martes, 20 de junio de 2017

A seguir luchando por la Vida, Carta del Obispo Stegmeier

A SEGUIR LUCHANDO POR LA VIDA
 “Hermanas y hermanos en Jesucristo:
El Gobierno volvió a darle suma urgencia al trámite de la ley “Bachelet”, por la que se quiere asesinar a los niños, abortándolos. La intención es llegar al aborto libre, es decir, que la mujer decida matar a su hijo porque ella así lo quiere. La legalización del aborto es la tragedia más grande que puede acaecerle a un país, con la agravante de que será con el voto decisivo y mayoritario de diputados y senadores “católicos” de la Democracia Cristiana.
Frente a la posibilidad de aprobar esta ley, todavía queda mucho por hacer. Lo más importante es continuar orando al Señor, para que Él convierta a nuestras autoridades y legisladores, dándoles su sabiduría a fin de que se den cuenta que la misión de la ley es defender al más débil del poderoso, y no al revés, como pasa con esta ley. Además, hemos de seguir manifestándonos en privado y en público a favor de la vida y en contra de la muerte. Por último, en las elecciones que vienen tenemos que votar por los candidatos pro vida y pro familia. Es una obligación grave de conciencia no votar por los abortistas y anti familia. Si a nosotros nos duele el aborto, a ellos les duele el voto.
Tenemos que informarnos en profundidad qué ley se está aprobando. El Papa Francisco ha repetido que es la aprobación de un asesinato. Además, cuando se lee el texto, uno se queda horrorizado al comprobar que será una de las peores leyes posibles. Así, entre otros, se establece que si el niño brutalmente abortado nace vivo, el médico debe dejarlo morir. ¿Acaso no es esto infanticidio?
Al personal médico se le obliga a practicar el aborto, aunque eso vaya contra sus más íntimas convicciones. De no hacerlo, se le discriminará injustamente y se le obligará a dejar su trabajo. En nombre del falso derecho de la mujer de decidir si abortar o no, se le impide al personal de salud el legítimo derecho a decidir en conciencia a no colaborar en el aborto. Nadie puede obedecer el mandato de matar a un ser inocente e indefenso. Ante una ley así, hay que responder como los Apóstoles: ”¡Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres!” (Hechos de los Apóstoles  V,29).

El impulso espontáneo de toda persona normal es tratar de salvar por todos los medios posibles la vida de quien está en peligro de perderla, por ejemplo, si se está ahogando, incluso sabiendo que puede morir en el intento. Más aún, un cristiano, a semejanza de Cristo, está dispuesto a morir para que otro viva y prefiere morir antes que matar. La ley del aborto inducirá a la mujer a ir contra lo más profundo de su instinto maternal, con las traumáticas secuelas que con el pasar del tiempo irán aflorando en ella”.

+Francisco Javier Stegmeier Sch.  Obispo de Villarrica, Chile.


     



SIN DIOS…ADORARÁN LAS BESTIAS Y MATARAN A LOS NIÑOS

  TEMA DE FORMACIÓN  JUNIO DEL 2017


Desde la primera mitad de la década del noventa en nuestra Patria hemos visto la permanente incursión de quienes han promocionado una legislación abortista. En 1989, con ocasión de grandes discusiones que se daban –especialmente- en Europa sobre la píldora microabortiva conocida posteriormente como del ”día después”,  el poder legislativo de la época en nuestra Patria,  consideró necesario explicitar  que todo aborto era un crimen, por lo que el maquíllate añejo de “terapéutico” debía sacarse de la legislación y suprimirse definitivamente. Así, desde ese tiempo,  ha pasado mucha agua bajo el rio…en los últimos veintiocho años.

Estamos insertos en una nueva sociedad, que tiene una nueva mentalidad se nos dice con insistencia, para la cual debemos acomodarnos. En el plano eclesial y social se pide colocarse de rodillas ante el proceso secularizador imperante, como si acaso nada pudiésemos hacer para modificarlo. Según esto, nos podemos preguntar: ¿Fue Cristo condescendiente con los criterios y valores de su tiempo? ¿Aceptó las leyes que la mayoría imponía? ¿Habrían muerto martirizados los apóstoles si hubiesen adecuado la predicación a los oídos de quienes fueron llamados a evangelizar? ¿Habría tenido mártires nuestra Iglesia en el pasado?... ¿Los tendrá en el futuro?

En todos estos años,  con frecuencia,  por hechos dolorosos de la vida pasada se ha enarbolado el slogan de “nunca más”…tortura….discriminación…muerte, pero no podemos olvidar que la legislación abortista implica expandir ilimitadamente el “crimen abominable” (Concilio pastoral Vaticano II) que incluye en el vientre materno: tortura, discriminación y muerte. Esto, indudablemente, ocasionará un mal moral, social, y espiritual de insospechadas consecuencias, tal como lo experimentamos de múltiples formas por tantos males que nos resultan  evidentes.  

Si todo concurre para el bien de quienes aman, para los que obran el mal, y propagan el odio de la muerte,  todo deviene en mal…aumenta la crispación y la degradación social. ¡Obvio!... si acaso  no se respeta al inocente que está por nacer, entonces, ¿qué garantía tendrán los que ya nacieron y están en condiciones irremediablemente debilitadas?

Nuestros  ancianos, cuyo número se multiplica exponencialmente,   ¿qué seguridad tendrán en el futuro de ser debidamente protegidos cuando resulten poco rentables?  Sabido es que  sus gastos de salud aumentarán pues –objetivamente- vivirán más años, y luego cuando en los enfermos terminales no haya posibilidad de recuperación…a no dudarlo serán puestos fuera de las murallas de la ciudad…serán desechados descartados como inviables aplicándose la eutanasia consentida por medio del suicidio o de la eutanasia impuesta que siempre es un crimen. En cualquier caso, es la muerte la última palabra de muchos hoy.

En el horizonte del abortismo sólo despunta el misterio de la muerte. La solución final que un día fue usada contra una raza hoy se aplica con los no nacidos a causa de “cómo” fueron gestados, debiendo pagar con su propia vida inocente el acto repudiable de abuso  culpable de otro;  inmolando su vida martirialmente por ser considerado un problema insalvable  la causa de su inviabilidad. En el colmo del desquicio moral de algunos legisladores de nuestra Patria se ha llegado a dejar por escrito que si acaso un niño sobrevive al intento de un aborto éste será dejado morir sin la asistencia médica debida. ¿Qué falta ha hecho un niño en el vientre materno para merecer ese trato insano y cobarde?

Es cierto, ello nace porque no se considera vida humana al no nacido….También, en el pasado hubo quienes no consideraron verdaderamente personas a los que tenían un color de piel distinto, a quienes hablaban un idioma distinto, o a quienes pertenecían a una raza determinada…la lista es casi interminable.  En todo el mundo ello fue lo normal, debiendo pasar siglos para que el respeto a la persona fuese aceptado integralmente, para lo cual, nuestra Iglesia cumplió un rol decisivo por medio de la evangelización de las costumbres, verificándose en el tiempo que del modo como Jesucristo fue más conocido y aceptada su enseñanza,  declinó el menosprecio de la persona humana.

Hoy la descristianización reinante de la sociedad hace que la persona sea menospreciada, que mientras se alzan los estandartes de “nunca más” constatamos que siempre hay más desprecio del hombre allí donde mayoritariamente se menosprecia a Dios y su Iglesia.

Con frecuencia un crimen atroz es noticia en nuestra Patria. Y uno queda impresionado de hasta dónde puede llegar la maldad humana. Recordemos que cuando aconteció lo de los psicópatas en Viña del Mar, deambulaba poca gente en las calles, las personas caminaban temerosas por semanas en la ciudad, el ambiente social estaba marcado por la penumbra,…y ello por unos crímenes en serie atroces….¿Qué sucede en un país donde la muerte del inocente se hace ley?…¿Qué no dejará de pasar allí donde una persona puede decidir respecto de la vida de otra?…Simplemente es aceptar la ley de la selva,  del más fuerte sobre el que es más débil….

En la actualidad una mujer puede gritar por su derecho a abortar,  pero el niño al interior del vientre materno no lo hace, no sale a las calles, no participa en las redes sociales…su grito es silencioso y las consecuencias de su muerte cruel sin duda no permanecerán mucho tiempo ocultas, y serán evidentes para toda la sociedad porque el mal moral que conlleva la muerte de inocentes trasciende generaciones mancillando hondamente el alma de la Patria.

Una ley injusta siempre hay que evitarla y si acaso existe, `porque los legisladores de turno la han aprobado,  es necesario hacer todo esfuerzo por derogarla luego, lo antes posible.  Su eventual aprobación más que deberse al ímpetu del espíritu de Babel se ha permitido por quienes un día estuvieron en el cenáculo y lo olvidaron.  

Con justa razón, para todo el mundo católico, que se ve azotado tan fuertemente por las ideologías de turno reinantes, resulta del todo incomprensible que haya parlamentarios que se reconozcan como católicos, y que siendo miembros de partidos de una supuesta inspiración cristiana,  aprueben leyes que se oponen en una realidad tan determinante  como es el respeto a la vida humana.



Ahora no se trata de personas que por venganza y cerrazón del corazón maltraten a otros en circunstancias históricas de violencia, sino que se propicia una acción que directamente apunta a quitar la vida a un inocente no nacido.

Se equivocan quienes argumentan desde el progresismo que vamos por una espiral de aceptación de correr cercas, las naciones sin aborto no son las últimas sino las primeras en oponerse al imperio del más fuerte sobre el más débil, del que cree poder decidor si uno puede nacer o debe morir antes. Caín decidió que su hermano Abel debía morir…David opto por provocar la muerte de Urías, hoy nuevos caines hacen preguntar: ¿Dónde está tu hermano, al que le has impedido nacer?

Ante Dios daremos cuenta de todo lo que hemos hecho…de lo que otros han hecho incentivados por lo que hemos permitido. Es audaz la actitud temeraria aún más de quien cree poder responder por sí y por los demás…la sangre de los inocentes clamará en el juicio final y ahí ya no importaran más las estadísticas…

A esta altura ya nadie duda de la relación causa efecto que han tenido las diversas reuniones realizadas en el pasado del Cairo (Septiembre de 1994) donde la ideología del género y el feminismo autónomo han colocado el tema del aborto como uno de sus principales objetivos desvinculando el ser femenino del don maravilloso de la maternidad, por medio de la cual la mujer es el futuro del mundo.

“Hay que excluir absolutamente, como vía licita para la regulación de los nacimientos, la interrupción directa del proceso generador ya iniciado, y sobre todo el aborto directamente querido y procurado, aunque sea por razones terapéuticas” (S.S. Pablo VI).

“El aborto directo, es decir, querido como fin o como medio, es siempre un desorden moral grave, en cuanto eliminación deliberada de un ser humano inocente” (S.S. Juan Pablo II).

“El aborto no puede ser un derecho humano, es totalmente opuesto. Es una gran herida en la sociedad” (S.S. Benedicto XVI).

“Una legislación que no protege la vida favorece una “cultura de la muerte” (S.S. Francisco).

PADRE JAIME HERRERA GONZÁLEZ / DIÓCESIS DE VALPARAÍSO / CHILE
    





lunes, 12 de junio de 2017

¿UN MUNDO PARA DIOS O UN DIOS PARA EL MUNDO?

 SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD AÑO 2017



Entre las diversas celebraciones de este tiempo litúrgico post pascual, tan especial, donde se concatenan una serie de grandes fiestas litúrgicas, hoy contemplamos aquella que se refiere al misterio más importante  de nuestra fe católica como es “mirar” y “vivir” la insondable realidad de la intimidad de la  vida divina.

En efecto, si bien por medio de  nuestra inteligencia podemos descubrir la existencia de Dios y los diversos atributos que le son propios, la interioridad de la vida de Dios sólo podríamos haberla conocido por un acto de la libérrima voluntad divina de darse a conocer a nosotros.

Dios, sin otra necesidad más que aquella que emerge del amor, no sólo nos dice quién es, sino que nos invita a participar de su misma vida, nos llama a permanecer unidos a su amor. Toda una enseñanza pues,  en su nombre, en su persona, y en su gracia podemos revelar su presencia y su vida en el mundo actual. No hay otro camino: si el fruto no permanece unido a la vid se seca, si el apostolado no está inmerso en el poder de Dios nunca será fecundo, por el contrario permanece estéril.

Para ser partícipe de la vida divina, y vivir la inhabitación trinitaria se requiere:
a). Vivir en gracia. Nada sacamos si no estamos unidos a la red de la gracia. A este respecto morir antes que consentir un pecado mortal…sin duda es algo fuerte, pero nada lo es si se trata de la eternidad  y de quién es Dios. Nada más importante y necesario para el bautizado que estar en permanente amistad con Dios. Hay que cultivar la cercanía con Dios, como uno riega una planta para que permanezca con vitalidad,  del mismo modo la gracia aumenta con la fidelidad, la amistad con Dios crece con el paso del tiempo. La misma experiencia nos lo indica: el conocido, el vecino, el colega, el compañero de curso, no son lo mismo que quien es propiamente un amigo.

No podemos llamar “amigo” a aquel que tarde mal y nunca vemos; no podemos tratar de “amigo” a aquel con quien sólo mantenemos puras diferencias;  no podemos tratar de “amigo” a quien no nos interesa hablar ni visitar…los amigos no se hacen los desconocidos… como cuando escondemos nuestra identidad católica porque nos resulta socialmente favorable hacerlo, o por simple cobardía ante los respetos y poderes de un mundo renuente a Dios, la religión y a nuestra Iglesia.

b). Cumplir los mandamientos de Dios: Jesús ha dicho con claridad “si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amara, y vendremos a él, y haremos morada en él” (San Juan XIV, 23). Por esto, el hecho de cumplir lo que Dios nos pide no es una opción que pueda ser tenida como facultativa, ni vista como un simple consejo a seguir. Para el bautizado es una obligación, necesaria para alcanzar la salvación y conveniente para el bien común, por lo que quien procura hacer lo que el Señor le pide contribuye eficazmente a edificar una sociedad donde la virtud prime sobre los vicios, la fidelidad sobre la infidelidad, y la interioridad sobre la superficialidad.

La manifestación de amor hacia la Santísima Trinidad, el acto de fe ha de impregnar nuestras actitudes en un verdadero seguimiento a Jesucristo, procurando cumplir la voluntad de Dios en todo y permanentemente. Sin duda, hay épocas a lo largo de la historia de la Iglesia donde el “tono” de la sociedad ha sido que todos reman a favor de la voluntad de Dios y no contra sus designios tal como acontece actualmente.

Para nadie debiese ser sorpresa constatar que en muchos ambientes al interior de la Iglesia y por cierto fuera de ella, se oculta, se desprecia, de deja de lado todo lo que se refiere a Dios, llegando, en ocasiones,  al colmo de tenerlo como el origen de las divisiones de la vida presente…de todo se puede hablar, de moda, de farándula, de deporte, de música, de arte, de política, menos de nuestra fe, que cada vez está más arrinconada al interior de  las conciencias, en el silencio de  las sacristías, y en los añosos salones episcopales. Es fuerte la tentación de recluir a Dios creando una vida eclesial y pastoral que se amolde a los juicios humanos, así, una religiosidad  moldeada por el espíritu mundano es a fin de cuentas un nuevo becerro, al que se le rinde culto y adora falsamente.

En realidad, la vida actual en su conjunto constituye una verdadera blasfemia al arrinconar a Dios al mundo de lo intrascendente y sin importancia. En las redes sociales los links de me gusta giran en torno a cualquier vaguedad menos en aquello que es decisivo en el fortalecimiento de nuestra vida espiritual. Todo importa, todo es urgente, todo es necesario, siempre que no diga relación con Dios y lo que es atingente a su vida Divina y Trinitaria.

La semana anterior recibimos la irrupción del Espíritu Santo, como el alma de nuestra alma y el alma de la Iglesia, bajo el signo elocuente del fuego encendido, tal como aconteció en el Cenáculo el día de Pentecostés. Si acaso cambió la vida de los apóstoles reunidos junto a la Virgen María esa noche fue precisamente porque sus almas gozaron de la presencia del Dios, uno y trino que vino a ellos a “tomar morada” a “habitar”.

El fuego nos evidencia el misterio de Dios uno y trino: la llama no puede subsistir sin la luz, y esta no puede a su vez ser luz que irradia sin dar el calor a lo que se está a su alrededor. Llama, luz y calor forman parte de una misma realidad, semejante a las tres personas divinas de la Santísima Trinidad que son un solo Dios.

Entonces, vivir el misterio de la inhabitacion trinitaria implica dejarse conducir en toda circunstancia por los designios que Dios Padre disponga en lo que denominaremos una espiritualidad providencial, luego, incluye procurar imitar a Jesucristo no sólo como modelo perfecto de santidad sino como la fuente de toda gracia, es lo que llamaremos espiritualidad cristiana, y finalmente, tal como ahondamos el domingo recién pasado, si deseamos crecer interiormente no podemos hacerlo al margen de lo que el Espíritu Santo habla en nuestra alma, es lo de reconocemos como vida en el Espíritu.


c). Crecer en caridad: “Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado a nosotros” (San Juan IV, 12-13). No hay que tener vergüenza de reconocer cuál es la vocación que Dios nos ha dado. No hay que rebajar el horizonte hacia el cual nos encaminamos, pues somos “portadores de Jesucristo” y “theoforos” ¡portadores de Dios!

Esto hace que podamos gozar de manera especial la presencia de Dios constituyendo un anticipo real de lo que obtendremos y poseeremos en la bienaventuranza eterna,  no ya por un tiempo,  sino para siempre.

Esta “vivencia trinitaria” nos hace percibir su presencia que completa y responde toda necesidad, pues sólo en la vida divina el hombre encuentra lo más hondo de su identidad y se descifra todo misterio de su vida humana, toda vez que, como sabiamente escribe San Agustín : “nos hiciste para ti Señor, por ello nuestro corazón está inquieto mientras no descanse en Ti” (Confesiones, San Agustín de Hipona).

Así, esta festividad litúrgica nos hace mirar a lo largo de nuestra vida y descubrir que Dios nada ha dejado al azar como recuerda un santo: “¿Qué tenéis hambre? …vuestro es mi cuerpo y sangre. ¿Qué teméis olvido?…vuestro es mi corazón. ¿Qué teméis miserias? vuestra es mi divinidad”.

Por ello, si donde hay caridad allí está Dios, entonces hemos de crecer en ella diariamente procurando seguir los pasos, repetir las palabras y abrigar nuestro corazón con lo que Cristo hizo, con lo que Cristo dijo, con lo que Cristo es: amor…!Donde hay amor, Dios está allí!

d). Procurar llevar una vida pura: El Apóstol San Pablo dice. “¿No sabéis que sois templos de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?...El templo de Dios es santo y ese templo sois vosotros” (1 Corintios III, 16-17).

Entonces, porque Dios inhabita trinitariamente en cada bautizado es que debemos hacer realidad una de las bienaventuranzas proclamadas por nuestro Señor en el Sermón de la Montaña: “Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios” (San Mateo V). Entendámoslo de una vez: Jesús no es nuestro mejor vecino, sino que más bien, es parte de nuestra vida porque, en el alma en gracia, “mora en nosotros” (2 Timoteo I, 14).  
  


¡Dios habita en los santos!...”por medio de su gracia, está en el alma del justo en forma más íntima e inefable, como en su templo”. Por esto, si bien muchas personas –incluso no creyentes y adversas a la fe- pueden dar vestigios del poder y de la sabiduría de Dios, es propiamente en la caridad, vivida en la virtud de la Santa Pureza donde descubrimos una característica propia de la vida trinitaria que tan solo aquel que procura vivir en gracia santificante  participa verdaderamente.
Imploremos a la Santísima Virgen, que llena del Dios uno y trino, canto las alabanzas con gozo verdadero que contagie nuestra vida personal y eclesial con el altissimi donum Dei…Dulcis hospes animae. ¡Que Viva Cristo Rey! Amén.

     



PADRE JAIME HERRERA / CURA PARROCO DE PUERTO CLARO / CHILE

jueves, 8 de junio de 2017

“EL FUTURO DEL MUNDO SE FRAGUA EN LA FAMILIA”.


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 HOMILIA MISAI N MEMORIAN PABLO ANDUEZA GUZMÁN 2017.


Para quien es sacerdote el enfrentarse ante la realidad de la muerte es algo permanente, hay parroquias que tienen un funeral al día, y otras que tienen algunas celebraciones al mes, pero en uno u otro caso, forma parte de la vida parroquial, de la vida sacerdotal y de la vida eclesial., lo que hace tener una visión amplia de este misterio.

Socialmente para nosotros ¿Qué es una muerte prematura? Hoy en Chile, hablamos de setenta años, con lo que se cumple la promesa bíblica a los hijos de tus hijos los verás. En tanto que si uno vive en Mónaco el promedio de vida supera los noventa años, en tanto que en África no sobrepasa las cinco décadas. En tiempos de Jesús la “ancianidad” era considerada casi a partir de las cuatro décadas.

Por otra parte, antaño se iniciaba la vida laboral casi con la adolescencia, hoy se posterga casi una década después. Igual cosa acontece con la vida esponsal: nuestros padres contrajeron matrimonio con una década de diferencia de lo que es actual…de hecho, sorprendentemente,  hablamos de jóvenes de treinta años y  de muchachos veinteañeros habituándolos a la vivencia de una adolescencia casi permanente.

Un gran amigo ha muerto. Podría decir… “ha partido”, “se ha adelantado”, “vive su pascua”, para no recurrir a una terminología que a los ojos modernos resulta tan fuerte por su carácter absoluto: ha muerto. Se zanja –entonces- una brecha insondable que tiene un eco entre vida y muerte, gracia y pecado, juicio y misericordia.

La llegada al denominado “Colegio grande” de una generación iniciada el año que el hombre llegaba a la luna, había fortalecido los primeros lazos de amistad en la infancia durante ocho años. Pero ahora, el pantalón corto daba paso al pantalón largo, el overol a la capa, y de ser los reyes del colegio chico al último eslabón del colegio grande. En medio de esta navegación irrumpe la llegada de un risueño e histriónico rostro, que nos acompañará los seis años restantes, marcando con su presencia el rostro indeleble de toda una generación.

Siempre pensamos que otras familias pierden a sus seres queridos, que otros son los que parten, mas,  hoy constatamos que “uno de los nuestros”, de la primera línea en el plano de los recuerdos y los afectos de una generación, ha sacado lágrimas por lo inesperado de su partida.

Distinción entre lo trascendental e inmanente: Nunca se perdió en esta realidad. Dios, su Iglesia, sus padres, su familia, sus amigos no se tranzaban ni perdían. Así lo experimenté la última vez que estuve con él, donde una vez más –al sazón de una buena mesa- conversamos de lo divino, de lo humano, y de lo “extraterrestre” habida consideración de tanto espécimen extraño que hay en la actualidad, entre los cuales no nos restamos…

Aquel día, durante largo tiempo, reímos distendidamente, recordamos episodios de la infancia y juventud, nos proyectamos con nuevos desafíos, incluso,  hablamos de la realidad que estábamos “invictos” de defunciones como generación, aunque entre los comensales éramos varios los candidatos por dolencias y operaciones, por lo que ninguno se avizoró a preguntar, como lo hizo un apóstol  al Señor: “¿Seré yo maestro?”.

Bueno, la Divina  Providencia dispuso fuese él, que veía navegar por la vida a sus hijas con resolución y a su esposa con entereza e irrestricta entrega; que una vez más, como en tantas otras ocasiones,  daba luchas, a veces con espíritu francamente quijotesco, contra molinos que una y otra vez emergían en una sociedad marcada de intereses que no estaban inscritos en su ADN formativo y en su realidad existencial.

La familia como programa de vida: Compartiendo parte de su niñez, infancia y juventud, vimos irrumpir a un verdadero modelo de amor a su familia. De carácter fuerte y decidido,  -indudablemente- tuvo diferencias con sus padres, más jamás olvidó tributarles el trato, cariño, respeto y preocupación, tal  como lo hizo hasta la última jornada donde llevó a su señora madre a la Santa Misa dominical y luego a almorzar con ella. De la Misa a la mesa cumplía el precepto aprendido en su primera infancia: “Honrarás a tu  padre y a tu madre”.

Ello es sin duda un signo elocuente en la vida de quien ha partido, y constituye una rica enseñanza para estos tiempos en que la familia y las generaciones se encuentran atomizadas. Con fuerza el actual Sumo Pontífice recuerda a la juventud no alzar muros infranqueables entre ricos y pobres, entre jóvenes y adultos. Siguiendo la lógica que las fronteras terminan donde otras se alzan, constatamos una reciprocidad que debe ser superada a la luz de la gracia que viene de lo alto procurando hogares integradores, familias amplias donde a cada uno se le reconozca una importancia y dignidad insustituible. El amanecer y el ocaso han de encontrar cabida en el día de la vida y en la vida de cada día. Si es tan obvio para un católico no aceptar  las injustas desigualdades y las obtusas injusticias, entonces ¿Por qué aceptarlas cuando se trata de nuestros adultos? ¿Por qué permitirlas como aquel día donde  el primer marginado fue puesto en una cruz? ¿Por qué actuar como cómplices activos cuando nuestra fe es violentada y despreciada?

Habitualmente escuchamos decir que el “alma mater” de un persona es la casa de formación de su educación superior, más en este caso, simplemente diremos que lo fue su familia. Allí, en la intimidad del hogar paterno, junto a sus numerosos hermanos supo del rigor por el trabajo, de la responsabilidad con los desafíos asumidos, de la austeridad y honradez intransable, de la preocupación por las necesidades  de los demás, del respeto a los más débiles, todo lo cual, forjó su alma de manera imborrable. Quizás no sepamos todo lo que hizo, en cuantas organizaciones participó, pero si intuimos dónde sacaba la fuerza interior para enfrentar la vida cotidiana: su fe en Dios, el legado familiar, y la educación recibida…y asumida.

La política como servicio: Sin duda, las últimas tres décadas las empleó para fortalecer la vida social y comunitaria, tanto desde la perspectiva de la ciudad,  como de su célula fundamental que fue, es y será la familia, tal como lo dijo vehementemente Juan Pablo II en su visita a nuestra ciudad un día  dos de abril de 1987: “El futuro dl mundo se fragua en la familia”, pues desde la creación del mundo sigue vigente el designio divino en orden a “poblar la tierra” y en su nombre encauzar la creación según sus voluntad y no de manera sesgada o abusiva como suele constatarse tan frecuentemente en nuestros días. Los designios de Dios son inmutables: “El hombre se unirá a su mujer y serán uno solo”. ¡No hay otro camino!

Aunque desde joven tuvo un carácter acelerado, en modo alguno podemos olvidar que actuaba de manera consiente y reflexiva: no le bastaba conocer sobre mucho sino que encontraba necesario profundizar, saborear,  tanto racional como espiritualmente,  lo visto, por ello, era un gran conversador y sin duda un experimentado docente en centros tan diversos como en los que colaboró durante largos años y distintas épocas.

La vida como dice el himno de su colegio de los Sagrados Corazones le deparó “coronas de laureles y espinas”, las cuales no dudó en ofrecer a Dios cuando tuvo que optar por una independencia y a veces sana distancia de aquellas prácticas que aunque ampliamente generalizadas,  han causado tanto daño a la credibilidad y el fortalecimiento del tejido de la vida social y comunitaria actual.

Con entereza personal y no sin la colaboración de su mujer navegó las convulsionadas aguas de la vida laboral y política sin actitudes serviles con el estado de las cosas (establishment) que a tantos suele cautivar. Renunció dos veces a trabajos que consideraba, no postuló a cargos en los cuales habría sido electo sobradamente por ir en la búsqueda de ideales que están fuera de billeteras y sobre los títulos,   pergaminos y gratificaciones que para el mundo resultan tan gravitantes. Renunció a un partido donde tempranamente militó porque requería mayores espacios de real integración,  pero,  también,  porque sus mejores sueños no lograban despertar en la vida partidista de la actualidad…la política ya no parecía dar el ancho para la generosidad de su corazón, no considerándola como un fin sino como un medio, y en cuanto tal, transitorio y pasajero.

Sin duda,  fue un hombre amante de la vida política desde su infancia, pero que desde su espíritu libre y buscador  no permaneció esclavo a ella. Supo descubrir la grandeza de una fe, de una vida familiar y conyugal, supo realizarse como padre amoroso y dedicado a sus hijas, asumiendo tempranamente un rol de “padre y madre” de ellas por lo que al cuidado y atención debió sumar la delicadeza y ternura. ¡Estoy cierto que a cada hija le tendría un apelativo único que denotaba el afecto paternal! ¡Su particular sentido del humor haría pasar momentos imborrables a sus seres queridos!

Espíritu abierto a los desafíos: Quien está inserto en las aguas bautismales, a lo largo de su vida descubre que la vida como católico consiste en una permanente maduración de su condición bautismal, en la cual fuimos constituidos como hijos de Dios, miembros de una Iglesia, purificados del pecado original y hechos partícipes de la gracia, que como presencia de Dios nos permite ir “pareciéndonos” e identificándonos con mayor perfección. Este camino lo recorremos apoyados en la gracia que nunca falta y que  nos es siempre necesaria. 

Por ello,  nunca podemos tenernos como instalados, tranquilos con el desarrollo de los acontecimientos a nuestro alrededor, o creyendo que estamos lo suficientemente convertidos y que ya nada puede cambiar.

Nuestra alma debe ser buscadora incansable de la verdad, del bien, del amor, para que el nombre de Jesucristo no resulte lejano ni adverso a nuestra sociedad por lo que un empeño realmente misionero y un espíritu verdaderamente apostólico pasa  necesariamente por una conversión del corazón que conduzca a un estilo de vida que sin confusiones dé a conocer a Cristo vitalmente, mostrando la fe en un seguimiento de los preceptos divinos hacia quienes están a nuestro alrededor.

La muerte abrupta que hoy nos ha traído a esta celebración en memoria de nuestro hermano difunto, pasados días de su partida, nos hace recordar que todos los presentes nos presentaremos –igualmente- ante el tribunal de Dios un día próximo. ¿Y cómo nos preparamos para ello? La vida como cristiano que se da “en lagrima y canción”, es el único camino que no debemos olvidar aunque para muchos resulte extraño y diferente. La Santidad no es una moda, sino que constituye un imperativo para nuestro tiempo que no podemos postergar más.

Dios quiere que seamos perfectos. No temamos decirlo, el Señor desea que todos seamos santos…esa es su libérrima voluntad para cada uno, por ello, la esperanza marca esta celebración en memoria (sufragio)  de quien ya no está físicamente  en medio nuestro, y por el cual,  el mejor homenaje que podemos tributar y el más necesario presente,   es ofrecer esta Santa Misa por su alma, en compañía e intercesión de la Virgen Santísima a la cual –ciertamente- tantas veces recurrió lleno de confianza y amor filial. ¡Que Viva Cristo Rey!            


PADRE JAIME HERRERA GONZÁLEZ / CURA PÁRROCO DE PUERTO CLARO / VALPARAÍSO










“¡ALLÍ DONDE HAY AGUA, HAY VIDA!”

 BENDICIÓN DE EMBARCACIONES EMPRESAS TAYLOR. 

PADRE JAIME HERRERA GONZÁLEZ 

El hermoso balcón natural descrito por poeta nos acompaña para implorar la bendición de Dios sobre estas dos nuevas embarcaciones, que empresas Taylor incorpora en sus múltiples servicios.

Sin duda, al contemplar a la distancia la inmensidad de nuestra alba cordillera como al intuir la inmensidad solemne de nuestro mar,  no podemos dejar de recordar  lo que Santa  Teresa de Los Andes dijo al contemplar “este mar que tranquilo nos baña”: ¡Todo lo que veo nos habla de Dios!

Y esa voz,  nos hace unir nuestras intenciones y suplicas para que cuantos se embarquen en estas naves cuenten con la protección de Dios, procurando que el trabajo bien hecho por cada uno repercuta en beneficio de todos, para lo cual es necesario seguir los consejos del gran navegante y misionero  como fue San Pablo Apóstol: “Todo lo que hagáis hacedlo en el nombre del Señor”.  

Al leer el Evangelio,  constatamos que con frecuencia nuestro Señor utilizó el agua para impartir una bendición: sobre ella caminó y enseñó extensamente; por ella, en Betsaida sanó (San Juan V, 1-9) y se hace presente misteriosamente en la Eucaristía; con ella  bautismalmente purifica y vivifica.

¡Allí donde hay agua, hay vida!  La celebración del sacramental de bendecir tiene como objeto principal dar gloria a Dios por sus dones, impetrar sus beneficios y alejar toda maldad.
La cercanía con el mar de quien vive en nuestros cerros y de quien labora en él, sin duda le llevará a reconocer que en el orden de la naturaleza es “el mas hermoso de los cuatro elementos” que constituyen el mundo ( San Cirilo de Alejandría, Catequesis III, 5), por lo que no ha de sorprender que recurramos al uso de esta agua bendita como protección,  de Aquel que  no dudó en mostrarla desde la creación como medio de salvación. 

Asperjamos estas naves confiados en la protección maternal de la Santísima Virgen María a la que todo navegante reconoce como Stella Maris que gu{ia, ilumina, acompaña y asegura. ¡Que Viva Cristo Rey!

ORACIÓN DE BENDICIÓN DE NAVES:

 BENDICIÓN PUERTO VALPARAÍSO               
                       

“Se propició, Señor a nuestras súplicas y bendice estas naves con tu diestra santa, y a todos los que en ella navegaran, como te dignaste bendecir el Arca de Noé, que flotaba en el diluvio; tiéndeles, Señor, tu diestra como la tendiste al bienaventurado Pedro cuando caminaba sobre el mar, y envía de los cielos a tu Santo Ángel que las libere y las guarde siempre de todos los peligros con todo lo que en ellas haya; y a tus siervos, apartándolos de la adversidad, dirígelos con marcha tranquila al puerto siempre ansiado, y dígnate volverlos a su debido tiempo llenos de gozo al hogar, después de llevar a feliz y perfecto término todos los negocios. Tú que vives y reinas con Dios Padre en unidad del Espíritu Santo, dios, por los siglos de los siglos. Amén.”

ORACIÓN DURANTE LA ASPERCIÓN:
“El Señor os guíe en el cumplimiento de vuestro cometido para que hagáis en paz vuestro camino y lleguéis a la Vida Eterna. Amen. Y la bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros.