todo vuestro ser, el espíritu, el alma y el cuerpo, se conserve sin mancha hasta la Parusía de nuestro Señor Jesucristo” (1Tesalonicenses V, 16-24).
Las lecturas de este día están tomadas de la Misa del Domingo de Gaudete un Domino, que corresponde a la tercera semana de Adviento. Es como un anticipo de la alegría que recibe el mundo con el nacimiento de Jesús en Belén, tal como lo vivió San Juan Bautista en el vientre de su madre Isabel, ante la visita de la Virgen María en quien ya palpitaba el Corazón de su hijo y Dios.
Dice el Evangelio que aquel día “saltó de alegría” ante la presencia de Jesús. Es decir, por una particular gracia del Cielo, el gesto corporal respondió a una certeza de saber que Dios estaba ante él, todo lo cual nos recuerda que nuestra naturaleza no es angelical ni animal, toda vez que ni participamos de la visión beatifica ni el instinto tiene la última palabra en nuestro obrar.
Es cierto, que el salmo VIII dice que fuimos creados “poco inferior a los ángeles” y “constituidos casi como dioses”, en tanto que el Evangelio nos invita a una vida que no reniega de nuestra condición de hijos de Dios, todo lo cual hace ver, la vida conyugal y matrimonial cono el seguimiento de una vocación que Dios ha dado en orden a procurar ser santos en todo: en el alma y en el cuerpo, según nos enseña la segunda lectura:: “Que todo vuestro ser, el espíritu, el alma, y el cuerpo, se conserve sin mancha hasta la venida de nuestro Señor”. Si, el matrimonio es una camino de santidad; y ésta hace que la  vida sea posible,  porque sólo tiene sentido cuando Dios ocupa el centro de nuestras determinaciones, de nuestras acciones,  y de todos nuestros anhelos.
En nuestra Iglesia Católica, la sagrada liturgia siempre encierra una enseñanza. Y, el hecho que los novios hayan ingresado separadamente al altar y,  -posteriormente-  egresen de este lugar santo tomados de la mano, como esposos, habla de la invitación que les hace Jesús: “ya no son dos sino uno solo” (San Mateo XIX, 6-8).
Entonces, la clave de vuestra felicidad está en permanecer unidos, sabiendo que en todo han de actuar desde esa unidad indivisa que es dada por la gracia del sacramento que hoy reciben al responder: “¡Si, acepto!: serte fiel, en lo favorable y el adverso, con salud o enfermedad para toda la vida”.  Mas, a tales gracias, tales responsabilidades, por lo que se requiere de no improvisar la vida de esposos como pensando que las virtudes se obtienen al azar. La vida matrimonial requiere del esfuerzo, dedicación y oración de ambos: el tren del hogar no puede ir por líneas diferentes. Se requiere de “mirar ambos hacia el mismo lugar”, de tener “un mismo sentir y un mismo pensar”, de manera especial en orden a la educación de los hijos y en todas aquellas decisiones donde se involucre la familia, recordando las palabras de San Agustín: “In necesariis unitas, in dubiis libertas, in ómnibus caritas” (En lo esencial, unidad, en lo dudoso, libertad, en todo, caridad).

La sabiduría de los mayores no sólo debe ser objeto de respeto sino también de una sana observancia. Más aún,  si ésta proviene de la Iglesia en la voz del Romano Pontífice. Hace un tiempo (4 de Octubre de 2013), en la medieval localidad de Asís entregaba  tres breves consejos a los esposos los cuales  nos permitimos compartir con cada uno de vosotros.
a). “Si los matrimonios aprenden a decir perdona, ésta es la paz. Retomar la vida, esto es un bonito secreto”: No los encuentre el caer del día mutuamente enemistados. Es un consejo de la Sagrada Biblia que nos recuerda que aquel que sabe pedir perdón es llano a perdonar. Han de evitar sentirse ofendidos por pequeñeces, como aquel día que Adán le dijo a Eva: Tú eres la única mujer de mi vida…En tanto que Eva se tomó en serio vivir a costilla de Adán. En este sentido, tendrán diferencias, ¿quién no las tiene? Cuando ello ocurra tengan presente que las dificultades y discusiones entre los padres han de ser tratadas  –en jerga diplomática- de manera bilateral. ¡Jamás involucrar a terceros en ellas!
b). "Tenéis que caminar unidos hacia el futuro, mientras se camina se habla, se conoce y se crece en familia”: Que la relación de esposos no sea estática, ni la capacidad de amar se encierre como el agua de un estanque inerte. Las amistades han de ser mutuas, de tal modo que sean puertas integradoras y no muros que encierren la relación en cuatro paredes. Que no falten matrimonios amigos para crecer integralmente, recordando que no hay mejor pastoral familiar que un matrimonio que se esfuerza vivir cristianamente. Para ello no teman cultivar la sana amistad. A quienes se saben permanentemente enamorados no le faltarán panoramas entretenidos y novedosos.
c). "Reconociendo nuestros errores podemos mejorar": “Actuar en conciencia”, era la invitación que hace años hizo el venerado Arzobispo Emilio Tagle Covarrubias. Para ello, se requiere que esa voz interior de Dios, que es la conciencia, sea recta y esté bien formada. Sean delicados con el prójimo y exigentes con uno mismo. Aprendan a escuchar a Dios en la oración y participar de la Santa Misa, para poder comulgar y recibir el alimento del alma del hogar.
El reconocimiento de nuestros errores lejos de empequeñecernos nos dignifica: por esto dijo San Pablo: “cuando soy débil entonces soy fuerte” (2 Corintios XII, 10).  Hermanos: Es frecuente que los novios al momento de acercarse al matrimonio pidan la lectura del libro del  “Cantar de los cantares”, más luego que están casados y pasado el tiempo recurran al libro bíblico de “las lamentaciones”… Para que ello no acontezca, nunca dejen de mirarse a los ojos y decir te amo. Amén.


PADRE JAIME HERRERA GONZÁLEZ / PÁRROCO DE PUERTO CLARO.
   





Educar con valores católicos hoy

  ANIVERSARIO FUNDACIÓN COLEGIO ALBERTO HURTADO .


Las virtudes no se improvisan, no se tiene un estilo de vida simplemente por la consecuencia de un conjunto de circunstancias fortuitas. Por el contrario, quien opta por el camino de crecer en santidad y llevar una vida de acuerdo a lo que enseña el Evangelio, procura colocar en práctica cada una de las incidencias que la Escritura Santa  tiene.
En estos días,  donde tanto se habla de una  reforma educacional, se debe tener la seguridad que su éxito en beneficio del mayor número de alumnos,  no estará dado por  la sola incorporación de nuevos recursos económicos. Tampoco, lo será por la exclusiva implementación determinados recursos pedagógicos, o la copia exacta de iniciativas de países del primer mundo, al cual aspiramos pero aún no llegamos. 
Si comparamos los resultados académicos con otras naciones vemos resultados muy distantes los cuales evidencian realidades diversas que no nos pueden dejar indiferentes:  ¿Cómo es la puntualidad allí? ¿Puede un escolar o universitario dejar su bicicleta sin llave a la puerta de su sala con la certeza que a la salida de clases la encontrará intacta? ¿Seremos respetuosos de la propiedad intelectual de libros, software, cancelando oportuna y totalmente las licencias respectivas? ¿Se optará por una disciplina interior que evite el ambiente de crispación reinante en las aulas y patios presente en numerosos centros educacionales? ¿Se prohibirán los locales de expendio de bebidas alcohólicas en las cercanías de los colegios y universidades tal como se hace en los países con los que se compara? ¿Habrá un respeto hacia la libertad de la familia como primera gestora de la educación de sus hijos? Es cierto que no debe verse a un alumno como un cliente pero tampoco el mal llamado estado docente puede abrogarse la autonomía de esclavizar la libertad para poder enseñar con programas propios y de poder aprender con opciones que personalmente se han asumido y forman parte del ADN familiar y espiritual.
La visión materialista que mutila la dimensión trascendente de la persona humana, ha logrado hacer pensar que las soluciones son expeditas. Pero, sabemos que una persona puede tener  numerosos bienes económicos sin que por ello su cultura y vida sea mayor.
La experiencia me dice que se debe nivelar hacia arriba, porque, tal como acontece  en todo orden de cosas,  la masificación tiende a hacerlo siempre de manera contraria. A los jóvenes se les puede sacar bien el trote porque están en una etapa de sus vidas donde los sueños e ideales les permiten aventurarse a desafíos que en el futuro pueden parecer infructuosos de emprender.  De la misma manera la educación debe incluir la sabia virtuosa y probada de la experiencia. Resulta riesgoso, y  de suyo estéril, toda iniciativa que se emprenda en vistas a una mejor educación,  parta segregando y colocando nuevos muros que terminan –irremediablemente-  siendo  infranqueables.
Esto acontece cuando se endiosa la juventud como una realidad desvinculada del resto de la sociedad. Por esto, con su agudeza característica -Su Santidad- en el Encuentro Mundial de los Jóvenes realizado en Brasil, les  incitaba a no dejar de lado a los mayores y a los ancianos. En la sociedad pasa como en toda familia: hay, niños, adultos, jóvenes y ancianos. No puede unilateralmente dejarse encerrados en sus habitaciones a los ancianos, llevándoles sólo agua y comida, y dejándoles –en el mejor de los casos- un televisor como exclusiva distracción. Se les debe incorporar a la familia porque en caso contrario ésta verá mermada su entidad, su grandeza, e hipotecada su felicidad.
Lo anterior es aplicable con toda propiedad al ámbito educativo: los argumentos no tienen más consistencia porque se grite al momento de exponerlos, ni tampoco,  porque sean muchos o pocos quienes los expongan. La fuerza de la verdad es que es verdadera…y la sabiduría de los mayores es intransable por ser necesaria al momento de planificar e implementar cualquier reforma en el mundo de la educación.
Nuestra Iglesia ha sido definida como “experta en humanidad”, no sólo porque tiene dos mil años de permanente influjo en el mundo de la enseñanza, sino porque es depositaria y custodia fidedigna de cada una de las enseñanzas dadas por Nuestro Señor, el Maestro Bueno que sí enseñaba con autoridad, cuyo legado ha permeado gran parte de la historia y cultura que dio origen a la nuestra.
No podemos confiar en aquellas iniciativas que dejen de lado la experiencia y sabiduría de nuestros mayores, ni tampoco soslayar gratuitamente el influjo vital que la Iglesia está llamada a proponer y entregar.
Desde esta perspectiva, en esta ocasión constatamos la importancia que tuvo para nuestra comunidad parroquial, y para la sociedad porteña en general, la iniciativa implementada a lo largo de tantos años por quien ejerciera como directora del Colegio Alberto Hurtado, y cuyo aniversario de defunción hoy conmemoramos.

En efecto, más que un apego desmedido a un cargo determinado como es la rectoría de un establecimiento educativo, descubrimos en su labor una entrega nacida de una verdadera vocación a la enseñanza que le hizo recorrer desde los humildes comienzos en una sala múltiple hace seis décadas, a lo que ella legó como un establecimiento polivalente, con cientos de alumnos y casi incontable número de generaciones que egresaron de sus aulas.
Su estilo educativo era característico: actuaba en primera persona, procurando dar el tiempo necesario a cada persona, evitando muchas veces estamentos intermedios que terminan burocratizando la necesaria relación personal, afectiva y hasta amistosa. A su oficina llegaban auxiliares, directores de Colegios, docentes, alumnos, padres de familia, los cuales siempre salían con la convicción de haber sido escuchados, independiente del resultado de sus intereses. En otras palabras: era acogedora  y espiritualmente maternal en su actitud.
Esto le confirió al Colegio un espíritu característico que hace que muchos ex-alumnos y padres de familia se reconozcan agradecidos por lo recibido al interior de las aulas en todo el caminar educativo, y haga que se produzca una retroalimentación,  toda vez que sienten seguridad en incorporar a sus hijos al mismo colegio donde sus padres un día los llevaron por primera vez. Es un signo indesmentible el aumento de matrícula en un estilo de establecimiento denominado particular subvencionado por una parte, y el decrecimiento sostenido de otro tipo de establecimientos denominados municipalizados o estatales.

Lo que hoy destacamos no necesita ocupar pancartas, tampoco requiere de vociferantes expresiones, ni de paros, tomas ni huelgas. Tampoco, en la unilateral exigencia de algunos derechos huérfanos de deberes. Nosotros hablamos de una realidad más prounda, cual es aquella que nos ha convocado: rezar a Dios por quien durante medio siglo dedicó su vida en bien de los alumnos que más lo requerían, en una época carente de medios de locomoción y calles pavimentadas, y una adecuada iluminación como era hace seis décadas gran parte de lo alto del Primer Puerto de Chile, en la cota del Camino de Cintura.

Precisamente, aquí se instaló el Colegio: como una semilla pequeña que ha cobijado a tantas familias de la jurisdicción parroquial, pero –también- provenientes de otras localidades y de situaciones especiales de niños y jóvenes más vulnerables. No era el lugar más próspero, ni creciente de la ciudad, más,  -indudablemente- era la realidad que incluía más desafíos en vistas a hacer crecer un Colegio con las características que hoy posee.
En lo anterior, el testimonio de amor a la Iglesia dado por su fundadora,  fue inspirado por el de aquel joven sacerdote,  discípulo de San Ignacio de Loyola, que conmovió y movió a dos jóvenes estudiantes de pedagogía, una de las cuales era la señorita Clara Luz Meneses Gamboa a formar una juventud con valores bien definidos y acotados según la inspiración católica.
Mas, aunque resulta evidente que la sociedad en Chile ha cambiado en relación a los tiempos de gestación de este emprendimiento educativo, las bases de formación han de seguir guiando a los directivos, docentes y padres de familias en orden a proponer con claridad y caridad aquellos principios, valores, y normas por los cuales es necesario seguir avanzando sin claudicar a los vaivenes y turbulencias que arreciarán con más fuerza  hasta el fin de los tiempos. 

Pero nuestra confianza no está depositada en nuestras solas fuerzas, sino en el “auxilio que nos viene de lo alto”, que hoy en esta Santa Misa imploramos y recibimos no figurada ni simbólicamente sino en la persona misma de Jesucristo, Pan de Vida Eterna, que es el Camino, la Verdad y la Vida para la Iglesia, el mundo y nuestro Colegio Alberto Hurtado. Amén.

Padre Jaime Herrera González, Cura Párroco de Puerto Claro de Valparaíso.

viernes, 19 de diciembre de 2014

En camino a Belén


                             



RETIRO  A  JÓVENES  DE  “PUNTO CORAZÓN”  (DICIEMBRE 2014).

TEMA :  “EN CAMINO A BELEN”.
FECHA: RETIRO  A  JÓVENES  DE  “PUNTO CORAZÓN”  (DICIEMBRE 2014).
Cuando tenía pocos años me entretenía de jugar con los anteojos de mu abuelo. Con ellos, creía poder alcanzar los años y la sabiduría de él, desde un aire intelectual que suele dar una par de lentes ópticos. Y, estos eran bifocales, es decir,  tenían la propiedad de permitir ver de lejos y de cerca con un simple alzar la mirada. En Adviento la Iglesia nos invita a tener una mirada “de  cerca” y “de lejos” de la venida de Jesús, toda vez que ésta se realiza de modo misterioso en Belén: en el tiempo, en humildad, en misericordia. Nos tiende la mano para perdonarnos y se coloca como víctima eficaz para reparar las consecuencias que tuvo el pecado original en el universo creado por Dios: Nunca acabaremos de sopesar en toda su profundidad el quiebre abismal de ese día que tuvo el hombre: con Dios, consigo mismo, con el prójimo y con la naturaleza.
En Navidad acontece algo realmente hermoso. Una Noche se ilumina: nuestras calles se revisten de una alegría que por unas horas parece cambiar el entorno: donde la inseguridad del simple caminar por una calle se desvanece; donde los desconocidos que pasan a nuestro lado sin saludar ahora entablan un dialogo; el ceño fruncido da paso al esbozo de una sonrisa. Si acaso son las mismas casas, las mismas personas, las mismas calles y veredas. ¿Qué ha pasado?
La respuesta nos la da el Evangelio: “Os anuncio una gran alegría. Veréis a un recién nacido envuelto en pañales”. Dios ha tomado libérrimamente la iniciativa de salvar al hombre, y lo hace asumiendo en todo nuestra condición humana, menos el pecado. En todo semejante a nosotros, por lo que su accesibilidad se nos hace no solo “cercano” sino “nuestro”, lo que implica que desde su prodigiosa gestación por obra del Espíritu Santo en las entrañas virginales de María Santísima, hasta partir a la derecha del Padre el domingo de la Asunción, vivió como uno de nosotros porque, sin dejar de ser Dios, era -realmente- uno de nosotros.
Dos elementos destacan la humildad del Verbo Encarnado: Jesús nació en Belén, una localidad pequeña en tamaño, insignificante diremos mejor en el contexto del resto de las ciudades, cosmopolitas como Jerusalén, o de antigua data como Jericó. Aun así, en ella no hubo lugar para Jesús y sus padres
Muchas veces en la vida quizás hemos experimentado haber quedado fuera de algo que anhelábamos: un trabajo, un centro de estudios, un grupo social, en los cuales –como se dice en nuestra Patria- “no calificamos” para participar y formar parte de ello. Y, entonces, con las manos cerradas por la impotencia, y los labios apretados por la angustia de obtener lo que necesitamos nos alejamos tristes y con un sentimiento de humana frustración.
Entonces, todo nos hace ver el mundo más obscuro de lo que realmente es: “vuelva mañana” lo entendemos como “no regrese más”. El pesimismo, en ocasiones,  es una espiral que parece no tener fondo. La noche es más obscura para un alma sin esperanza.
Pero desde ese día, Belén que cerró sus hogares a la Sagrada Familia, ocuparía un lugar en la historia del hombre marcando un antes y después, porque en ella nació el Redentor del mundo.
Vuestro Fundador, el Padre Thierry de Roucy  señalaba que “este trabajo se realiza en la penumbra, sin ruido” (2006). Es la lógica de Dios. Es parte de la huella trazada por Dios para salvar el mundo, cuya cumbre pasa por la Cruz,  pero,  que también se reviste de la falta de protagonismo, del silencio alejado del mundanal  ruido, de lo que no llama la atención ni sobresale humanamente. La indigencia voluntariamente asumida, que no se apoya en seguridades es el camino que nuestro Señor quiso recorrer al nacer en el caserío betlemita hace dos mil años.
Es recurrente la tentación d apoyarse cuando nos sabemos debilitados: en ocasiones lo que parece más firme resulta desastroso. Hace unos días, en una Misa de campaña con ocasión de la Cena de Navidad a personas en situación de calle, todo lo que estaba a mí alrededor estaba debilitado: el altar se movía amenazante, la silla en el pasto se hundía y cimbraba de solo mirarla. Entonces, lo que eventualmente me daría firmeza para apoyarme ante las rodillas debilitadas, no me servían, pero si aparentaban hacerlo. Algo similar sucede en nuestra vida espiritual: cada uno se sabe debilitado y necesitado de seguridades y certezas, las cuales las procuramos buscar y luego de creer haberlas encontrado,  resultan una simple fantasía. Parecen que son, pero no son de verdad.
En Belén aconteció de manera exactamente diversa a la mentalidad del hombre: lo que no aparentaba era lo verdadero. Lo simple era lo esencial, lo que se perpetuaría de generación en generación era lo más discreto, y alejado del bullicio de las calles y de las modernidades.
Nuevamente recurrimos a la sabiduría de los escritos de vuestro Padre Fundador: “La Obra es muy chi­quita, infi­ni­ta­mente frágil, vive úni­ca­mente de su con­fianza en Dios. Y si se admira, sólo se puede admi­rar en ella la bondad de Dios y el sostén de la Virgen María” (1996).
No hay fuerza del mundo capaz de silenciar el misterio para el cual hoy nos estamos preparando. Este es el camino para la verdadera transformación de nuestra sociedad: lo logró el  Recién Nacido y quienes abrieron la puerta de su corazón y de sus hogares con lo poco que ellos creían tener, pero que resultaba finalmente determinante para poseer una vida plena y feliz. ¡Vida en abundancia! ¡Vida de corazones generosos! ¡Vida de un corazón a punto!

El segundo elemento que destaca la humildad de nuestro señor es que se presentó como un recién nacido. Todos hemos visto cómo las crías al poco tiempo corren y aletean. Salvo los inmediatos cuidados en orden a asegurar la oportuna alimentación y adecuada  temperatura, cualquier animalito sale adelante con presteza y diligencia, cosa que no ocurre con el hombre recién nacido. Bien sabemos que durante meses y los primeros años de vida se depende en forma casi exclusiva de los cuidados recibidos. Nada parece y es más indefensa que una creatura en su primera etapa de vida.
Pues bien: Cristo por ser Dios pudo haber venido al mundo por cualquier otro camino, más eligió el que resultaba más arduo, creciendo como cualquier niño tal como lo reconocen los evangelios: “Crecía en sabiduría ante Dios y los hombres”. Las personas que lo vieron se sorprendían al escuchar la profundidad de sus enseñanzas y se preguntaban. “¿No es éste el hijo de José el carpintero? ¿No vive su madre en medio nuestro?” No extrañará que se dijese luego de l: “Natun ex mulieribus”…un hombre nacido de mujer.
Como recién nacido podemos sacar varias enseñanzas: primero la confianza depositada en su Madre santísima. La devoción a la virgen no es algo añadido ni un simple adorno a la piedad católica, es algo esencial, que no puede faltar ni fallar, como tampoco el amor a nuestras madres puede ser colocado en el campo de lo opcional. Nunca podemos decir que hemos hecho lo suficiente en orden a manifestar el amor hacia nuestra madre santísima, porque nos trajo a Jesús en Belén y nos conduce a Él para participar en cada Santa Misa.

La tradicional Novena al Niño Dios que celebramos en nuestros templos y colegios, tuene su origen en cómo la piedad popular ha leído la vida litúrgica de nuestra Iglesia con la fidelidad de su participación. Por cierto, el amor crece amando, la oración, rezando,  y la piedad se fortalece siendo piadosos.
Así, desde el Siglo VII al interior de los conventos se comenzó a rezar las denominadas “Antífonas de Adviento”, usadas en el Breviario en el rezo de vísperas de los últimos días antes de Nochebuena. También, se les llama las “antífonas Oh” porque así comienza cada una de las siete que son.
Cada una nos entrega una denominación de los atributos de Jesús: Sabiduría, Adonai, Raíz de Jesé, Llave de David; Amanecer, Rey de las Naciones, Dios con nosotros. Si tomamos cada palabra en la legua latina y leemos d manera invertida se junta el acróstico de “Ero Cras” que significa: Mañana vendré lo cual nos hace ver que por medio de estas jaculatorias en honor a los nombres de Jesús no solo crecemos en preparación sino nos acercan gradualmente a la Natividad de quien es anunciado y reconocido. (O Sapientia; O Adonai; O Radix Jesse; O Clavis David; O Oriens; O Rex Gentium; O Emmanuel)

Culminamos esta meditación recitando en nuestra alma cada una de las antífonas:
1.      Oh, Sabiduría, que brotaste de los labios del Altísimo, abarcando del uno al otro confín; y ordenándolo todo con firmeza y suavidad: ven y muéstranos el camino de la salvación.
2.      Oh Adonai, Pastor de la Casa de Israel, que te apareciste a Moisés en la zarza ardiente, y en el Sinaí le diste tu ley: ven a librarnos con el poder de tu brazo.
3.      Oh Renuevo de Jessé, que alzas como un signo para los pueblos; ante quien los reyes enmudecen, y cuyo auxilio imploran las naciones: ven a liberarnos, no tardes más.
4.      Oh Llave de David y cetro de la casa de Israel; que abres y nadie puede cerrar; cierras y nadie puede abrir: ven y libera a los cautivos que viven en tinieblas y en sombra de muerte.
5.      Oh Sol que naces de lo alto, Resplandor de la luz eterna, Sol de justicia: ven ahora a iluminar a los que viven en tinieblas y en sobra de muerte.
6.      Oh Rey de las naciones y deseado de los pueblos, piedra angular de la Iglesia, que haces de dos pueblos uno solo: vez y salva al hombre que formaste del barro de la tierra.
7.      Oh Emmanuel, rey y legislador nuestro, esperanza de las naciones y salvador de los pueblos: ven a salvarnos, Señor Dios nuestro.



martes, 16 de diciembre de 2014

Nacer para vivir


HOMILIA 8º   ANIVERSARIO   PRESIDENTE AUGUSTO PINOCHET.



1.      Alzad a lo alto los ojos y ved: ¿quién ha hecho esto?” (Isaías XL, 25-31).
Los antiguos griegos daban a la acción de “mirar las estrellas” la expresión de “contemplar”. Cuando nos detenemos en una noche estrellada y pensamos que junto a cada luz del cielo hay numerosos planetas, no podemos sino sabernos interpelados respecto del origen de todo ello, tal como lo ha preguntado el profeta Isaías en la primera lectura: “Alzad a lo alto los ojos y ved, ¿Quién ha hecho esto?”.
Pero, si consideramos a la luz de las Escrituras Santas que,  aun sumado todo el universo entero, el valor de nuestra sola alma es superior,  para Dios,  a todo lo que podemos mirar y hasta –eventualmente- imaginar. Entonces, surge de inmediato una actitud de gratitud por todos los beneficios dados por Dios que ha tenido a bien un día pensar en cada uno  y llamarnos a la vida.
Por esto, cada vida humana es sagrada, desde el momento de su gestación hasta su muerte natural toda vez que no depende de uno crearla y entregarla sino de Dios donarla y tomarla: cuándo, cómo y por el camino que Él mejor establezca. ¡Estamos en las manos de Dios!
Hoy, conmemoramos el octavo aniversario de la muerte de nuestro recordado Presidente Augusto Pinochet Ugarte, quien aquel día,  acompañado de sus seres queridos y por la oración incesante de quienes le estamos eternamente agradecidos, se presentó ante el Buen Dios, para ser juzgado en misericordia. Qué inmenso regalo que haya sido precisamente en un día domingo cuando partía de este mundo para poder, Dios mediante, escuchar de modo definitivo las palabras pronunciadas por Jesús, el Buen Pastor: “Venid, benditos de mi padre al lugar preparado para vosotros desde toda la eternidad”.
Lo propio de un creyente es ser agradecidos de Dios: por existir y por haber sido invitado al don de la fe, por medio de la cual,  vivimos confiados y esperanzados, diciendo con el salmista: “Bendice a Dios, alma mía, no olvides sus muchos beneficios” (Salmo CIII, 6).
Nunca acabaremos de tomar mayor conciencia respecto de los bienes inmensos que Dios nos ha concedido a lo largo de la vida; más aún de lo que ha hecho de bien en nuestros seres queridos, y a lo largo de la historia, pues esta desde que Cristo vino al mundo pasó a ser una historia de salvación por lo cual, a la luz de la fe, todo es ocasión de gratitud según enseña el apóstol: “Todo lo que hacéis, de palabra o de hecho, hacedlo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias por medio de El a Dios el Padre” (Colosenses III,16). Es lo que hacemos, por deber cristiano de orar por nuestro difuntos y por  hacedlo en nombre del Señor, dando gracias por medio de  la madre de las oraciones como es la Santa Misa, donde Cristo se hace presente real y substancialmente en medio nuestro.  
2.      “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón“(San Mateo XI, 28-30).
No escapa a nuestro recuerdo que estamos camino al centenario del natalicio de nuestro Presidente. La primera mirada se detiene en el tiempo transcurrido. Es un tiempo pasado, que se ha vivido. No es una fecha que se desea alcanzar como anhelando  un premio, sino que, para nosotros, son los primeros cien años del natalicio de quien es la persona más incidente en la vida pública de nuestra Patria en los últimos cien años.
Los analistas pueden ver en internet y  cerciorarse, por ejemplo, cómo algunos gobernantes recientes,  no llegan al uno por ciento de lo que se ha escrito sobre aquel que ejerció la primera magistratura de nuestro país durante un periodo de años. Más, la trascendencia no anida en el tiempo,  sino en la realización de una visión de Nación con valores bien definidos y estimados, arraigados de manera indeleble en el alma de la Patria.
Celebrando los primeros cien años, lo hacemos desde nuestra honda tradición religiosa, que nos invita a dar gracias a Dios por todo lo que ha hecho en medio nuestro y a través de cada uno de los bautizados. Un creyente no es mejor ni peor que quien está llamado a serlo, pero su vida no puede tener otra motivación más elevada que la de alcanzar la santidad: debe volar como las águilas, no como las gallinas de vuelo corto; un creyente debe procurar hacer a los demás participes de la perfección no de la mezquina mediocridad de la tibieza. Y, ese es un camino arduo, difícil, tal como lo dijo Jesús: “Procurad entrad por la puerta estrecha, que ancha y amplia  es la puerta de la condenación y angosta la de la salvación” (San Mateo VII, 13).
Por esto, venimos a este lugar, que encierra el valor inestimable del silencio, el cual,  en medio de la vorágine de la metrópoli no es posible ni descubrir ni valorar debidamente. Venimos a esta capilla, donde celebramos la Santa Misa y rezamos con regularidad,  para visitar el lugar donde reposa el cuerpo de nuestro presidente,  en el cual, desde el bautismo  Dios inhabitó, y espera la resurrección definitiva prometida por Jesús en la Parusía.
No dejaré pasar por alto lo que hace unos días un senador de este país señaló que nuestra recordado Primer Mandatario “no tenía siquiera una tumba”: pasados ocho años de su partida a la Casa de Dios, colmamos este recinto sagrado, y estamos ciertos que allí donde en el futuro repose su cuerpo, contará con la cercanía masiva de nuestra gratitud y reconocimiento. Aún más: ojalá que la tumba de la madre del citado senador, a la que tuve ocasión de conocer, y conversar en varias ocasiones,  cuente un día con la visita y plegaria que hoy tiene nuestro Presidente.

Este año, Su Santidad el Papa Francisco visitó Albania, la tierra de la Madre Teresa de Calcuta. Allí, el Romano Pontífice con mucha claridad e inusitada insistencia se refirió a los “atroces  sufrimientos”  que padecieron  “quienes fueron testigo de la violencia y de las tragedias que se pueden producir si se excluye a Dios a la fuerza de la vida personal y comunitaria. Cuando, en nombre de una ideología, se quiere expulsar a Dios de la sociedad, se acaba por adorar ídolos, y enseguida el hombre se pierde, su dignidad es pisoteada, sus derechos violados. Ustedes saben bien a qué atrocidades puede conducir la privación de la libertad de conciencia y de la libertad religiosa, y cómo esa herida deja a la humanidad radicalmente empobrecida, privada de esperanza y de ideales”. (Papa Francisco, Universidad Católica “Nuestra Señora del Buen Consejo” (Tirana), Domingo 21 de septiembre de 2014)
Hace cerca de cinco décadas se comenzó a expandir fuertemente a lo largo del mundo, y particularmente en nuestro continente, la ideología condenada por el magisterio pontificio como “intrínsecamente perversa” acentuando su carácter excluyente de Dios, con un fuerte ímpetu secularizador, llegando a nuestros días a constatar que el primer y mayor discriminado del mundo es el mismo Dios hecho hombre, Jesucristo.
Nuestra Patria no estuvo ajena a ese deambular, por lo que luego de un  clima social desastroso, la sociedad debió asumir una transformación en aquel día once de un gran mes, que sin duda marca un antes y un después, pues a nadie le es indiferente lo vivido a partir de esa jornada, ni los mil días previos de tanta cerrazón y violencia.
El Evangelio de este día nos habla del Corazón de Jesús, al cual nuestro Presidente conoció desde pequeño en el Colegio de Los Sagrados Corazones de Jesús y de María (SS.CC) ,  ubicado en el corazón del Primer Puerto de Chile. Allí, muchas veces entonó el himno escolar: “Serles fieles,  hasta morir”;  “Las coronas y laureles que yo pueda alcanzar a ofrecerles volveré”. Su alma de niño fue formada –en colegios de Iglesia-  para vivir los ideales y la virtud, por ello su atención estuvo centrada en su hogar: su esposa, sus hijos, su madre; por ello durante 65 años estuvo en servicio activo del Ejército de Chile: de cadete a Capitán General; por ello no dudó en asumir la invitación de asumir la magna obra, junto al resto de los hombres de armas, para levantar una Nación que se despedazada.
 Todo lo anterior no habría sido posible sin el hecho de haber recibido un día el sacramento bautismal: Allí, en las aguas de la pila bautismal fue sumergido para que tuviese vida de verdad.   
En la antigüedad, el día de la muerte del cristiano se le denominaba: “Dies Natalis”. ¿Qué es nacer sino encontrar?…Al venir a este mundo todo es nuevo e inesperado, y el hecho de partir de este mundo siempre entraña algo semejante: es como una página  en blanco de la cual nuestro Señor nos ha dado claras señales de cómo será. Así, por ejemplo lo describió San Alberto Hurtado: “La vida nos fue dada para buscar a Dios, la muerte para encontrarlo, y la Eternidad para poseerlo”. Que nuestro Presidente, descanse en Paz. Amen.





viernes, 5 de diciembre de 2014

Preparando la venida de Jesús

 SEGUNDA DOMINGO / TIEMPO  ADVIENTO / CICLO “B”.


1.      “Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas”  (San Marcos I, 1-18).
En esta semana encendemos el segundo cirio de la corona de Adviento. Es el peldaño siguiente al testimonio de los profetas anunciando el nacimiento de Cristo que nos dicen: “Trazad en la estepa una calzada recta a nuestro Dios(Isaías IL, 1-5. 9-11).  En esta oportunidad bajo quien hace de eslabón entre el Antiguo y el Nuevo testamento, denominado como el precursor del Señor: San Juan Bautista. Aquella “voz que clama en el desierto”, terminará anunciando el sacrificio definitivo de Jesús, derramando su sangre por su fidelidad.
En instancias donde la vorágine de las actividades de fin de año parecen abducir nuestro tiempo entre: graduaciones, cenas de fin de año, ceremonias del amigo secreto, exámenes de fin de curso, postulaciones a nuevos empleos, evaluaciones de toda índole, balances financieros, viene a nuestro encuentro la figura austera y veraz de quien tiene el privilegio de señalar como ya presente, al “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (San Juan I, 29).
Ya en ese momento, la voz aparentemente solitaria en medio del desierto hace escuchar su mensaje a las muchedumbres que confiadas acuden hacia él, cambiando de vida y preparándose para recibir a Aquel que, asumiendo en todo la condición humana sin dejar de ser Dios,  se hace presente para rescatar lo que estaba irremediablemente perdido de no mediar su presencia e intervención salvífica. ¡Cristo viene al mundo para perdonarlo! Por ello, es presentado como un Cordero, imagen que resulta relevante si consideramos que aparece en el Antiguo y Nuevo Testamento, que es uno de los nombres que recibe Jesús, y que ocupa un lugar de primera importancia en la predicación y enseñanza de la Iglesia naciente como a lo largo de la vida litúrgica hasta nuestros días.
En efecto antes de comulgar, el sacerdote alzando la Hostia Santa dice: ¡Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo!, respondiendo los fieles,  con a mano puesta en su corazón: “Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme”.
En la Antigüedad se presentaba un cordero en el altar del tabernáculo como sacrificio por los pecados cometidos. Se llevaba el animal para ser sacrificado y colocando la mano sobre él decía: “Yo he pecado y merezco morir, pero Dios ha permitido a este cordero que tome mi lugar”. Entonces, el cordero era como el sustituto de aquella persona.
En los tiempos del Antiguo Testamento, antes de que viniera Jesucristo a la tierra, Dios mandó a la gente traer un cordero al altar del tabernáculo como sacrificio por sus pecados. La persona que llevaba el cordero ponía su mano sobre el cordero y decía algo así: "Yo he pecado y merezco morir, pero Dios ha permitido a este cordero que tome mi lugar." Luego el sacerdote mataba al cordero. Dios permitía a un cordero inocente morir en lugar de aquella persona, como luego dirá el Nuevo Testamento: “Sin derramamiento de sangre no hay perdón de los pecados” (Hebreos IX, 22).  Así, el cordero era el substituto de aquella persona.
¿Cuáles eran las características de ese cordero? La mansedumbre y docilidad al momento de ser sustituto por los pecados del mundo. Es el mismo Cristo quien dijo de sí mismo: “Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón” (San Mateo XI, 29).
Por esto, el profeta Isaías anunció que el Mesías esperado vendría bajo la apariencia de un cordero sacrificado: “varón de dolores, experimentado en quebranto” (Isaías, LIII, 3-5), donde cada sufrimiento tendría un sentido sanante y restitutivo, por ello, quien era el Autor de la gracia se hizo “pecado” para perdonar al mundo de su maldad.
“Sobrellevó nuestras enfermedades”….Hoy, Cristo nuevamente padece en cada persona que sufre las dolencias en su cuerpo, según leemos en el Apóstol San Pablo: “Completo en mi cuerpo los sufrimientos de Cristo en la Cruz para nuestro bien y de su santa Iglesia” (). Si muchas veces puede conmovernos las palabras de San Alberto Hurtado al decir “el pobre es Cristo”, ¡cuánto más! debiese movernos el reconocer que “el enfermo es Cristo”. 
Más, a causa de la  debilidad humana y una mutilada formación,  muchas veces nos alejamos del lecho de los enfermos, y nuestros familiares deben -en ocasiones- transitar solos por la senda que un día recorrió nuestro Señor. Con razón podemos decir que la salud requiere cambios, porque la atención en los hospitales públicos y privados es objetivamente lenta y onerosa, pero, ¿Cómo es la atención que prestamos a los enfermos en nuestros hogares? ¿Es diligente y generosa; servicial y proactiva?
“Sufrió nuestros dolores”…Inmersos en una cultura marcadamente hedonista, donde el placer se busca con desesperación, hablar de dolor no parece tener sentido. Para muchos católicos el dolor no ocupa lugar alguno en su itinerario de la fe. El sufrimiento voluntario desde lo que hizo Cristo,  tiene un sentido santificador si acaso lo ofrecemos por nosotros y los demás bautizados y de reparación por cuantos están llamados a serlo.
Por esto, tiene un valor inmenso el sacrificio que cada uno hace voluntariamente por amor a Dios, tanto aquel que Dios permite que asumamos,  como aquel que creativamente ofrezcamos. Si ningún vaso de agua queda sin tener recompensa del cielo, ¡qué decir de una penitencia, por pequeña que ésta nos parezca!


“Fue herido por nuestras rebeliones”…Los sufrimientos más graves son aquellos que subsisten en el corazón. Recientemente reconocía el hilarante cineasta americano, Woody Allen que “vivo una vida triste, sin esperanza, sin objetivo,  sin fe en Dios”. Nuestro Señor, herido asume de una vez para siempre todas las rebeliones desde la librada en el Paraíso terrenal hasta en lo más recóndito de la tierra donde se alce el estandarte de “non serviam”. Por esto, la obediencia del creyente es el bálsamo que limpia el cuerpo de Cristo y le hace llevadero el alzar el estandarte de la Cruz. Si por la desobediencia de uno entró la muerte al mundo, por la obediencia de uno el mundo es restaurado plenamente en su dignidad. ¡La tentación de un mundo edificado al margen de Dios sólo puede traer tristeza y desolación a toda la sociedad!
“Es molido por nuestros pecados”… Las diversas películas que se han hecho sobre la vida de Jesucristo incluyen,  en sus imágenes,  la antigua cuestión referida a una pregunta: ¿Quién mató a Jesús? Alguna cinta coloca el dedo acusador –claramente- sobre los judíos en la expresión dicha por sus propios rabinos: “que su sangre caiga sobre nosotros y nuestros hijos” (“La Pasión” de Mel Gibson, 2004); otros colocan la culpabilidad en los soldados romanos (“Jesucristo Superstar” de Tim Rice, 1971), como primeros ejecutores de una sentencia; y no falta quien hace recaer la culpa sobre quien se lavó las manos: Poncio Pilato (“Jesús de Nazaret” de Franco Zefirelli, 1977). Más, el profeta Isaías dice algo sobrecogedor, que de inmediato llamará nuestra atención: “Jesús fue herido y abatido por Dios”, Su Padre Eterno puso nuestros pecados sobre el cuerpo y alma de su Hijo Unigénito, porque sabemos que ningún sacrificio habría sido suficiente para borrar el pecado del mundo entero: sólo lo sería el hecho por el Cordero sin mancha que era Jesucristo. Entonces, la respuesta a la pregunta nos la da el mismo Señor al momento de estar pendiente  en la Cruz, y mirar a todos los que estaban a su alrededor: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (San Lucas XXIII, 34).
El castigo de nuestra paz fue sobre Él…Durante  los últimos años, de manera creciente se está acentuando la esperanza en este tiempo litúrgico de Adviento. Y, ello está bien si acaso no se hace a costa de relegar el tema de la penitencia a un plano casi inexistente. El color morado de nuestros ornamentos y paños litúrgicos no hacen sino recordarnos el apremiante llamado de San Juan Bautista a un cambio de vida, lo cual no es algo cosmético y superficial, como surgido de un sentimentalismo pasajero, sino que implica una opción de vida decisiva, donde la razón y la voluntad descubran una vida tan nueva como verdadera.  Como católicos debemos vivir este tiempo de Adviento como si realmente se jugara nuestra eternidad.
Desde su estancia en el desierto, San Juan Bautista preparó su alma para la misión que Dios le encomendara, y que desde el primer instante, incluso desde el mismo vientre materno, proclamase con alegría la visita del Verbo Encarnado al mundo. Quizás, esto último sea lo que nuestra sociedad,  tan seria y hostil,  parece necesitar  con urgencia: el apostolado de una alegría que nacida de la conversión a Dios. ¿Cómo encerrar en nuestra conciencia, en nuestros hogares y en nuestros templos,  el gozo de tener a Dios tan cerca nuestro en los días santos de la Natividad? No lo olvidemos: ¡La paz del corazón, es el corazón de la paz!…quien lee la vida del Precursor del Señor no puede sino repetir una y otra vez, como una jaculatoria esperanzadora: “Por sus llagas fuimos sanados”.
2.         “Esperamos, según nos lo tiene prometido, nuevos cielos y nueva tierra “(2 San Pedro  III, 8-14).
La personalidad religiosa de San Juan Bautista resulta espiritualmente atractiva para nuestro tiempo, porque en su testimonio se cumple lo proclamado en el Salmo Responsorial: “Amor y Verdad se han dado cita, Justicia y Paz se abrazan” (LXXXV, 9.14). La sociedad actual, ad intra y ad extra ecclesia, con presteza se detiene a meditar sobre la justicia y la paz, pero en ocasiones, parece pasarse por alto la relación previa citada por el profeta donde “el amor y la verdad se han dado cita”.
El amor a la verdad fue lo que motivó a San Juan Bautista a derramar su sangre y entregar su vida en bien de una verdad que tenía incidencia en el bien supremo y absoluto del cumplimiento de la voluntad de Dios. En efecto, le dice al rey inicuo: “No te es lícito tener esa relación con la esposa de tu hermano”…no es broma la infidelidad.
En la vida práctica, tanto el Bautista como nuestro Señor Jesucristo no dudaron en ir a las realidades que entonces resultaban sorprendentes: hablar con una samaritana, dirigir la palabra a una mujer adúltera; colocar a un oficial romano como ejemplo de verdadera fe, ir a casa de un publicano pecador como era Zaqueo; llamar a un recaudador de impuestos a ser su apóstol como Mateo. Por cierto, en uno y otro caso, hubo una enseñanza previa y una invitación, aceptada en todos los casos, a cambiar de vida.
Entonces, el que ama no lo hace a costa de la verdad; ni quien posee la verdad deja de amar. ¿Poseemos la verdad? Ciertamente, en cuantos miembros vivos de la Iglesia, porque ésta es Cristo: “Camino, Verdad y Vida”. Estamos al servicio de esa verdad, de la cual la Iglesia es primera custodia y fiel garante, por lo que,  la práctica del amor verdadero pasa por la explicita vivencia y enseñanza de toda la riqueza que entraña la verdad que Dios ha dado a conocer sobre sí mismo, de una vez para siempre,  en la persona de Jesucristo.
En cambio, silenciar aspectos relevantes de nuestro Credo, de nuestra fe católica con el fin de manifestar cercanía y afecto hacia los demás es algo engañoso y falso, porque un fin bueno nunca puede incluir un mal procurado y conocido. ¡Quien miente no ama; quien ama de verdad siempre dice la verdad!
Pidamos a nuestra Madre Santísima, cuyo mes bendito nos acercamos a concluir, que el ejemplo de fortaleza y conversión que descubrimos en la vida de San Juan Bautista nos impulse a lo largo de esta semana, a seguir  sus pasos en cada momento y lugar que Dios nos coloque, aunque ello entrañe la configuración con el  desprecio y menosprecio, que padeció hasta el martirio por señalar, a tiempo y destiempo: el cielo nuevo y la tierra nueva que traería el Cordero de Dios que quitó el pecado del mundo. Amén.


PADRE JAIME HERRERA, PÁRROCO DE PUERTO CLARO EN VALPARAÍSO.