miércoles, 30 de noviembre de 2016

EL DON DE CONSEJO EN EL CORAZÓN DE LA VIRGEN MARÍA

HOMILÍA MES DE MARÍA    /   COLEGIO MACKAY   /   AÑO 2016.

Estamos celebrando nuestra Misa correspondiente al día vigésimo primero del Mes de María. Esta semana meditamos sobre los dones del Espíritu Santo en el corazón de nuestra Mare del Cielo. El tercer don es de consejo, el cual,  es una luz por medio de la cual el Espíritu de Dios muestra lo que se debe hacer en el hogar y en las vida presente, juzgando rectamente –en los casos particulares- lo que conviene hacer en orden al fin último sobrenatural. Siempre el don de consejo tendrá como objetivo que Dios sea: buscado, encontrado y amado sobre todas las cosas.


No es por tanto la capacidad humana de aconsejar al prójimo, sino que es el Don del cielo por el cual somos aconsejados (guiados) por el Espíritu Santo.

La carencia de este don en nuestra vida implica actuar con precipitación, obrando con demasiada prontitud y sin la debida consideración de las diversas realidades, cosas y circunstancias, sino que siguiendo exclusivamente el espíritu de un malsano activismo. Sin duda, lo anterior sirve de antesala para el surgimiento de conductas contrarias a lo que Dios quiere, como por ejemplo: la necedad, la terquedad, la grosería, y la ignorancia. Si actuamos inconsultamente al Espíritu Santo seremos como las aves que revolotean en círculos sin saber de dónde vienen, por dónde van, y hacia dónde deben llegar. El alma sin el don de consejo es un “tiro al aire”, un “tiro al vacío”.

Muchos vicios pueden encontrar raíz en la falta del don de consejo, pues,  las pasiones como acontece con la fuerza de un río turbulento hace actuar de manera impulsiva e impetuosa, lo cual,  termina llenando el corazón nuestro de: Intranquilidad, amargura e impaciencia temeraria.

Una vez recibido el don del consejo actuamos sin la premura ciega, la cual nos hace confiar en demasía en uno mismo –por orgullo y soberbia- olvidando la voz interior del Espíritu de Dios. Mas, de la misma manera el no recibir el don de consejo hace que uno sea lento en tomar resoluciones y decisiones oportunas. La sensatez no es tozudez, tampoco, es lentitud.

Don del Santo Consejo
¿Cómo vivir el don de consejo en nuestros días?
a). Por medio de la práctica de las obras de misericordia: La bienaventuranza prometida por Jesús al comienzo de su ministerio publico dice: “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia”. Enseña San Agustín de Hipona que “Dios no deja de ayudar con su gracia y dones a los que con su desprendimiento asisten al prójimo en cada una de sus necesidades”. El don de consejo apunta especialmente a los frutos de la bondad y la benignidad, por esto, tal como la Virgen permanece atenta a todas nuestras necesidades,  hemos de implorar recibir el don de consejo en nuestra confirmación.

b). En la devoción al Sagrado Corazón de Jesús: Una vez que el Espíritu Santo vive en nuestra alma, y una vez que recibimos el sacramento de la confirmación, con sus siete dones sagrados, el don de consejo comienza a sensibilizarnos a su voz y a orientar nuestros pensamientos, nuestros sentimientos, nuestras intenciones y acciones según el Corazón de Cristo quien nos dice,  cada Primer Viernes de Mes: ¡Aprended de Mi! Sin duda, que es la devoción más segura según enseña el Magisterio Pontificio, toda vez que nace del centro del Evangelio mismo. Si Cristo es la buena noticia al mundo, entonces, su Sagrado Corazón es el que la hace amable, a la vez que,  constituye el Modelo de cada una de nuestras acciones y relaciones con Dios y su obra.

c). En los pequeños detalles de la vida diaria: El don de consejo nos inspira los medios adecuados (qué hacer)  y oportunos (cuándo hacerlo), para realizar –ordenadamente- el bien a los demás. Por esto, si realmente tenemos el deseo de servir al prójimo lo primero es prepararnos convenientemente para el sacramento de la confirmación. En efecto, si queremos dar consejos a los demás, nadie lo hace mejor que aquel que lleva en su alma el don de consejo, que opera “aconsejándonos para aconsejar”. Aún más, nos enseña Santo Tomas de Aquino que: “todo buen consejo acerca de la salvación de los hombres viene del Espíritu Santo” (Sobre el Padrenuestro).

Por medio del don de consejo vamos dejando de lado nuestra “lógica personal” (caminos propios y autonomías de rebeldías revolucionarias) , nuestros deseos más terrenales…tan llenos de falta a la caridad, prejuicios y ambiciones, llegando a preguntarnos antes de actuar y decir cualquier cosa: Señor Jesús, ¿Cuál es tu deseo? ¿Qué deseas de mi ahora y en esto?

Así lo experimentó el salmista cuando escribió: “Bendigo al Señor que me ha dado consejo; también de noche mi alma me instruye. Yo tengo siempre ante mí al Señor, está a mi derecha, no vacilaré” (vv.7-8).

Con el paso de los años, tomamos conciencia que son muchas las oportunidades en que nos desviamos del camino trazado por el Señor para nosotros. El sinnúmero de pecados y pequeñeces es prueba de ello…! Hasta setenta veces diarias nos olvidamos del Señor y su primacía! Y aun así, creemos tener la razón en todo. Mas, el Señor nos ha asegurado: “Yo te haré saber y te enseñaré el camino que debes seguir, seré tu consejero y estarán mis ojos sobre ti” (Salmo XXXII, 8).

El Espíritu Santo es el Consejero de nuestra alma, el amigo permanente que intercede por nosotros, y nos concede como un “instinto divino” para acertar el camino más seguro para obtener nuestra salvación y reconocer la Gloria de Dios.

Imploremos a la Virgen Santísima como Madre del Buen Consejo que nos señale el camino que debemos seguir, los peligros que hemos de evitar y los obstáculos que procuremos vencer. ¡Que Viva Cristo Rey!

LA SABIDURÍA EN EL CORAZÓN DE LA VIRGEN MARÍA

 HOMILÍA MES DE MARÍA  /  COLEGIO MACKAY  /  28/12/2016.

Iniciamos el día vigésimo de nuestro Mes dedicado a contemplar la obra del Espíritu Santo en el alma de la Virgen María. Esta semana recorremos los siete dones, el primero y principal de los cuales es el de Sabiduría. Por medio de este don nosotros podemos juzgar las realidades humanas según la medida de Dios.


Según esto, hemos de distinguir entre lo que habitualmente denominamos como “sabiduría humana” como conocimiento adquirido o profundizado sobre tal a cual realidad,  con el “don de sabiduría el cual no es adquirido por la experiencia humana sino que es concedido (infundido)  de inmediato por el Espíritu Santo. Por esto, una persona sabia puede conocer mucho sobre Dios, citar de memoria la Santa Biblia y en ocasiones “corregirla y aumentarla” con diversidad de traducciones, más la sabiduría que es recibida como un don del Espíritu Santo hace realmente vivir de Dios y estar permanentemente familiarizado con Él.

El don de sabiduría no se adquiere sentado leyendo, ni teorizando la vida religiosa y espiritual, sino que consiste en observar todo con los ojos de Dios. Si colocamos un vidrio de color ante nuestros ojos todo lo veremos del color utilizado, entonces, toda la realidad observada toma un color determinado…de modo semejante con el don de sabiduría podemos descubrir la realidad desde la mirada de Dios. Se cuenta que San Francisco de Asís participaba del don de sabiduría pues cuando repetía el nombre de Dios o de Jesucristo percibía en su boca un sabor más agradable que el que le producía la miel silvestre.

San Bernardo de Claraval sostenía que “hay almas tan bondadosas que no encuentran sabor más que en el bien y no hacen ninguna cosa que no sea en vistas a realizar un bien”. Cuando no participamos del don de sabiduría caemos en la tentación de ver las cosas según nuestros “gustos  personales”, y según “las circunstancias de nuestro corazón” en ocasiones impregnados de odios, recelos, desconfianzas, mezquindades y envidias.

¿Cómo vivir en el don de sabiduría en este Mes bendito?

a). Con los ojos, oídos y corazón de Dios: Si miramos las realidades con la mirada de Dios, y juzgamos los acontecimientos según la medida divina, entonces,  nuestras: aspiraciones, anhelos, deseos, proyectos, realizaciones y actividades quedaran marcadas por el soplo del Espíritu que hace nuevas todas las cosas. Qué distinto es el modo de actuar cuando se deja llevar por el don de sabiduría, toda vez que miramos la realidad con los ojos de Dios: vale decir,  nada escapa de sus designios,  por lo que no hay marginados de su amor misericordioso, en tanto que estamos permanentemente llamados a convertirnos e invitados a caminar en su presencia.

Para rodo creyente que vive en el don de sabiduría lo que mira a su alrededor es parte del proyecto que Dios tiene para su salvación. De manera semejante, percibir con los oídos de Dios implica escuchar las necesidades de quienes están a nuestro alrededor especialmente en vistas a conocer a Dios. No hay mayor silencio que no escuchar hablar de Dios ni querer hablar con Dios, por esto nuestros oídos en sintonía natural con el “oído de nuestro Dios” nos hará estar prestos a dar a conocer a Jesucristo a quien lo busca y necesita con urgencia.

Mas, lo que implicar escuchar y ver con la mirada y oído de Dios, requiere de sintonizar necesariamente con el corazón de Dios, del cual los evangelios nos refieren con gran insistencia: “aprended de mí que soy manso y humilde corazón”…”mirarán al que traspasaron”, todo lo cual, nos lleva a juzgar con el juicio de Dios que antecede su misericordia a la justicia.

b). Descubrir la huella de Dios en las realidades del mundo: Siendo participes del don de sabiduría el bautizado puede contemplar con cierta connaturalidad y simpatía la belleza de la creación. El Católico que vive del Espíritu Santo entiende que todo en él habla de Dios, por lo que su vida misma está llamada a ser un signo elocuente que ·descifre  la presencia y amor de Dios. Sabiamente escribió Santo Tomas de Aquino que “Aquel que conoce de manera absoluta la causa, que es Dios, se considera sabio en absoluto, por cuanto puede juzgar y ordenar todo por las reglas divinas. Pues bien, el hombre alcanza ese tipo de juicio por el Espíritu Santo” (Summa Teológica II-II, q.45, art.1)

Don de Sabiduría
c). Comunicar a Dios con nitidez: El don de sabiduría nos permite hacer apostolado con la claridad tal, que todos perciban cómo Dios actúa en nuestra vida, por medio de lo que pensamos, hacemos y decimos: “No os preocupéis de cómo o qué vais a hablar. Lo que tengáis que hablar se os comunicará en aquel momento. Porque no seréis vosotros los que habléis, sino que el Espíritu Santo de vuestro Padre será el que hablará en vosotros” (San Mateo X, 18-20).

Si acaso en la tierra alguien gozó del hecho  de estar “llena del Espíritu de Dios”, fue la Virgen Santísima, por lo que tuvo en sus palabras la capacidad para acercar al Corazón de su hijo las almas más alejadas y necesitadas, en tanto que fue perseverante, supo elegir adecuadamente: palabras,  lugares, tiempos y silencios; supo privilegiar mirando la bondad de las cosas, las cuales descubrió como evidentes porque la acercaban al cumplimiento de la voluntad de Dios y a permanecer en su presencia en todo momento. Junto con la Virgen nuestra Madre, en este nuevo día del Mes de María, imploremos el don de sabiduría para poder comprender y amar a Dios como Él quiere ser conocido y amado por nosotros por medio de su Madre Santísima. ¡Que Viva Cristo Rey!


PADRE JAIME HERRERA  / PARROQUIA PUERTO CLARO / VALPARAÍSO / CHILE





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martes, 29 de noviembre de 2016

EL DON DE INTELIGENCIA EN EL CORAZÓN DE LA VIRGEN

  HOMILÍA MES DE MARÍA   /   COLEGIO MACKAY   /   AÑO 2016.

Hoy nos detenemos a meditar el segundo don del Espíritu Santo que es la “inteligencia”, el cual nos permite discernir la voluntad de Dios en las decisiones que tomamos en la vida diaria. Este don ilumina nuestra mente para entender lo que se refiere a la vida espiritual, de manera particular  para ser capaces de ver la mano de Dios actuando en medio nuestro. Así lo describe el Evangelio en el encuentro de los dos peregrino s de Emaús con Jesús resucitado en la tarde del día de la Resurrección: “Entonces, les abrió la mente para que entendieran las Escrituras” (San Lucas XXIV, 45).
En la vida cotidiana el don de inteligencia nos permite:

a). Descubrir la presencia de Cristo en su Iglesia: Evitando hacer una separación entre la Iglesia y Jesucristo. El Don de inteligencia nos lleva a decir ¡Si a Cristo, si a su Iglesia!, ajeno al espíritu desacralizado que suele confundir las debilidades de la persona producto del pecado original presentes en cada bautizado con la santidad especifica de la Iglesia, llamada a ser refugio de pecadores no de impecables (que no pueden pecar). Por el don de inteligencia podemos amar a la Iglesia como la Virgen María lo hace, buscando hacer que cada vez haya más bautizados con un apostolado pro activo, con la sintonía de los dogmas y verdades proclamados en el Credo Apostólico,  evitando todo descenso y corrupción de la sana doctrina perenne, viviendo las diversas obras de misericordia por medio de las cuales el mundo reconocerá, como al comienzo de la era cristiana, la verdad de Jesucristo y la Iglesia al decir: “!Mirad cómo se tratan (de bien)!”.

Don de Inteligencia

b) Encontrar a Dios en medio de la adversidad: Para muchas personas, incluso aquellas que gozan del don de la fe bautismal, las pruebas que Dios permite a lo largo de la vida, y el misterio del sufrimiento humano constituyen un obstáculo que en ocasiones resulta casi insalvable,  les hace olvidar que por medio del don de inteligencia,  se descubre que aquel que padece cualquier necesidad,  no es un hombre del que Dios se haya olvidado,  sino que es una persona en la cual Dios ha hablado, tal como lo hizo desde Jesucristo en la  cruz. El don de inteligencia viene a fortalecer nuestra fe en las crisis, en los momentos de angustia e incertidumbre. Si miramos el ejemplo de la Santísima Virgen descubrimos cómo era diligente para responder a los diversos desafíos que Dios le fue planteando, ante los cuales no vaciló en responder con la generosidad a la medida de Dios. Los Santos siempre han sido perseverantes en los momentos de dificultad, porque participaban del don de inteligencia que les permitía “entender” con rapidez lo que Dios les pedía.

 c). Fortalece la fe recibida: A lo largo de la vida nos encontramos con momentos en los cuales no comprendemos nada, por ejemplo,  ante un problema matemático o químico, y luego aprendemos unas formulas y todo se aclara, como la neblina cerrada de la mañana desaparece ante la irrupción del sol, algo similar acontece con el don de inteligencia en nuestra alma: allí donde hay vacilación, inquietud, desconocimiento, todo se descubre y entiende con nitidez. Entonces, el don de inteligencia un una luz que nos concede el Espíritu Santo por medio de la cual podemos “descubrir” las verdades más difíciles y los misterios más insondables relativos a la fe. Santo Tomas de Aquino enseña que este don “debe hacer concebir una idea verdadera y una justa estimación del fin último  de todo lo que con él se relaciona; ya que de otro modo no sería un don del Espíritu Santo”.

d). Ilumina especialmente al maestro que enseña: La misión de comunicar lo que uno sabe no está restringida exclusivamente al que hace de esa misión un trabajo, como el profesor que enseña en un colegio, sino que todo bautizado, debe dar a conocer a Jesucristo y su Iglesia por lo que debe profundizar en sus misterios, para lo cual se hace necesario recibir el don de inteligencia en vistas a lo que se dará a conocer. Así lo hizo nuestra Madre Santísima cuyo consejo de “hacer todo lo que Cristo nos diga” lo repite ahora a  cada uno de nosotros.
Mes de María 2016


El don de inteligencia no es una mayor capacidad intelectual, sino que es una gracia concedida por el Espíritu Santo que nos ayuda a entender las enseñanzas de Cristo, a “comprender” el pensamiento de nuestro Dios y a sintonizar con los designios de salvación a lo largo de nuestra vida: Desde Cristo la historia de hombre es historia de salvación.

En la Santa Biblia leemos diversos versículos donde se enuncia el don de inteligencia. Así, el Apóstol San Pablo, al hablar a los fieles de Corinto, describe los efectos de este don y cómo actúa en nuestra alma: “Lo que nadie vio ni oyó y  ni siquiera pudo pensar, aquello que Dios preparó para los que lo aman. Dios nos reveló todo esto por medio del Espíritu Santo”.

Al momento de prometer la asistencia del Espíritu Santo, nuestro Señor dijo a los apóstoles: “Yo les enviaré el Espíritu Santo y él les dará a entender todo lo que Yo les he enseñado”. La palabra “entendimiento”  (inteligencia) significa “intus legere”, que significa: “leer dentro”. Es decir, entender las realidades como Dios…“en un conocimiento íntimo(Suma Teológica II-II, q.8, art.1).

Pidamos a la Virgen María que por medio del don de inteligencia podamos ver con fe viva la belleza e importancia de la verdad cristiana, de la cual nos sintamos –en todo momento- orgullosos de ser partícipes “del diseño de amor que Él tiene para nosotros” (Papa Francisco, Audiencia General, del 14 de Abril del 2014).

PADRE JAIME HERRERA GONZÁLEZ   /  PÁRROCO DE PUERTO CLARO   /    VALPARAÍSO   /   CHILE


        

lunes, 28 de noviembre de 2016

LA SABIDURÍA EN EL CORAZÓN DE LA VIRGEN MARÍA

  HOMILÍA MES DE MARÍA  /  COLEGIO MACKAY  /  28/12/2016.

Iniciamos el día vigésimo de nuestro Mes dedicado a contemplar la obra del Espíritu Santo en el alma de la Virgen María. Esta semana recorremos los siete dones, el primero y principal de los cuales es el de Sabiduría. Por medio de este don nosotros podemos juzgar las realidades humanas según la medida de Dios.

Según esto, hemos de distinguir entre lo que habitualmente denominamos como “sabiduría humana” como conocimiento adquirido o profundizado sobre tal a cual realidad,  con el “don de sabiduría el cual no es adquirido por la experiencia humana sino que es concedido (infundido)  de inmediato por el Espíritu Santo. Por esto, una persona sabia puede conocer mucho sobre Dios, citar de memoria la Santa Biblia y en ocasiones “corregirla y aumentarla” con diversidad de traducciones, más la sabiduría que es recibida como un don del Espíritu Santo hace realmente vivir de Dios y estar permanentemente familiarizado con Él.


El don de sabiduría no se adquiere sentado leyendo, ni teorizando la vida religiosa y espiritual, sino que consiste en observar todo con los ojos de Dios. Si colocamos un vidrio de color ante nuestros ojos todo lo veremos del color utilizado, entonces, toda la realidad observada toma un color determinado…de modo semejante con el don de sabiduría podemos descubrir la realidad desde la mirada de Dios. Se cuenta que San Francisco de Asís participaba del don de sabiduría pues cuando repetía el nombre de Dios o de Jesucristo percibía en su boca un sabor más agradable que el que le producía la miel silvestre.

San Bernardo de Claraval sostenía que “hay almas tan bondadosas que no encuentran sabor más que en el bien y no hacen ninguna cosa que no sea en vistas a realizar un bien”. Cuando no participamos del don de sabiduría caemos en la tentación de ver las cosas según nuestros “gustos  personales”, y según “las circunstancias de nuestro corazón” en ocasiones impregnados de odios, recelos, desconfianzas, mezquindades y envidias.

¿Cómo vivir en el don de sabiduría en este Mes bendito?

a). Con los ojos, oídos y corazón de Dios: Si miramos las realidades con la mirada de Dios, y juzgamos los acontecimientos según la medida divina, entonces,  nuestras: aspiraciones, anhelos, deseos, proyectos, realizaciones y actividades quedaran marcadas por el soplo del Espíritu que hace nuevas todas las cosas. Qué distinto es el modo de actuar cuando se deja llevar por el don de sabiduría, toda vez que miramos la realidad con los ojos de Dios: vale decir,  nada escapa de sus designios,  por lo que no hay marginados de su amor misericordioso, en tanto que estamos permanentemente llamados a convertirnos e invitados a caminar en su presencia.

Para rodo creyente que vive en el don de sabiduría lo que mira a su alrededor es parte del proyecto que Dios tiene para su salvación. De manera semejante, percibir con los oídos de Dios implica escuchar las necesidades de quienes están a nuestro alrededor especialmente en vistas a conocer a Dios. No hay mayor silencio que no escuchar hablar de Dios ni querer hablar con Dios, por esto nuestros oídos en sintonía natural con el “oído de nuestro Dios” nos hará estar prestos a dar a conocer a Jesucristo a quien lo busca y necesita con urgencia.

Mas, lo que implicar escuchar y ver con la mirada y oído de Dios, requiere de sintonizar necesariamente con el corazón de Dios, del cual los evangelios nos refieren con gran insistencia: “aprended de mí que soy manso y humilde corazón”…”mirarán al que traspasaron”, todo lo cual, nos lleva a juzgar con el juicio de Dios que antecede su misericordia a la justicia.


b). Descubrir la huella de Dios en las realidades del mundo: Siendo participes del don de sabiduría el bautizado puede contemplar con cierta connaturalidad y simpatía la belleza de la creación. El Católico que vive del Espíritu Santo entiende que todo en él habla de Dios, por lo que su vida misma está llamada a ser un signo elocuente que ·descifre  la presencia y amor de Dios. Sabiamente escribió Santo Tomas de Aquino que “Aquel que conoce de manera absoluta la causa, que es Dios, se considera sabio en absoluto, por cuanto puede juzgar y ordenar todo por las reglas divinas. Pues bien, el hombre alcanza ese tipo de juicio por el Espíritu Santo” (Summa Teológica II-II, q.45, art.1)

c). Comunicar a Dios con nitidez: El don de sabiduría nos permite hacer apostolado con la claridad tal, que todos perciban cómo Dios actúa en nuestra vida, por medio de lo que pensamos, hacemos y decimos: “No os preocupéis de cómo o qué vais a hablar. Lo que tengáis que hablar se os comunicará en aquel momento. Porque no seréis vosotros los que habléis, sino que el Espíritu Santo de vuestro Padre será el que hablará en vosotros” (San Mateo X, 18-20).

Si acaso en la tierra alguien gozó del hecho  de estar “llena del Espíritu de Dios”, fue la Virgen Santísima, por lo que tuvo en sus palabras la capacidad para acercar al Corazón de su hijo las almas más alejadas y necesitadas, en tanto que fue perseverante, supo elegir adecuadamente: palabras,  lugares, tiempos y silencios; supo privilegiar mirando la bondad de las cosas, las cuales descubrió como evidentes porque la acercaban al cumplimiento de la voluntad de Dios y a permanecer en su presencia en todo momento. Junto con la Virgen nuestra Madre, en este nuevo día del Mes de María, imploremos el don de sabiduría para poder comprender y amar a Dios como Él quiere ser conocido y amado por nosotros por medio de su Madre Santísima. ¡Que Viva Cristo Rey!


PADRE JAIME HERRERA  / PARROQUIA PUERTO CLARO / VALPARAÍSO / CHILE





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viernes, 25 de noviembre de 2016

LOS DONES DEL ESPÍRITU SANTO EN EL CORAZÓN DE LA VIRGEN

HOMILÍA MES DE MARÍA  /   COLEGIO MACKAY   /  28 / 11 / 2016.

Los dones del Espíritu Santo llevan a un mayor grado de perfecciones las virtudes. Si queremos navegar de Valparaíso a Isla de Pascua podemos hacer de tres modos: o remando, o con un motor, o con velas. Esta distante 1309 kilómetros, más o menos lo que uno está de Viña del Mar  a Antofagasta. En kayak podemos tardar  casi seis meses  si remamos todo el día a una velocidad de siete kilómetros por hora…Podemos imaginar el cansancio, las dificultades, que harían casi imposible llegar a nuestro destino. Cosa distinta es si colocamos un motor, en días estaríamos allá. Más aún si además agregamos, el desplegar las velas de nuestra embarcación. Ahí ahorramos combustible, tiempo, tranquilidad de saber que con la fuerza del viento a favor llegaremos a nuestro destino.



Cuando hablamos de virtudes, gracia y dones es algo semejante a nuestra embarcación, por lo que nuestra alma dispone del esfuerzo “de los remos” para lograr las virtudes, “del motor funcionando” que es la gracia; y “de las velas” que son cada uno de  los siete dones del Espíritu Santo.

A la pregunta es necesario confirmarse para ser un buen católico, responderemos diciendo que sí, puesto que la gracia que viene de lo alto no sólo supone la humana naturaleza sino que la eleva y perfecciona, por lo que sin la asistencia que viene de lo alto –como la del viento a nuestra barca- no podemos avanzar mucho en perfección (a la que estamos llamados) , haciendo arduo y dificultoso el camino de la santidad (bienaventuranza).


Necesitamos de Dios. Sin El –que es Padre,  Hijo,  y Espíritu Santo- nada `podemos, y quedamos a la deriva en nuestra vida, por lo que la existencia no parece tener sentido si acaso, marginamos a Dios de nuestra “navegación al Cielo”. Nuestra vida interior debe revestirse de los dones del Espíritu Santo para poder crecer y avanzar, en caso contrario toda detención en la vida espiritual implica un retroceso. El hecho de alejarnos de las prácticas de piedad que antes” realizábamos; el hecho de acercarnos a los sacramentos con la asiduidad pasada, el percibir que ahora damos menos a Dios de nuestro tiempo, es un claro síntoma de la ausencia de una vida en el Espíritu Santo.

Un texto muy claro a este respecto es aquel que leemos en el antiguo testamento, en el profeta Ezequiel, a través de quien dice Dios: “cambiare el corazón de piedra y os infundiré un corazón de carne”. Sólo el Espíritu Santo es capaz de hacer nuevo lo que ha envejecido: ideales, propósitos, decisiones, juramentos, promesas y votos, todos los cuales requieren de la lozanía del primer amor para mantenerse vibrantes.


Nuestra alma cuando no vivimos según el Espíritu de Dios se estanca.  ¿Hemos visto una poza de agua estancada por largo tiempo? Por cierto huele tan mal y se ve tal indeseable y hace tanto mal como las mismas aguas servidas… ¿Qué hacer para mejorar esa agua apozada y putrefacta? Recurrir al oxígeno y a un poco de cloro, entonces,  recupera la frescura original, así también revive  nuestro corazón cuando se oxigena por medio de la oración frecuente y confiada y por medio de la vida sacramental, por medio del cual nos son dados los dones del Espíritu Santo como a nuestra Madre en el día de Pentecostés.


La Iglesia, en aquel episodio fundacional del Cenáculo de Jerusalén, cumpliendo el mandamiento dado por el Señor en vistas a  permanecer unidos en la oración, con la Virgen presidiendo la invocación,  recibió los  siete dones del Espíritu Santo,  que viene a “renovar la faz de la tierra”. Lo que fue anunciado en la Ultima Cena por Jesucristo, en el mismo lugar,  dará cumplimiento a lo prometido para completar su obra redentora: “Estará con vosotros para siempre. El espíritu de verdad, que el mundo no puede recibir. ¡No es dejaré huérfanos!”.

La Virgen recibió al Espíritu Santo y con Ella la Iglesia entera, por tanto, en nuestro tiempo al venerar a la Santísima Virgen durante este Mes descubrimos los dones con que Dios la revistió, y que quiere que recibamos –como aquel primer Pentecostés- en cada uno de los sacramentos de iniciación a la fe, de manera específica, en el de la confirmación (Hechos I, 14).
Los siete dones que a partir del próximo lunes meditaremos,  aparecen en la Santa Biblia en el libro del profeta Isaías: “Sobre Él reposará el Espíritu de Dios: espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de ciencia y de temor de Dios.” (Isaías XI, 1-2). La versión de la Vulgata de San Jerónimo de Estridón (año 382) añade el “espíritu de piedad”.

a). Esperar lo mejor siempre: La Virgen por ser Madre de Dios tuvo los siete dones del Espíritu Santo en relación al papel que tendría en la Redención del mundo. El plan de Dios pasaba por  Aquella  que sería la Madre de Hijo Unigénito, por esto,  era necesario revestirla de un alma tan grande, pura y generosa, que sólo desde el Cielo podía ser engalanada por la gracia de poseer los siete dones durante  su vida. Así, supo esperar y mirar cada acontecimiento con perspectiva de trascendencia.

b). Compartir el don de la fe: Presurosa fue la Virgen María a comunicar lo recibido, en medio de la predicación del Señor le buscó hasta encontrarle; el dolor no detuvo sus pasos para seguir los de su Hijo y Dios hacia el Calvario. Si para nosotros resulta vital tener fe ¿Cómo no comunicarla a los demás? Recordemos que el católico que no es un verdadero apóstol es un apóstata. En la Iglesia y para la Iglesia imploremos los siete dones del Espíritu Santo como la Virgen lo hizo con los primeros creyentes. ¡Que Viva Cristo Rey!

Cura Párroco de Nuestra Señora de las Mercedes de Puerto Claro / Valparaíso / Chile









jueves, 24 de noviembre de 2016

LA LONGANIMIDAD EN EL CORAZÓN DE LA VIRGEN MARÍA

HOMILÍA MES DE MARÍA / COLEGIO MACKAY / 23/11/2016

1.        “¿Desprecias, tal vez, sus riquezas de bondad, de paciencia y de longanimidad, sin reconocer que esa bondad de Dios te impulsa a la conversión? (Romanos II, 4).

Sacerdote Jaime Herrera

La longanimidad es sinónimo de perseverancia. Proviene del latín “longus” y “animus”, es decir: un ánimo permanente, que significa un alma constante en la fidelidad con Dios. Por medio de la longanimidad podemos permanecer fieles a los ideales y propósitos propuestos, por ello es indispensable para poder perseverar en el camino dela santidad al cual estamos convocados desde el sacramento del bautismo, donde tomamos carta de “ciudadanía del cielo”.

Nuestra Patria por diversas circunstancias en general no se caracteriza por la constancia, y es una realidad indesmentible la inauguración de obras que terminan inconclusas, de no perseverar hasta lograr los objetivos propuestos, de avanzar pero mediocremente…si hasta hemos acuñado un término propio, que  no se dice en otras latitudes:

Para cada pregunta que requiera convicción, determinación o compromiso encontramos una respuesta ambigua: Cómo te ha ido?...“más o menos”, ¿Dónde andas?...“entre Tongoy y Los Vilos”, ¿Cómo va tu relación?...“ahí no más”. Esto puede ser expresión de una falla en la virtud de la perseverancia, por lo que simplemente no somos constantes, ni a nivel personal ni a nivel social.

La longanimidad (perseverancia) responde siempre al grado de esperanza que tengamos: si acaso esperamos de verdad,  entonces, seremos constantes en responder con prontitud, procurando hacer lo mejor posible nuestra  misión, venciendo todo obstáculo y desánimo que implique el camino por el cual avanzamos. Avanza el que espera; se paraliza el que nada espera: la longanimidad es como la pila que permite a nuestro reloj seguir avanzando.

a). La longanimidad evita que nos aburramos: Es tan frecuente en los niños y jóvenes decir ¡estoy aburrido! Pues piensan que los padres son como ayudantes de humoristas que tienen como única misión entretener a sus hijos. Para no aburrirse es necesario descubrir el bien de lo que uno posee; mientras mayor sea el bien descubierto más entretenidos estaremos y más perseverantes nos esforzaremos por culminar nuestra misión. Poco amor coloca quien con frecuencia se termina aburriendo en lo que realiza.

b). La longanimidad aleja la tristeza de no obtener aun lo que se busca: En general, la tristeza no es buen síntoma ni es mejor consejero, pues impide el continuar el esfuerzo por alcanzar lo que uno busca y lo que uno se propone. Las lágrimas no apuran el paso del caminar ni fortalecen la convicción.

c). La longanimidad diluye la ira: El resentimiento, el menosprecio, y la dureza del corazón suelen obstruir el caminar del que quiere realizar una buena acción, en cambio, aquel que vive en el amor, el respeto, la compasión y el perdón, logra llegar al fin de cada uno de sus propósitos. La perseverancia final será la coronación del que viva según el Corazón de Jesús, quien nos dice: “Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón”.

Sacerdote Católico
La sabiduría de los Santos contiene una enseñanza que siempre resulta oportuna y eficaz. También, en el fruto del Espíritu Santo de la longanimidad (perseverancia) encontramos dos lecciones sobresalientes en base a dos preguntas que se hicieron dos Santos: San Francisco de Asís preguntaba: “¿Señor, que quieres que haga?” Y,  San Alberto Hurtado Cruchaga se presentaba: “¿Qué haría Cristo en mi lugar?”. Ambas muestras la necesidad de actuar sabiamente, evitando la prisa, la impulsividad, la agresividad en nuestras acciones y palabras.

La longanimidad es necesaria en vistas a la salvación: La Virgen María tiene un rol insustituible en el camino de nuestra redención, por esto, no tiene comparación su capacidad de espera, pues se sobrepuso ante las mayores incertidumbres y sufrimientos. Nada detuvo su espera, a la vez que en todo momento fue perseverante a los designios que Dios le iba proponiendo. Su actitud fue de una constante entrega nacida de una fe recibida, desde temprana edad en  que primero su alma y segundo su cuerpo estuvieron consagrados al Señor.

La fuerza interior ante la adversidad que es la longanimidad, es muy necesaria en la actualidad ante la crispación social,   que ha sido cultivada por la dictadura del relativismo y por la ideología ciudadana, pero –también- tiene relevancia (la perseverancia) en vistas a la preparación del creyente a la venida de Jesucristo en la Parusía, pues  según enseña la Santa Biblia: “los que esperan al Eterno tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán(Isaías XL, 31)…Quienes sean fieles y perseveran serán bienaventurados: “El que persevera hasta el fin, ese será santo” (San Mateo X, 22)….”Aparecería por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que esperan (Hebreos IX, 28)….”Por lo tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el fruto precioso de la tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la tarda. Tened –también- vosotros paciencia y afirmad vuestros corazones porque la venida del Señor se acerca” (Santiago V, 8-7).    ¡Que Viva Cristo Rey!

    
 PADRE JAIME HERRERA GONZÁLEZ /    NUESTRRA SEÑORA DE LAS MERCEDES DE PUERTO CLARO / CHILE
                                                        
  






La modestia en el corazón de la Virgen María

 HOMILÍA MES  DE  MARÍA   /   COLEGIO  MACKAY    /    24 / 11 / 2016.

Estamos en el día diecisiete del Mes de María. Hoy culminamos la mediación diaria sobre los frutos del Espíritu Santo en el corazón de la Virgen Santísima. Al momento de visitar a la Virgen el Arcángel Gabriel le dijo “eres llena de gracia”. Mucho más que “bendecida”, mucho mas que “favorecida”, mucho más que “predilecta”. Se trata del amor especial que Dios le tiene a la Virgen por lo que la constituyó “única” e “irrepetible” en vistas a que iba a ser la Madre de Jesucristo, verdadero Dios y hombre a la vez.
Mes de María en Chile

Por esto, el cariño que le profesamos es muy especial (hiperdulía), aun mas…único diremos, tal como acontece con el cariño que una madre tiene por su hijo y que todo buen hijo  prodiga hacia su madre.  Entonces, se comprende por qué razón dedicamos un Mes completo a recorrer las grandezas que Dios hizo en la Virgen, y en las múltiples bendiciones que concede a cada uno por su intercesión universal de toda gracia: Desde el Cielo todo nos llega por medio de sus manos maternales. ¡Todo tuyo somos Virgen Santísima!

Al honrar a la Virgen María reconocemos la gracia de Dios presente en su corazón, y cómo el Espíritu Santo vive en ella y da frutos abundantes, el último de los cuales es la “modestia”.

Por cierto, la modestia “modera” nuestros dichos y nuestras acciones. San Francisco de Asís, en una ocasión salió a predicar con un hermano religioso y no profirió palabra alguna en todo su caminar por la ciudad. Al regresar al convento, algo sorprendido el religioso le preguntó por qué no habían predicado, a lo cual le respondió San Francisco que el sólo ejemplo de dos religiosos, modestamente vestidos y sin estridencias, era una elocuente enseñanza para quienes los veían.

Habitualmente tendemos a amarrarnos a los bienes, a las cosas, las situaciones y las conversaciones, lo cual inicialmente nada tendría de malo si sólo se tratase  de una posesión parcial y no esclavizante, mas, por medio del fruto de la modestia aprendemos a vivir con sobriedad, a regular nuestra conducta y palabras con la gracia que viene de lo alto.

En consecuencia, por medio de la “modestia” descubrimos,  en la presencia de Dios,  una gracia que faculta a nuestra alma a verse delante de Él, descubriendo con claridad cómo se encuentra, y así, ver cuán  necesaria es la modestia en los diversos ámbitos de nuestra vida, permitiéndonos restar importancia a las virtudes que creemos poseer y a los logros que hemos alcanzado, reconociendo – la vez- los defectos y errores personales que personalmente pueden ser inexistentes y socialmente se pueden percibir como evidentes.

Padre Jaime Herrera González, Chile


¿Cómo vivir la modestia en nuestro tiempo? Teniendo presente que las virtudes teologales y los frutos del Espíritu Santo no son producto de una “moda” sino que se requieren de modo permanente en la vida de cada bautizado, es conveniente buscar vivir la modestia en todo ámbito “en el cual nos movemos y existimos”:

a). En el modo de vestir: La vestimenta es como un lenguaje, que dice en parte lo que una persona quiere dar a conocer, por ello,  debe ser: digno, limpio, preciso y sencillo, evitando aquellas prendas que sean muy costosas, y respetando los lugares donde las usamos: bien el traje de baño en la playa,  pero nunca para ir a la Santa Misa; bien los polerones y buzos para el deporte, nunca  para ceremonias como funerales, bautizos y matrimonios. La modestia exige no ser marqueteros ni apegados a las modas (fashionistas) que,  como el péndulo de un reloj, van y vienen… Las modas que pasan,  pronto regresan y así sucesivamente.

b) En el modo de hablar: Un antiguo refrán dice: “Dime lo que hablas y te diré quién eres”, de lo que hay en  el corazón habla la boca. El contacto con las cosas de Dios, durante este Mes bendito debe hacernos tener un modo distinto de pensar, de actuar y de relacionarnos con nuestros hermanos, evitando el uso de expresiones ofensivas, de palabras agresivas y de términos vulgares, todo lo cual ensucia el alma, ofende a Dios y humilla a nuestra Madre Santísima, la cual se destaca especialmente por su pureza virginal, que vivió de manera tan plena como perpetua.

c) En el modo de actuar: No debemos confundir “recato” con “pacato”, toda vez que lo primero,  es un acto que procede de una virtud por medio del cual nos hacemos respetar y respetamos a los demás, en tanto que ser “pacato” constituye una dicotomía entre lo que se vive con lo que se hace, que ocasiona, muchas veces,  el escándalo de una vida de doble estándar. La coherencia en la vida se ha de manifestar en actitudes modestas, las cuales son un elocuente testimonio de vida católica para un mundo que hace del tener y del poder los nuevos becerros de oro contemporáneos.

Así, la modestia actúa con gentileza, simpleza, silencio, pero con la misma perfección que tiene la de quien vocifera sus logros permanentemente. Nuestra Madre no publicitaba sus acciones pero quién más que Ella trabajaba; nuestra Madre no promocionaba su poder de intercesión, pero en todo instante hizo de su vida un servicio;  nuestra Madre no vio más que unos kilómetros en toda su vida, pero como nadie fue conocida en el mundo entero, llegando a verificar en el Cielo lo que un día proclamó llena de alegría: “su misericordia llega a sus fieles de  generación en generación” (San Lucas I, 46-55).  Dios necesita de lo que somos para manifestar tal cual es, y esto, sólo es posible desde la honradez y rectitud de nuestras acciones, consecuencia de la modestia, que es la señal por la que estamos conformados a nuestra propia naturaleza humana. Entonces, seremos ya revestidos de la gracia del Espíritu Santo. ¡Que Viva Cristo Rey!

         PADRE JAIME HERRERA GONZALÉZ / CURA PÁRROCO DE PUERTO CLARO / VALPARAÍSO / CHILE