viernes, 25 de diciembre de 2015

Salvados por Cristo Luz del Mundo

 SOLEMNIDAD  NATIVIDAD DEL SEÑOR AÑO 2015.

Una alegría nos ha nacido, el Mesías, el Señor está junto a nosotros. Los sones que el Coro tocaba antes de la Santa Misa nos colocaba en una curiosa novedad respecto del origen del burrito que llevó a la Virgen María hacia Belén, al decir que el burrito era oriundo de La Habana...porque la canción decía “que mi burrito es Habanero y va camino de Belén”.

Pesebre de la Parroquia de Nuestra Señora de Puerto Claro
    La realidad que encierra el pesebre de manera misteriosa se abre gradualmente a todos a quienes están a su alrededor. Así,  pedagógicamente lo celebra la Iglesia en su liturgia, así,  lo percibimos en nuestro corazón, y así, lo devela la sociedad, que no parece impermeable ante el poder del anuncio de este día preclaro.

En los más recónditos lugares de la tierra el anhelo por buscar a Dios se hace celebración de la más diversa manera:  En aquellos pueblos donde la fe ha sido proscrita por decreto,  en aquellas naciones donde la persecución resulta bestial en nuestros días, en tantos hogares donde el nombre de Cristo y su Iglesia parecen estar proscritos el resto de los días, en estos días del nacimiento de Jesucristo todo parece cubrirse de un espíritu nuevo, aun no plenamente descifrable para quienes procuran dar respuesta a las interrogantes de su vida humana. ¿De dónde vengo?, ¿hacia dónde vamos?, ¿cuál es el proyecto para nuestra vida? Nuestra vocación esencial, fue descrita con precisión por el gran santo de Hipona: “Nos hiciste para ti Señor, e inquieto está nuestro corazón mientras no descanse en Ti”  (San Agustín).

Todo esto tiene respuesta definitiva en este noche y al despuntar el alba, ante la evidencia de un recién nacido, cuyo advenimiento, marca un antes y un después. De dos almas contemplativas en aquella pesebrera, la de su madre virginal y su padre custodio,  a la cual,  prontamente se sumarían reyes y pastores, las generaciones interrumpidas hasta nuestros días han descubierto que la duda no tiene la última palabra.

El hombre puede padecer por un tiempo de la incertidumbre  y eventualmente,  sumergirse en profundas crisis, pero no es ese el  camino establecido por Dios para nuestra vida sino que,  por medio del don de la fe caminamos por la vida con la certeza de un Dios –nacido en este día- que está presente en medio nuestro.
Mas, la presencia del Señor no es como la de un cazador que nos busca sorprender para eliminarnos, ni es como la de un exclusivo juez leguleyo que se dedica a sentenciar, ni una presencia como la de un comerciante que busca convencer…No, no. Dios no nos ve como presa, ni como reo, ni como mercancía, Él nos ha creado para ser sus hijos, y nos mira desde el sacramento del  bautismo como un padre.
La certeza de la vocación al amor verdadero cual es: que Dios nos ama y que amamos a Dios, nos hace ver la luz en medio de la obscuridad, presente en nuestro mundo,  en ocasiones demasiado evidente, y que no permanece oculta en nuestra alma en virtud de tantas actitudes, pensamientos, y proyectos que reniegan de hecho al acto de “mirar la luz” que nos es dada en esta Nochebuena,  prefiriendo permanecer en tinieblas y las sombras de muerte.

En efecto, la sociedad actual  no deja de presentar atractivos sucedáneos de felicidad  y de proporcionarnos múltiples  ilusiones de verdades que terminan   cautivando nuestro corazón y oscureciendo nuestra inteligencia.

Lo anterior, por cierto, hace que de la incertidumbre pacemos a la duda;  de la duda  se transita a la suspicacia; y de la suspicacia se progresa a renegar. Quien ha recibido la verdad de Dios no tiene derecho a seguir sumergido en la duda. El error no tiene derechos, la mentira no tiene derecho, ni las crisis tienen carta de ciudadanía de nuestra vida, sólo la tiene la primacía del amor a Dios y la primacía del amor de Dios.
Entonces, así podemos comprender lo dicho por el Evangelista: “Dios es luz sin tiniebla alguna” (1 San Juan I, 5).

En este día, constatamos que la salvación que nos es dada hoy se asemeja a la luz. Esta,  tiene dos características muy especiales: descubre cada recoveco a medida que se va imponiendo. Y nada queda oculto ante su presencia. 

Por esto, nuestro Señor, es un Dios conocedor de nuestra intimidad, de hecho “es más íntimo a nosotros” de lo que creemos serlo cada uno. ¡Nos conoce perfectamente! Por esto, Él  sabe qué necesitamos, qué está de más.

Cristo es “el amor hecho carne” ha dicho el actual Pontífice.  No es un  ideal al que tendemos, es el sentido de la vida y de la historia que ha puesto su tienda entre nosotros.

Por ello, desde la encarnación el misterio del hombre hace que toda su historia sea historia de salvación, no habiendo recovecos en la cual  la supuesta autonomía del hombre no deje espacio a la gracia multiforme de Dios. Por lo que, con toda claridad diremos que: sólo o reina Cristo o reina cualquiera, y evidentemente, en caso que no sea nuestro Dios quien “primeree” lo hará el poder de las tinieblas.

Una estrella guio a los Tres Reyes venidos de Oriente en este día. Una luz irradió desde el pesebre llamando a los humildes pastores de Belén. Unos y otros, con su sabiduría y simpleza, con sus conocimientos y carencias, acudieron presurosos y constataron la promesa cumplida del Mesías esperado por generaciones: El Dios omnipotente que se hace débil; el Dios todopoderoso que se hace necesitado, para que quienes nada somos seamos todo en El.

Esto nos hace descubrir que la vivencia de la misericordia sea como una nueva creación, pues la vivencia de la caridad fraterna hace presente a Jesucristo quien en su Espíritu “hace nuevas todas las cosas”. Nuestro mundo, la sociedad en que vivimos parece naufragar por todas partes. Una vez más verificamos que la oportunidad de cambiarlo está en medio de aquel establo: en manos de un recién nacido, en manos de Jesucristo.

Imploremos a María Santísima a que nos conceda la gracia de poder recibir a Jesús en nuestra vida, en nuestra familia, en nuestra sociedad, para que vencidas las tinieblas y oscuridades resplandezca en todas partes y en todo nuestro ser el esplendor de la verdad de Jesucristo que ha nacido en Belén hoy. ¡Viva Cristo Rey ¡

         Padre Jaime Herrera González, Cura Párroco de Puerto Claro, Chile.



miércoles, 23 de diciembre de 2015

Invitación a Misa Tradicional de Navidad

     Este viernes 25 la Misa de Navidad del día se rezará en la parroquia, según el rito tradicional (Misa en Latín) a las 12:00 hrs.
¡Feliz Navidad!

Padre Jaime Herrera, Parroquia de Nuestra Mercedes de Puerto Claro, Cerro Toro, Valparaíso
Misa de Navidad del año 2014




Formación en la Misericordia

  VIGÉSIMA  MEDITACIÓN DEL MES DE MARÍA MACKAY 2015.

                          

En la escuela de Jesucristo la Virgen Madre es la formadora. Hay una diferencia ente “instruir” y “educar”: en el primer caso, se trata de entregar conocimientos que se desconocen, como una realidad extrínseca, que implicar “recibir algo”, en el caso de la educación implica permitir acceder a un conocimiento asumido como sacado de “uno mismo”. El instructor es muy diverso del formador, tal como no es comparable la misión de un “profesor”, en relación a la de un maestro. Nuestra Madre no es una “profesional” de la misericordia, sino una verdadera maestra en la formación de la misericordia en cada uno de sus hijos, de los cuales no tiene un estereotipo común a todos, sino que enseña –como madre verdadera- a la medida de cada uno el camino para una vida nueva en Cristo.
Hagan lo que Él les diga esa una frase que solo tiene un sentido: cumplan los mandamientos de Dios. Procurar ser fiel a Dios en el seguimiento de sus preceptos es de suyo un acto misericordioso, que derriba los límites de lo que se coloca al momento de conceder el perdón o  bien,  de  implorarlo.
Nuestra Madre de Misericordia nos enseña a amar de verdad:

a). Haciendo el bien a los que están cercanos. La caridad es ordenada, parte en casa no se detiene den ella. Las necesidades ajenas no pueden hacer olvidar aquellas evidentes que tenemos al interior de nuestros hogares en nuestras comunidades y en la sociedad a la que pertenecemos.

b). Perdonando diligentemente: Dar rápidamente vuelta la página. Si cada día tiene su afán no puede el anochecer encontrarnos enemistados. El rencor solo se nutre de la falta de un amor verdadero. Una vida superficial de fe es el aperitivo del odio. Es caldo de cultivo para la enemistad la falta de una vida espiritual coherente. La crispación social no se debe primordialmente tanto a los vaivenes económicos ni a la implementación de determinadas cartas magnas cuanto principalmente a la ausencia de Dios en el alma y en la vida social. 

c). No ofenderse de liviandades: Dios sabe de qué estamos hechos., conoce nuestra naturaleza. Se requiere de  una actitud permanente en esta materia. Ella sabe de perdón porque tuvo que hacerlo con quienes insultaron, apresaron, maltrataron y mataron a su hijo. De mucho más nos ha perdonado de lo que debemos perdonar, para ello es necesario no darse por ofendido por pequeñeces, María fue fuerte no solo para exigir lo que humanamente parecía justo sino para conceder lo que  era propia del cielo, el perdón misericordioso.
  
Hoy recordamos las palabras de Su Santidad, Juan Pablo II, el cual dijo de Nuestra; Madre Santísima: “Dirigimos nuestra mirada a María Santísima a la que hoy invocamos con el título dulcísimo de “Mater Misericordiae”. María es Madre de la Misericordia porque es la Madre de Jesús en el que Dios reveló al mundo su “corazón” rebosante de amor. La compasión de Dios por el hombre se comunicó al mundo precisamente mediante la maternidad de la Virgen María, iniciada en Nazaret por obra del Espíritu Santo, la maternidad de María culminó en el misterio pascual, cuando fue asociada íntimamente a la pasión, muerte y resurrección de su Hijo Divino. Al pie de la cruz la Virgen se convirtió en madre de los discípulos de Cristo, Madre de la Iglesia y de toda la humanidad Madre misericordia” (Regina Coeli, domingo 22 de Abril del 2001).

                           

De lo anterior entendemos que De todas las gracias que Dios pudo conceder a su Madre, la misericordia fue de las principales y primeras concedidas para que el mundo, en todas las generaciones la reconociera como  Bendita y Santa. Por esto, la Virgen es la única creatura capaz de un amor perfecto y puro sin atisbo de egoísmo desordenado. El nivel del amor misericordioso de la Virgen sería entonces el único capaz de ser objeto de la mirada preferencial del Buen Dios que  es la misericordia misma.

Imploramos: María, Madre de misericordia, cuida de todos para que no se haga inútil la cruz de Cristo, para que el hombre no pierda el camino del bien,  no pierda la conciencia de pecado y crezca en la esperanza en Dios, siempre rico en misericordia, para que haga libremente las buenas obras que Él le asignó y, de esta manera, toda su vida sea un himno a su gloria. Amen.
Un grupo importante de católicos en Chile, ha salido a la calle a mostrar la alegría de su condición bautismal, en tiempo donde muchos vacilan y enjuician a aquella institución, divina y humana instituida por Jesucristo que la llamó “mi Iglesia”. La misericordia nos invita a llevar el amor de Cristo a quienes más lo necesitan.


El amor debe darse “en lágrima” y “en canción”, es decir nacer desde lo más hondo del corazón y manifestarse como una melodía en las obras que sean fiel expresión de lo que anida en cada uno de nosotros al proclamar nuestra fe. Ante la mirada de María Santísima entendemos que ningún pecado del hombre puede cancelar la misericordia de Dios. ¡Viva Cristo Rey!

martes, 22 de diciembre de 2015

Santidad y Misericordia

 DÉCIMO NOVENA  MEDITACIÓN  MES DE MARÍA MACKAY 2015.



El primer día de clases siempre encontramos a niños muy peinados e impecablemente presentados. Ningún detalle ha quedado al azar. Sin duda ha sido la madre de aquel alumno quien se ha esmerado en la pulcritud, y está presente en el estreno en la comunidad escolar de cada uno de sus hijos.  
Pues bien, si resulta impensable la ausencia de la madre en el primer día de  clases de su hijo, ¿podría imaginarse que la Virgen se marginara del primer sermón de su Hijo y Dios dado en la montaña? Es evidente que allí estaría, en primera fila, atenta a cada una de sus palabras.

Fue en ese lugar donde nuestro Señor inició su predicación. Lo hizo en un extenso discurso que los evangelios nos entregan. La primera parte estuvo marcada por la exhortación a la Bienaventuranza, que para muchos se traduce como un “sentimiento de gozo” y un deseo de una “alegría que viene” y nunca termina llegando…mas, constituye una expresión que encierra dos acepciones: una invitación a la verdadera felicidad cuyo origen proviene y se encamina hacia Dios mismo, y es una llamada a la perfección, que puede y debe ser entendida como la santidad de vida.

Una de las primeras palabras de aquel sermón dice: “Bienaventurados los misericordiosos porque alcanzaran misericordia(San Lucas VI, 36). Dios nos toma muy en serio, por ello al colocarnos la meta de la santidad nos traza un camino seguro para alcanzarla en tanto que nos entrega un modelo inigualable para conseguirla, como es el que nos da la Virgen María, llamada por el Arcángel Gabriel como “Llena de gracia”.

Al creyente le corresponde perdonar, sólo a Dios le pertenece el poder  juzgar: “! No juzguéis y no seréis juzgados”…”Perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”…”amar al  enemigo, perdonar al perseguidor” (San Mateo V, 44). No se trata de cuestiones aparentes de animosidad, sino de acciones concretas y que no admiten mayor análisis de incluirlas como agresiones, resentimientos, rencores  y odios malsanos.  

La exigencia del Evangelio es amplia: perdonar al que nos ha humillado, orar por el que nos ha maltratado, amar a nuestros enemigos. Son palabras que tienen que haber sido consideradas como “locura” y “necedad”.  

Entonces, nos preguntamos  si acaso humanamente parece cuesta arriba dar cumplimiento a tales preceptos, ¿cómo podemos ser verdaderamente misericordiosos? La respuesta nos la entregó Dios el día de la anunciación y su nombre es María, Madre de la Divina Misericordia.

 El hombre y la sociedad no pueden quedarse anclados en los muros que se alzan con odios, rencillas y violencia.  Ninguna muralla que ha levando el hombre de manera autónoma a los designios de Dios ha podido sostenerse en el tiempo. En estos días se ha conmemorado la caída del Muro de Berlín. Esta era una muralla que se edificó y mantuvo separada una nación entera durante décadas. Muchos que quisieron cruzarla murieron en su solo intento. Hoy ese muro es parte de un triste recuerdo de la humanidad reciente.

El odio y los deseos de venganza son los parabienes del demonio; el perdón, la paz y la misericordia son las bienaventuranzas de Dios. Es una osadía pretender ser reconocido como cristiano quien majaderamente señala “ni perdón ni olvido”.

Quien no ama de verdad a su hermano es un mentiroso para Dios –dice la Biblia-, y bien sabemos quién es el padre de la mentira y cuál ha sido su obra desde la rebelión de los ángeles.
El Padre San Maximiliano María Kolbe, gran devoto de la Virgen Inmaculada era un religioso franciscano. A causa de la persecución en su tierra natal durante la Segunda Guerra Mundial, fue encarcelado y condenado a muerte. Al momento de ser ajusticiado, por medio de una lenta agonía,  sólo tuvo palabras de perdón hacia sus verdugos.

a). La Virgen Madre de la Misericordia nos enseña a perdonar, a tener “entrañas de bondad” en el corazón. Al interior de la casa la madre logra abuenar a los hijos enemistados, muchas veces lo hace de manera creativa, buscando acrecentar lo mejor que tiene cada hijo en vistas a alcanzar una sincera reconciliación. De manera semejante, nuestra Madre del Cielo nos obtiene las gracias imploradas a su Hijo y Dios, quien es la misericordia encarnada, viva y presente junto a nosotros y dentro de nosotros.

a). La Virgen Madre de la Misericordia nos invita a la conversión: ¿Qué madre no desea lo mejor para su hijo? No sólo en plano profesional, no sólo en aspecto sentimental, no sólo en plano educativo, sobre todo la madre desea que su hijo sea feliz, lo cual sabe que es posible si ello va de la mano con una vida vuelta a Dios. Para ello, la madre es la primera que busca el cambio de vida de sus hijos cuando estos se pierden por sendas que tempranamente les terminan siendo tortuosas y difíciles para quienes están a su alrededor.


Más aún, si ello constituye una ofensa contra Dios y sus designios. El pecado, conscientemente cometido es la mayor tragedia que un hijo puede padecer, por esto la madre siempre buscará la conversión hacia Dios. La misericordia hace que las amarguras de las lágrimas del sufrimiento se transformen en las dulces lágrimas derramadas por la felicidad del retorno a casa del hijo que se había alejado. Así., María ejerce la Misericordia, procurando que ninguno de sus hijos se pierda irremediablemente sumido en el olvido de Dios.

c). La Virgen Madre de la Misericordia nos invita a la santidad: Desde aquel Sermón de la Montaña ejerce su poder de intercesión para acrecentar la santidad en cada feligrés y en nuestra Iglesia que es Una, apostólica, católica y santa en virtud de su divino fundador, por sus medios y por su fin.

Por ello, la misión de la Iglesia busca alabar a Dios procurando que  todo bautizado sea santo. Siempre una madre se enorgullece de los atributos y logros de sus hijos, los cuales percibe como propios.

La Virgen Madre es la primera en el Cielo en alegrarse cuando un hijo alcanza la bienaventuranza eterna y la primera visión que tiene el alma al retornar al Cielo es la de la Virgen que lo encamina y protege con su regazo maternal, culminando la misión recibida en el Gólgota: “Ahí está tu hijo”. 


Consagrémonos a Nuestra Madre de la Misericordia: “Oh María, Madre y Señora nuestra. Te ofrecemos nuestra alma y nuestro cuerpo, nuestra vida y nuestra muerte y todo lo que vendrá después de ella. Concédenos la gracia de la santa pureza de corazón, alma y cuerpo. Defiéndenos de todo enemigo, míranos y enséñanos a sufrir y a amar en el sufrimiento. Fortalece nuestra alma, para que el dolor no nos quebrante…enséñanos a vivir en Dios”. Amén.  ¡Viva Cristo Rey!

lunes, 21 de diciembre de 2015

Jesús es camino, verdad y vida

  HOMILIA PRIMERA COMUNIÓN SAINT PETER’S  DICIEMBRE 2015.

 Jaime Herrera Sacerdote Valparaíso
  Cercanos a celebrar la Solemnidad de la Inmaculada Concepción, nos reunimos en este tradicional templo para participar en la Santa Misa donde un grupo de alumnos del Colegio Saint Peter’s recibirá a Jesús sacramentado por primera vez.

Misa padre Jaime Herrera, Diócesis de Valparaíso

Numerosas e ininterrumpidas generaciones de alumnos del Colegio han recibido a Jesús Sacramentado en este lugar sagrado, las últimas  seis décadas. Vuestra entusiasta presencia hoy, confirma y acrecienta el espíritu confesional del estableciendo, reconocido como Colegio de Iglesia desde 1993, y que está cercano a cumplir,  en sólo tres años más, un siglo de existencia. Esto, nos hace considerar que –Dios mediante- formarán parte de la generación centenario, lo cual implica, a la vez,  bendiciones y responsabilidades
                                                                                                                                                          Es un día lleno de fe, lleno de alegría,  y de esperanza sustentada en la presencia del Señor que viene en su alma y cuerpo cada vez que comulgamos. Verdaderamente como enseñó el apóstol San Pablo “comemos y bebemos el precio de  nuestra redención”. Nada más noble que podamos recibir, nada más edificante en que podamos apoyarnos, y nada más verdadero que nos pueda iluminar.
Jesús es el Camino, la verdad y la vida, para nosotros y para la sociedad.


a). Jesús es el Camino: A la edad de ustedes –queridos alumnos- el salir a caminar entraña –esencialmente- la dimensión de aventura. De ir en busca de lo que nadie ha descubierto, que es capaz de sorpréndenos por la belleza del paisaje, y que por cierto,  encierra un dejo de  misterio, es decir, que excede nuestra capacidad de recorrer todo sendero, quedando algo por descubrir, y por lo tanto, invitándonos a regresar.

El “camino” fue uno de los nombres que Jesús refirió a si mismo. ¿Por qué lo hizo? A lo largo de su vida el hombre experimenta una realidad en cualquier parte del mundo donde viva. Percibe que su vida es transitoria: a este mundo vendremos, en este mundo estaremos y de este mundo partiremos, todo lo cual implica como el “seguimiento” de un camino.

Pero –también- existe la “peregrinación” donde muchos acuden a un lugar determinado con el fin de venerar la presencia de Dios, tal como acontece en el Santuario de Nuestra Señora de Lo Vásquez cada ocho de diciembre –en tres días más- o en el Santuario de Santa Teresa de Los Andes, al que concurren diariamente muchísimas personas para encomendarse a su protección. Notable testimonio de una religiosa de clausura que es capaz de mover la fe de tantos hacia su casa en los faldeos de Los Andes, lugar que ha sido descrito como la capital religiosa de Chile (Cardenal Ángelo Sodano).

El corazón de aquella joven  cobijó la certeza desde pequeña de seguir el camino trazado por el Señor para su vida, lo que le permitió llevar una vida “normal”, entendida como una vida de profunda cercanía con Jesús en la Misa dominical; una vida apostólica de avanzada, donde se esmeraba en procurar acercar a sus familiares y amistades hacia una vida cristiana más coherente; una acrecentada devoción a la Santísima Virgen María con la oración diaria del Santo Rosario, todo lo cual iba de la mano  con una actitud de saberse muy acorde con un espíritu de aventura, de realización con su familia, de sintonía con sus amistades, de gran espíritu deportista, practicando equitación, natación en el mar y hasta tenis, cosa que para las jóvenes su tiempo parecían como lejanas y hasta, en ocasiones  impropias.

Su vida cristiana fue un verdadero camino de perfección, donde el valor divino de lo humano le hizo transitar normalmente en su vida, sin pausas ni prisas indebidas, evitando ceder a la tentación del progresismo que consiste en idolatrar un avance permanente olvidando sus raíces, su origen y la experiencia pasada, cediendo a la tentación de pensar tan erróneamente que todo lo nuevo es bueno como lo pasado fue mejor.

Esto, produce un quiebre generacional que tiene como consecuencia que los miembros de la familia que son mayores y ancianos no parecen tener lugar en el horizonte existencial de las nuevas generaciones. Santa Teresa de los Andes supo seguir el camino de la integración, de la complementación por lo que se sentía tan cercana a sus padres y a su familia como a sus amistades. Es signo de madurez saber compatibilizar el cariño y el  tiempo dedicado a los padres como a las amistades; el saber vincular el tiempo del estudio con el del sano y necesario esparcimiento.

Esto último,  como saben,  incide fuertemente en la vida al interior del hogar, como a la vez puede ser  síntoma de sus fortalezas y debilidades. El Papa Francisco nos invita a ser peregrinos del diálogo al interior del hogar, especialmente a la hora de la comida, donde como familia nos podemos reunir: “Cuando los hijos en la mesa están pegados a la computadora, al celular, y no se escuchan entre ellos, esto no es familia, son jubilados(12 de Noviembre del 2015).

Por ello, debemos dejar de lado todo lo que imposibilite la conversación familiar, aunque inicialmente ello, nos cueste algún sacrificio, el bien obtenido de estar en familia vale la pena hacer cualquier esfuerzo.

Así lo entendió Santa Teresa de Los Andes, quien supo compatibilizar su vida cristiana con su vida familiar, procurando ser camino creíble para sus amistades. En efecto, ella misma escribe que “he adquirido fama con mis tentaciones de risa. No hacemos otra cosa que bromear. En la mesa, era tanto lo que bromeábamos y nos reíamos, que a veces no podía comer. Y lo más trágico era que el padre que rezaba después de la comida, en la mitad del rezo no podía continuarlo de la risa, pues lo contagiábamos” (Carta Nº 43, Cunaco 20 de Noviembre de 1918).

Jesús es el único camino por el que podemos avanzar. Con esta expresión nos invita a seguirle para alcanzar la salvación.  Jesús es el puente que ha conectado definitivamente un extremo al otro: a Dios y el hombre de todos los tiempos, por medio de su gracia entregada en la Eucaristía, en ella, no sólo somos partícipes de una “bendición” sino el autor de toda gracia. Entonces, en este camino de retorno a la Casa de Dios Padre no estamos solos ni vamos a la deriva: Tenemos la certeza: ¡Cristo camina junto a nosotros siempre!

b). Jesús es la verdad: Una de las características más notables que posee toda persona es la necesidad de darse a conocer, de comunicarse  y de relacionarse con otras personas. !No somos islas! Nos damos cuenta día a día, que la palabra es un  don inmenso que poseemos y necesitamos. Por otra parte, es evidente que la palabra mal usada puede incluir una amenaza, una mentira, y una ofensa.
Por medio de una palabra el corazón puede alegrarse y confiar, una palabra tiene la capacidad de levantar al que está en el suelo, de despertar al que se ha dormido, de hacer reír a quien está triste. Por esto, la Santa Biblia nos enseña la unión que hay entre la palabra y la verdad, toda vez que,  al inicio del Santo Evangelio de San Juan leemos que “la Palabra vino a los suyos” (San Juan I, 11)  refiriéndose a Jesucristo que fue, es y será la Palabra definitiva de Dios Padre. ¡En Jesús Dios habló de una vez para siempre al mundo!

A esta edad deben ya aprender el valor que tiene decir la verdad siempre, evitando la mentira que afea nuestro corazón, haciéndolo vacilante y poco creíble cuando prometemos y no cumplimos, o cuando elevamos  juicios temerarios sin tener la certeza de lo que afirmamos. Por ello, quien recibe a Jesús en su corazón por primera vez, debe esforzarse por evitar toda expresión impropia y palabra soez que resulte tan impura como ofensiva.

La Palabra de Dios enseña que: “La mentira es una tacha infame en el hombre” (Eclesiástico XX, 26). Dice un antiguo refrán que “la mentira tiene pies cortos”,  lo cual significa que se le descubre con rapidez. Además, quien dice la verdad vive en paz;  la verdad libera, la mentira esclaviza puesto que cuando uno miente,  se avanza por el estresante sendero de ocultar lo debido, lo que es opuesto a mostrar con orgullo la verdad de lo que es. Cada creyente debe ser un servidor del esplendor de la  verdad.

c). Jesús es la Vida:  La realidad de lo que celebramos en cada Santa Misa dice relación con la muerte y la vida, pues, Jesucristo ofreció al Padre Eterno su propia vida por el camino de la Pasión y Muerte en la Cruz, de la cual salió victorioso al tercer día resucitado. Ello no sólo fue causa de alegría, sino también del crecimiento de la fe de sus discípulos quienes, como sabemos,  inicialmente se dejaron llevar por la melancolía y desesperanza durante los días que estuvo sepultado, mas, al tercer día, sus vidas se transformaron completamente al contemplar a Jesús  nuevamente vivo en medio de ellos.

Así, en Jesús Resucitado se hace posible una “vida nueva” (Romanos VI, 4), que difiere totalmente de la que uno ha tenido antes de conocer  y de estar con Jesucristo. El encuentro “cara a cara” que tenemos el día de nuestra Primera Comunión es inolvidable porque se inicia una etapa totalmente nueva en nuestro corazón porque a él viene Jesús. ¡Viene para quedarse junto a nosotros! ¡Viene para iluminarnos! ¡Viene para fortalecernos!

Más de alguna vez, cuando hemos dejado de comer durante mucho tiempo experimentamos la debilidad de nuestro cuerpo, y en ocasiones, hasta se oscurece la vista al momento de desmayarse de hambre. Algo semejante acontece con nuestra alma cuando no se alimenta de Jesucristo el “Pan de vida”. Por ello, es necesario seguir lo que nuestra Iglesia nos manda respecto a comulgar frecuentemente: participando de manera “consiente, activa, puntual,  y piadosa” en la Santa Misa en el Día del Señor y en las fiestas de guardar, limpiando con regularidad nuestro corazón con el sacramento de la confesión, y con el debido ayuno eucarístico que  implica no comer nada una hora antes de comulgar, lo que disciplina el corazón. Un antiguo Obispo de la Iglesia se preguntaba sobre los efectos del ayuno, y respondía: “expulsa a los demonios, libra de los malos pensamientos, alegra la mente y purifica el corazón” (San Atanasio).

Cercanos al inicio del Año de la Misericordia nuestra mirada se detiene en el llamado que nos hace el Romano Pontífice en orden a vivir intensamente las obras de misericordia  espirituales y corporales en la Iglesia y en el  mudo, teniendo presente que no podemos ser plenamente misericordiosos si acaso no participamos frecuentemente de la Sagrada Comunión, la cual,  lejos de ser un premio a quien lo recibe,  implica más bien, un mayor compromiso en vistas a dar a conocer a Jesucristo como la Verdad, el Camino y la Vida.

Jesús viene por primera vez a cada uno de ustedes, pero –también- a través de vuestra fe quiere llegar a quienes están llamados a conocerle, a cuantos están invitados a retornar a la plena comunión, a quienes llama a una vida nueva donde el distintivo de la sociedad sea el amor a Dios sobre todas las cosas, y el amor al prójimo tal como Nuestro Señor nos ha amado.
Que nuestra Madre Santísima les obtenga la gracia necesaria para ser fieles a Jesús todos los días de vuestra vida  ¡Viva Cristo Rey!
            
   







Imágenes Primera Comunión 2015








lunes, 14 de diciembre de 2015

Esposos para ser felices y santos

 HOMILÍA MATRIMONIO RIETOURD  & PEREYRA / NOVIEMBRE 2015

Padre Jaime Herrera, Viña del Mar

1.      “Los doctos brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a la multitud la justicia, como las estrellas, por toda la eternidad” (Daniel XII, 1-3).

Cuando emprendemos un viaje, con frecuencia nos preocupamos de los más mínimos detalles que puede implicar: la distancia, la salud, los recursos, el medio de movilización, el número de los integrantes. De todos estos factores depende el lugar hacia donde partiremos.

La celebración del Santo Matrimonio es como un viaje. Se han preparado de manera remota e inmediata, en verdad, desde el sacramento del bautismo que tempranamente recibieron, y a lo largo de toda la vida se han ido preparando para llegar a este día. No es un acto fruto del instinto egoísta, ni del simple deseo que un día está presente y a la jornada siguiente es ausencia y nostalgia; mucho menos es un acto fruto del ciego azar, cuya realidad deja gélida cualquier esperanza.

Dios inscribió en el hombre y la mujer una vocación al matrimonio que implica una dimensión de complementariedad que va más allá de la simple convivencia, pues,  es un acto que conscientemente se asume, mediante el cual mutuamente se donan de manera exclusiva y perpetua, en un estilo de vida donde sólo puede existir futuro si acaso está presente el rostro de quien es el ser amado.
El camino que Dios les pide recorrer tiene un rostro, tiene una mirada, tiene una voz. Desde el instante que se conocieron  de algún modo ya optaron por unirse en santo matrimonio. Hubo algo distinto, totalmente nuevo, diferente que el alma descubrió, casi diríamos “instantáneamente” por lo cual hicieron lo humanamente imposible para conquistar el corazón de quien en unos instantes dirá “si acepto”.

Probablemente, al inicio debieron vencer temores, dudas, y largas divagaciones, las cuales impedían que el corazón hablase con la claridad que anhelaban, todo lo cual, con el paso del tiempo,  fue haciéndose más expedito, toda vez que el lenguaje del mutuo amor les iba resultando crecientemente accesible. Es cierto que el tiempo sana las heridas, pero también permite que al amor despliegue las raíces firmes en el corazón.

Y, hubo voces de familiares y amistades, que con sano interés evidenciaban las fortalezas y debilidades. Muchas veces el camino que Dios nos propone pasa por un tiempo de desierto, donde todo parece tan incierto como evidente a la vez al interior de nuestra alma. Por esto, la mutua opción  tuvo como protagonista decisiva la Palabra del Señor reconocida en la oración. Más allá de la riqueza de vuestras conversaciones a solas, es indudable que Jesucristo no ha guardado silencio al momento de alentar vuestra determinación de contraer el santo Matrimonio en este día.  

En este caminar juntos que inician, nunca más marcharán solos. Indudablemente, estará el Señor con ustedes, no como el peregrino que viene por un instante a “acompañarlos” sino como el huésped que ha venido para quedarse y ser protagonista en el extenso viaje de una vida en común.

A partir de esta tarde, ya no se tratará de “lo que me pasa”, ni de “lo que te pasa”, ahora todo será en plural: ¡aquello que nos pasa!, en todo lo cual no es algo estrictamente bilateral sino tripartito, diríamos según la  nomenclatura  diplomática. En efecto, la presencia de Jesucristo es determinante cuando queremos avanzar en la vida: lo fue para Simón Pedro que mientras se hundía en medio las aguas turbulentas de la desconfianza mar adentro clamó ¡Sálvame, Señor!; lo fue para los nostálgicos peregrinos de Emaús, que tristes caminaban hacia su ciudad natal porque “ya nada ha pasado”.
El encuentro con Jesús es siempre decisivo, más aun si tiene ocasión con el inicio de una nueva vida como es la que acontece al recibir hoy el sacramento del matrimonio. Ya no son dos; ya no reciben separadamente la bendición del Señor; ya no caminan solos por la vida: entonces, porque  el Autor de la Vida camina en vuestras almas,  es que son uno solo.

Así lo dice la Escritura: “Por eso dejará el hombre a su padre y a madre, se unirá a su mujer, y ya no serán dos sino uno solo”. La misma liturgia, que es la celebración viva de lo que se cree nos lo muestra cuando los novios han ingresado separadamente al templo, y al culminar la celebración,  gozosos egresan del templo tomados de la mano para indicar que realmente, desde el mutuo consentimiento son una sola alma y un solo cuerpo  benditos por Dios.

2.      “Me enseñarás el camino de la vida, hartura de goces, delante de tu rostro, a tu derecha, delicias para siempre” (Salmo XVI, 5.8-11).

Uno viaja no sólo para conocer nuevos lugares y tener inéditas experiencias. Uno viaja para “pasarlo bien”, es decir, “para ser feliz”. Esta primera dimensión del sentido de una vida matrimonial debe ser rubricada en nuestro tiempo, donde la vorágine exacerbada del activismo y la productividad muchas veces terminan mutilando la vida matrimonial,  limitándola a un simple  “permanecer juntos”, a un “poseer cosas juntos”, a un “proyectarse juntos”, pero no siempre,  a un ser realmente felices juntos. Nunca el tener puede estar sobre el ser, también esto es aplicable al plano de la mutua felicidad como esposos.
Hermanos: La felicidad no es un disfraz que se puede arrendar por un tiempo determinado; ni es una vestimenta que se prueba y tiene ticket de recambio. En el bautismo ambos se “revistieron de Cristo” de una vez para siempre, como hijos de Dios asumen este camino mutuo como el único viable para ser plenamente felices. Ambos apuestan por una vida unida para siempre, como hermosamente lo hace presente sintéticamente la fórmula del mutuo consentimiento que ratificarán: “prometo serte fiel, en lo favorable y adverso, con salud o enfermada, para así amarte y respetarte todos los días de mi vida”.

3.      “Mediante una sola oblación ha llevado a la perfección para siempre a los santificados” (San Pablo a los Hebreos X, 14).
La Segunda lectura de ese día, nos recuerda el llamado universal a la santidad. Hacia  allá vamos. El camino de todos los consagrados bautismalmente, es a buscar la perfección según el querer de Dios: ¡Dios lo quiere! ¡Dios quiere matrimonios santos! ¡Dios quiere esposos jóvenes que sean santos! Se casan hoy para alcanzar la santidad, porque han descubierto que este es el camino para llevar más fácil, rápida y perfectamente a la Bienaventuranza eterna.

Para vencer el calor y cansancio del camino que inician Jesucristo los invita a nutrirse del Pan que vitaliza y la Vid que fortalece, en la Santísima Eucaristía. Si asumimos que el matrimonio es una senda de mutua perfección, que suele incluir múltiples dificultades donde “la vida no es fácil”, y si acaso a ello le sumamos que socialmente no es moda estar casados por la Iglesia, entonces: ¿Cómo se puede alcanzar una vida perfecta como matrimonio hoy?

La respuesta es que humanamente es imposible, mas  con la ayuda de Dios si lo es. Por ello, los esposos deben procurar ser en todo momento veraces intérpretes del amor de Dios, fidedignos espejos donde se refleje la bondad, la misericordia, y la verdad, de un Dios que ha querido tomar parte de nuestra vida de manera plena desde que “el Verbo de Dios de hizo carne y habitó en medio nuestro”.
Es así –entonces- que, en torno a una mesa nuestro Señor Jesús realizó grandes prodigios. Al inicio de sus milagros en Caná de Galilea bendijo a una pareja de novios. Como entonces, en nuestros días,  un buen vino es ocasión para brindar, para animar el corazón…cuando se consume razonablemente, tal como esperamos ha de ser en unas horas más. Si ya lo dice la Escritura: “El vino alegra el corazón de hombre”.

En torno a una mesa el Señor celebró la Institución de la Santísima Eucaristía, ocasión donde previamente nos dio el mandato de la caridad fraterna. Dicho precepto no viene a limitar nuestra libertad sino a darle su más perfecto sentido toda vez que Cristo no es el rival de la libertad humana sino su principal garante. Desde esta realidad, la vida del hombre y la mujer unidos en matrimonio se ve fortalecida porque está fundada sobre los preceptos establecidos por Dios mismo, que son inmodificables por el arbitrio del hombre en cuanto fueron escritos por el mismo Dios, que no borra con el codo lo que escribe con su mano.

Él hace que la vida familiar sea familiar; Él hace que la vida familiar sea una constante donación, ÉL hace que los esposos sean tan santos como felices a la vez. Amén.

Padre Jaime Herrera González / Cura Párroco de Puerto Claro / Valparaíso / Chile.