jueves, 26 de febrero de 2015

CARTA DEL CURA PÁRROCO, PBRO. JAIME HERRERA GONZÁLEZ A LOS FIELES, AMIGOS Y BIENECHORES DE PUERTO CLARO. (Febrero, 2015)

  Sin Misa no podemos: El remedio que sana mejor         

Hay situaciones que pensamos nunca van a ocurrir y finalmente asumimos que han pasado, Como creaturas tenemos la tentación de manejar todo al alcance de la mano, incluso los designios de Dios. Es verdad que la oración es poderosa. Si lo dijo el mismo Jesús: “Todo lo que pidan en mi nombre con fe os será concedido” (San Juan XIV, 13).

A pesar de lo cual,  tendemos a creer lo mismo que  nuestros primeros padres en el paraíso terrenal., hasta lo que sostiene la cultura neopagana actual, ávida del fetiche progresista: en orden a que  podemos manipular a nuestro Creador.

Mas, el seguir fielmente sus caminos y cumplir su voluntad es nuestra realización, y de hecho por ello pasa nuestra salvación o condenación eterna, habida consideración que,  tanto los méritos como los pecados de los consagrados tienen un valor agregado distinto que exige una mayor preparación ante el umbral de estar con el Buen Dios un día en su presencia.

Y,  no es ciego amor ni sobrada confianza humana de pensar que todos están salvados o que es imposible hacerlo como lo dijeron un día los Apóstoles: ¿Quién puede salvarse, entonces? (San Mateo XIX, 25). Es asumir la consecuencia de una vocación donde se nos exige ser buscadores “profesionales” de la santidad, tratando lo santo diariamente: en la Santa Misa y la vida sacramental, en la oración, en la vida casta y célibe, en la Caridad Fraterna, en la cura de almas, en la paternidad espiritual afectiva y efectiva.
Grupo Encuentro Matrimonial Chile 2015

Si, el hecho de poder tener a Jesús Sacramentado diariamente en nuestras manos, en virtud del cumplimiento de la promesa hecha por el Señor en la Última Cena: “Yo estaré siempre con vosotros hasta el fin del mundo”, esto, nos concede una fuerza especial para enfrentar las vicisitudes cotidianas por arduas que se presenten y lo sean efectivamente. Durante estos días de inicio cuaresmal he podido experimentar desde la condición de paciente la vida de nuestra Iglesia, que está inserta en el mundo sin ser vasalla de él.

A lo largo de tres décadas pude contar en primera persona la grandeza del alma y la fuerza de voluntad de una persona que, aquejada de una grave enfermedad que le dejó inicialmente incapacitado, -sin poder hablar, sin poder caminar, sin poder levantarse-  logró, luego de un tiempo, colocarse de pie, hablar, y desarrollar una vida en la cual, la sonrisa   y  mirada  brillosa  nunca fue  mermada,  excepto cuando al equipo de sus amores -Colo-Colo- no le iba bien.  Esa fuerza interior sin duda fue un regalo del Cielo, que nuestro Señor, por puro amor se dignó  concederle y constituye una lección de vida.  Esa persona era mi padre. Por ello, al estar estos días recuperándome de una esperada intervención médica, con todas las imposibilidades que entraña y privaciones –también culinarias por cierto- he visto con mayor claridad el valor del sufrimiento ofrecido por amor a Dios y nuestra única Iglesia verdadera.

Es que la dolencia hace crecer en humildad y en certeza. No es una opción cuando dice la Biblia: Scio  cui credidi”.  Sabemos quién guía nuestros pasos, y lo hace con una delicadeza y perseverancia sin ocaso. No creo en los humildes que tranzan gratuitamente las verdades de la fe, como tampoco en los orgullosos que matan a inocentes  para imponerlas como en Oriente acontece dramáticamente en nuestros días.

Por esto, durante los días en que he permanecido internado, he podido contar, junto con el arma poderosa de la oración, con el don inestimable de celebrar la Santa Misa diaria estando hospitalizado. ¡Tantas veces lo hice ante los enfermos, ahora,  como enfermo me tocó hacerlo desde mi lecho y pieza de convaleciente acompañado por los ángeles del cielo y “los de la tierra”, que son nuestros parientes, amigos y fieles.

Esto lo recetó el doctor Jaime Herrera

Una Santa Misa de Campaña que realmente renueva el alma y el cuerpo, con consecuencias insospechadas de bien para tantas almas y realidades que  necesitan con urgencia una gracia del Cielo.

¡Gracias Señor porque eres el Pan de Vida! ¡Gracias, porque el oficio divino de la Iglesia oxigena nuestro caminar vacilante! ¡Gracias por el Santo Rosario hecho por tantas familias, las cuales son el futuro del mundo y de nuestra Iglesia Santa!


Una y otra vez, no nos dejas de invitar ¡Poneos en camino! (San Lucas X, 3) Y nosotros respondemos en tu gracia: ¡Exurge Domine!

Selfie con feligresas de Puerto Claro

1 comentario:

  1. Muy estimado Padre, es un privilegio contar con sus palabras, que entregan un verdadero testimonio de fe desde su condición de ‘paciente’. Sin duda son momentos difíciles que hoy vive desde otra perspectiva, toda vez que Ud. tantas veces ha acudido a confortar a enfermos y a quienes se ocupan de ellos.
    Envío un gran abrazo y los mejores deseos de su pronta y total recuperación.
    Alejandro Zamora y familia.

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