jueves, 25 de febrero de 2016

Feria de Cuaresma, 26 de Febrero 2016

COMENTARIO RADIO STELLA MARIS / 26 DE FEBRERO 2016.

Lectura del Santo Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Mateo (XXI, 33-46).

“Escuchad otra parábola. Era un propietario que plantó una viña, la rodeó de una cerca, cavó en ella un lagar y edificó una torre; la arrendó a unos labradores y se ausentó. Cuando llegó el tiempo de los frutos, envió a sus siervos a los labradores para recibir sus frutos. Pero los labradores agarraron a los siervos, y a uno le golpearon, a otro le mataron, a otro le apedrearon.

De nuevo envió otros siervos en mayor número que los primeros; pero los trataron de la misma manera. Finalmente les envió a su hijo, diciendo: "A mi hijo le respetarán." Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron entre sí: "Este es el heredero. Vamos, matémosle y quedémonos con su herencia." Y agarrándole, le echaron fuera de la viña y le mataron.

Cuando venga, pues, el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?” Dícenle: “A esos miserables les dará una muerte miserable arrendará la viña a otros labradores, que le paguen los frutos a su tiempo”. Y Jesús les dice: “¿No habéis leído nunca en las Escrituras: La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido; fue el Señor quien hizo esto y es maravilloso a nuestros ojos?

Por eso os digo: Se os quitará el Reino de Dios para dárselo a un pueblo que rinda sus frutos”. Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír sus parábolas, comprendieron que estaba refiriéndose a ellos. Y trataban de detenerle, pero tuvieron miedo a la gente porque le tenían por profeta”. ¡Palabra del Señor!


Los “sumos sacerdotes” son los que especialmente estamos consagrados a Dios, no sólo ministerialmente considerados sino bautismalmente. Y, en esto,  todo feligrés de la Iglesia está llamado en esta parábola. A la vez que  denominados “ancianos” son los que llevan “años de circo” como católicos. La tentación es acostumbrarse a ello, y caer en la tibieza espiritual por una parte al creerse ya salvados, y por otra parte,  a ceder a la tentación de creerse superior al resto de los fieles, pensando que hay Iglesia de primera,  de segunda y de tercera, cuya importancia no está fundamentalmente puesta en lo que Dios mira sino en lo que a los ojos del hombre deslumbra más.

En efecto, a nuestro alrededor vemos que el espíritu farisaico que nuestro Señor constantemente condenó sigue presente en medio nuestro, porque –simplemente- nos hemos acostumbrado a la bondad de Dios y actuamos como hijos consentidos,  desdeñando el Dios de las sorpresas y de la gracia por una falsa deidad que hemos alzado.

Caemos con ello en una ceguera espiritual que nos impide por tanto caminar en la vida cristiana, perdiendo con ello,  no nuestra condición bautismal pero si opacándola seriamente a causa de las múltiples infidelidades que nacen del orgullo y de la soberbia.
Para evitar dichas tentaciones es necesario asumir que formamos parte de una Iglesia a la cual servimos porque estamos consagrados a ella desde el bautismo, por lo cual,  somos corresponsables en todo su quehacer desde los específicos caminos a los cuales nos invita recorrer nuestro Señor.
No solo los muros separan hoy a los hombres, sino que –también- los distancian múltiples vallas y cerrojos, los cuales nos impiden llevar una vida más plenamente cristiana. En ocasiones, incluso,  como realidades ocultas en: justificaciones aparentemente loables como es la dedicación a la labor encomendada, como es el afán por la grandeza de la propia familia, por la expansión de nuestro movimiento, todo lo cual es muy bueno, por cierto, pero, que ello termine constituyendo una  excusa para tender la mano, para acercarse, y para asumir el desafío de expandir el Santo Evangelio en el resto de nuestras comunidades, movimientos y familias.
Si verdaderamente nos sabemos llamados a servir, entonces,  fácilmente desaparecerán las barreras que amarran nuestra caridad en el “metro cuadrado” de nuestro pequeño mundo.

Sin duda, el anuncio del Santo Evangelio en la actualidad implica no sólo riesgos sino que conlleva una real adversidad, toda vez que el seguimiento de Jesucristo nos hace saber que donde esté El,  estarán –también- sus siervos. No puede ir el Señor por una vereda y sus discípulos por otra. Y, como sabemos, Jesucristo para estar sentado a la derecha del Padre debió primero subir el camino del Calvario: de la pasión a la exaltación; de la Cruz al Cielo, desde donde reina para siempre, pues La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido”. ! Viva Cristo Rey!

No hay comentarios:

Publicar un comentario